El 30 de marzo de 2006, un voraz incendio mostró el rostro infernal del trabajo esclavo. En esa ocasión, las víctimas fueron dos adultos (de 25 y 45 años) y cuatro niños (dos de 3 años, otro de 10 y el cuarto de 15), todos de nacionalidad boliviana. El lugar estaba habilitado, aunque las condiciones de trabajo eran de servidumbre. Los vecinos afirmaron que había rejas que dificultaron llegar al lugar del siniestro. El propio jefe de Gobierno de entonces, Jorge Telerman, denunció que en el lugar “se realizaban prácticas salvajes y siniestras”. Como las víctimas eran indocumentados, hasta el cónsul de Bolivia veía “muy difícil” poder identificarlas.

El fantasma de Cromañón revoloteó al compás del fuego y la muerte cantó presente en Caballito, más precisamente en la casa de dos plantas de la calle Luis Viale 1269. Desde el Ministerio de Gobierno y Seguridad confirmaron que el lugar estaba habilitado como taller de bordado y otras actividades del rubro textil desde 2001. Pero el incendio lo devoró todo.

El cónsul boliviano, Albaro Gonzales Quint, aseguró que allí “trabajaban y vivían en condiciones infrahumanas unas 50 o 60 familias de bolivianos y que la mayoría escapó para no enfrentarse con las autoridades y porque tienen miedo de que los hagan regresar. ¿Cómo es posible que en una zona residencial haya un taller como éste habilitado?”.

Cuatro dotaciones de bomberos lograron extinguir el fuego. Luego se escuchó una tremenda estampida: era el piso de la planta alta, que se desmoronó sobre la planta baja. No pudo establecerse si los seis fallecidos se encontraban en el piso superior o en el inferior. El taller trabajaba a destajo y provocaba ruidos que los vecinos denunciaron ante el CGP 11. “Era muy frecuente ver a cantidades de chicos saliendo y entrando al edificio.”

Lo cierto es que en esta zona aún quedan muchos talleres de este tipo. Y armas legales para combatir situaciones de semiesclavitud.