SOCIEDAD › OPINION
› Por Juan Cruz *
Perdonen los usuarios, esa cifra multimillonaria de adeptos a Facebook entre los que se cuenta este cronista, pero lo que ocurre con esta impresionante red de corazones solitarios en busca de apoyo sentimental se parece cada vez más, y más peligrosamente, a las prácticas de los circos romanos.
Durante años hemos vivido confortados y en busca del Me gusta que había, con el dedo alzado, al final de nuestras cuitas cotidianas, de nuestras reflexiones sentimentales, de nuestra manera de ver la vida, aunque fuera la vida chiquita de nuestros cumpleaños. Además, ahora, tiemblen ustedes, temblemos todos, en el circo universal de la amistad se ha inventado lo que ya en aquella Roma inclemente de los circos era un lugar común: el No me gusta.
Hubo un gran escritor cubano, Severo Sarduy, que cuando se encontraba entre personas que hablaban alto o expresaban disgusto hacia lo que él mismo representaba, gritaba como si estuviera ante la calavera de Hamlet: “¡Siento una atmósfera sangrienta a mi alrededor!”. Pues esa atmósfera sangrienta se pone ahora en marcha en el ámbito que antaño, es decir, hasta ahora mismo, se reservaba a las señales de la amistad. Facebook fue siempre, desde que nació, un instrumento de relaciones; la gente que se conoce se pide amistad, y espera ansiosa que el vecino, incluso el compadre, la comadre y los hijos le den al dedo positivo. Todos conocemos casos de amigos de toda la vida que se han ofendido porque en ese aire de amistad artificial que se ha creado en la Red no les hemos respondido a golpe de gatillo (o de dedillo) a sus amables requerimientos. Esa velocidad para hacer amigos ha tenido algunas imitaciones sardónicas: una televisión norteamericana creó El Día de la Enemistad, situado en alguna fecha de noviembre, con un enorme éxito de público. Se trataba de que la gente dijera de cuántas personas se había desamistado ese día.
Ahora el dedo conoce ya sus dos versiones romanas: a favor y en contra, la amistad y su contrario, lo bueno y lo malo en el cosmos. En las otras redes, en Twitter, sobre todo, se toma por el cuello al contrario, con seudónimo generalmente, tan solo porque no ha apoyado las tesis que proponen los que más gritan o los que argumentan con mayor brío. El nivel de insulto que se ha alcanzado en ese ámbito ha sido objeto ya de estudios universales, y de sonrojo también; en esa sucesión de frases sesudas y de tonterías inconmensurables (en las que caemos todos los usuarios, este cronista también, cómo no) se han colado descalificaciones y ruindades.
Pues ahí tenemos ya, asomando su patita, el No me gusta de Facebook. Tiemblen, temblemos; todo Me gusta tiene su No me gusta, naturalmente, pero hasta ahora parecía que nos íbamos a privar de este baile sin máscara que va a desnudar el idilio que esa Red vivía con la amistad.
* De El País, de Madrid. Especial para Página/12.
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