Mié 17.06.2015

SOCIEDAD  › DENUNCIó A SU AGRESOR Y ABANDONó ATERRADA LA SALA CUANDO éL INGRESó

Las huellas del maltrato

Su marido intentó prenderle fuego en un jardín, pero Patricia Sclavuno se salvó para denunciarlo. Desde prisión, él la amenazó y sumó una nueva causa judicial. Aunque ella pidió no verlo en la audiencia, por error él fue llevado a la sala. Ella huyó.

› Por Soledad Vallejos

El lunes, la Justicia de La Pampa debió suspender la audiencia en la que una mujer iba a ratificar una denuncia por amenazas contra su ex pareja: Roberto Gallinger, en lugar de seguir el procedimiento a través del circuito cerrado de televisión, quiso estar en la sala; al verlo en el mismo lugar, Patricia Sclavuno sintió un miedo tan intenso que salió de allí corriendo, se largó a llorar en el pasillo, arrodillada porque no podía tenerse en pie. El 22 de mayo, Gallinger había rociado con nafta a Sclavuno en un jardín, había intentado prenderle fuego. Por ese episodio, el hombre cumple preventiva y está acusado de homicidio en grado de tentativa; pero desde el lugar donde está recluido llamó varias veces por teléfono a los hijos y a la empresa de Sclavuno para proferir amenazas a la mujer. “Si él se queda, yo me voy. Ayer llamó a mi hijo y le dijo que le iba a disparar en las piernas. Estoy aterrada”, dijo Sclavuno. Por esas nuevas amenazas era que había sido concertada la audiencia, ahora pospuesta hasta dentro de algunos días. Paradójicamente, explicó a Página/12 uno de los abogado de Sclavuno, Marcelo Turnes, el fiscal había pedido la preventiva de Gallinger “porque podía obstaculizar el proceso judicial amedrentando a testigos o a la víctima”.

La audiencia del lunes debía servir para ratificar la denuncia por las nuevas amenazas y –además– presentar pruebas, de acuerdo con el nuevo sistema procesal que rige en La Pampa. El fiscal Máximo Paulucci, a cargo de la investigación y tras cuyo requerimiento el juez de control de Santa Rosa, Fernando Rivarola, había dictado la preventiva, convocó a Sclavuno y sus abogados defensores, Turnes y Paula Lastiri, y a Gallinger y su defensor, Juan Carlos De la Vega. Por cuestiones formales, hasta Turnes y Lastiri no contaban con un poder que les permitiera representar a Sclavuno en la audiencia sin necesidad de su presencia, por lo que la mujer estaba allí. “Cuando vamos a la audiencia, Patricia nos dice que no quería estar en contacto con Gallinger. Entonces dialogamos con el defensor, De la Vega, que por su parte acepta y se comunica con Gallinger, que estaba en una oficina aparte, para proponerle seguir la audiencia mediante circuito cerrado. Gallinger se negó. Pero entonces, como veo que Patricia se ponía mal con el tema, pedí permiso y entré en las oficinas contiguas para hablar con el fiscal Paulucci y el juez Rivarola. Les solicito que suspendan la audiencia; al fiscal le pareció razonable, al juez también, y acordamos la suspensión. Pero mientras estamos terminando de acordarlo, un policía llevó a Gallinger a la sala”, contó el abogado Turnes.

Gallinger quedó a unos 20 metros de Sclavuno y entre ellos no hubo interacción. “Las garantías estaban dadas. Había policías, periodistas, abogados, estaba lejos. Pero ella lo vio y se asustó”, recordó Turnes. Sclavuno dejó el lugar en segundos. En el pasillo, mientras la acompañaba la abogada Lastiri, explicó, en llanto y arrodillada porque le faltaba fuerza para mantenerse en pie: “No lo quiero ver”. La audiencia se suspendió. El trámite que faltaba fue resuelto y Sclavuno, ahora, no estará obligada a asistir a las audiencias porque los abogados pueden estar en su nombre.

El 22 de mayo, de madrugada, Sclavuno fue amenazada por Gallinger, dueño de Texcen, una de las dos empresas de alarmas y seguridad que funcionan en Santa Rosa. El, contó ella, quería que la mujer aceptara realizar prácticas swinger: “Eso me humillaba. Ponía mi teléfono (en avisos) y me llamaban. Le dije que no, que eso debía terminar. Ahí me sacó el celular y me lo rompió”, contó cuando la denuncia trascendió. Forcejearon, la golpeó; “le dije: ‘matame’. Eso lo paralizó. Se fue a dormir y yo quedé en el sillón”. Por la tarde recomenzó la pelea. “Me dijo que me vaya, se puso muy violento. Agarré la cartera y me iba. Ahí me tiró al suelo, me pegó en la rodilla y la muñeca. Vi que venía con un bidón de nafta. Salí corriendo.” Mientras escapaba, vio cómo en el jardín, hasta donde seguía la huella de combustible que Gallinger también había rociado sobre ella, se encendía una llamarada. El agresor estuvo prófugo un día, durante el cual amenazó telefónicamente a Sclavuno para que no radicara la denuncia.

Gallinger cumple prisión preventiva en Telén, a 150 kilómetros de Santa Rosa. Desde allí, realizó las llamadas que derivaron en una nueva causa por amenazas contra Sclavuno.

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