SOCIEDAD › OPINIóN
› Por Mempo Giardinelli
Dos cosas se conjugan para esta nota. Por un lado, el desastre ambiental que se acelera en El Impenetrable chaqueño, y que esta columna denuncia desde hace años y últimamente con furia y dolor. Por el otro, el silencio pertinaz al respecto, de los miembros del así llamado y muy mentado “Círculo Rojo” que podría –los dioses no lo quieran– llegar a gobernar este país. Y el cual pareciera que nadie sabe quiénes lo integran aunque los conocemos a todos.
El Parque Nacional El Impenetrable está en emergencia terminal y si la Administración de Parques Nacionales (APN) no toma posesión inmediata haciendo cumplir la ley 26.996, sancionada por unanimidad el año pasado por el Congreso de la Nación, todo estará perdido si acaso el tal Círculo Rojo llega al poder.
Cierto que asoman algunas esperanzas ahora que la cuestión de este Parque Nacional chaqueño está en todos los medios, e incluso en los que suelen atentar indirectamente contra la Naturaleza, dados los intereses de sus dueños.
Pero el hecho cierto es que se mantiene el inexplicable, absurdo y quizá corrupto olvido por parte de algunas autoridades del Ministerio de Turismo, y sin dudas de quienes están a cargo de la APN. Cuya inacción y silencio coloca a este parque en un punto de inflexión gravísimo. Y cómo no, si es sabido, por notas periodísticas incluso del diario Clarín, que uno de los letrados de la APN ha sido denunciado en 1997 y 2008 como cazador de fauna autóctona en parques nacionales de la Patagonia, como es fácil ver: (http://edant.clarin.com/diario/1997/04/12/e05401d.htm) y (http://www.anbariloche.com.ar/noticias/2008/06/12/3993organizacionescontra ladesignaciondeuncazadorfurtivo).
También es sabido que dentro de la APN hay un fuerte runrún que afecta a decenas de guardaparques abnegados y conscientes de que no son enviados al PN El Impenetrable. En el cual, es bueno que se sepa, sólo hay una pequeñísima guardia simbólica pero fuera del territorio del parque y, de hecho, atada de pies y manos.
Así las cosas, es fácil cacarear en la Argentina acerca del cuidado ambiental. Pero como es solamente cacareo, eso también fastidia e indigna. Mientras el mundo entero coloca entre sus prioridades a futuro el cuidado de la naturaleza y se alerta por el cambio climático que ya estamos viviendo, la Argentina es uno de los 10 países del planeta con mayor potencial de bienes y servicios ambientales. Pero sólo en teoría, dado el estruendoso silencio de casi todas las dirigencias políticas, sindicales y empresariales. Y digo casi porque hay pocas, poquísimas excepciones.
Según la Encuesta Ambiental Nacional desarrollada en 2014 por la Fundación Vida Silvestre y Poliarquía, el 73 por ciento de los argentinos/as está interesado en materia ambiental, y el 82, está preocupado por la degradación de nuestros recursos naturales. Y ante las evidencias de deterioro, que son cada día más fuertes (El Impenetrable es un caso paradigmático) el 63 por ciento de la ciudadanía considera que el medio ambiente argentino empeoró en los últimos cinco años. Muy interesante, claro, pero ante ese cuadro la ciudadanía está indefensa. Porque a los desdichadamente sistemáticos y ya señalados desaciertos ambientales del gobierno, hay que sumarle la gravísima y no inocente distracción de prácticamente toda la oposición, de derecha a izquierda, que guarda un silencio ominoso por ignorancia o complicidad, que para el caso da lo mismo.
Y acá viene la cuestión del Círculo Rojo, que uno puede con todo derecho pensar que no es solamente el macrismo. Si uno repasa los apellidos de sus posibles integrantes, conjeturalmente, se muestra a las claras su grado (es un decir) de conciencia. Desde ya que no se puede asegurar que fulano o mengano sean parte del CR. Pero a tenor de las expresiones político-económicas conocidas, y los históricos intereses que los animan y defienden, es obvio suponer que lo integran –es una hipótesis– personajes de enorme, supremo poder en esta república. Por caso algunos directivos de las principales empresas y bancos del país como el Sr. Rocca, el Sr. Magnetto, el Sr. Aranda, el Sr. Aranguren, el Sr. Etchevehere o el Sr. Gabbi. Y también, claro, algunos economistas de gran predicamento en esos ámbitos como los Sres. Broda, Melconian, Espert, De Pablo, Sturzenegger o Frigerio y, por supuesto, el inextinguible Sr. Cavallo. Y en el campo de la política, sin dudas macristas notables como la Sra. Bullrich, el rabino Bergman o el Sr. Pinedo, quizás el cuadro más talentoso del PRO. Y también puede suponerse que lo integran radicales doblados como los Sres. Sanz, Morales o Aguad. Y no dudaría yo en inscribir en este supuesto seleccionado al cerebral y astuto ex senador y presidente provisorio Eduardo Duhalde y a sindicalistas de probada cintura y principios como los Sres. Barrionuevo, Venegas o Moyano.
Estoy pensando, obviamente, en el verdadero poder de la Argentina. El poder duro, el que manda y mandó siempre. No hago juicios morales, quede claro, solamente conjeturo acerca de su capacidad de dar órdenes, su poder de fuego digamos, para disponer medidas de acuerdo a sus intereses y bloquear las que no le gustan o restan poderío.
En ese contexto, también en ése, la emergencia de un parque nacional en el Chaco y el desastre de bosques arrasados, desertificación, y muy pronto otros daños ambientales contundentes como los que sin dudas traerán las represas santacruceñas, desalientan toda esperanza y llenan de angustia. Porque una vez más, y como prueba de que no siempre el silencio es salud, también en este punto la ciudadanía está siendo inducida a votar en contra de sus intereses.
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