SOCIEDAD › NOVENO ANIVERSARIO DE LA TRAGEDIA DE ECOS, CON MúSICA Y PALABRAS EN EL LUNA PARK
Músicos como León Gieco y Los Auténticos Decadentes participaron del homenaje a las víctimas de la tragedia ocurrida en Santa Fe hace exactamente nueve años. Reunieron toneladas de donaciones que serán distribuidas en escuelas del interior.
› Por Horacio Cecchi
Dos carpas, sobre Bouchard, entre Lavalle y Corrientes, conforman la particular puerta de ingreso al laberinto de vallas que franquean el acceso al Luna Park. Dentro de las carpas, más de una docena de chicas (en cada una) recibe bolsas con donaciones del público, las ordena según rubro (desayuno, almuerzo o limpieza), las coloca en cajas, las embala y las carga en un carro que las transportará hasta un enorme acoplado que partirá hacia escuelas carenciadas, del interior. A las siete de la tarde, se habían reunido 35 toneladas. Hay que juntar 35 toneladas en unas horas. “Al final de la noche creo que vamos a andar por las 50”, confió Sergio Levin, uno de los pulmocorazones de la movida, a Página/12. Levin y un grupo de padres, la movida, el Luna Park, los packs de donaciones, el público, unas y unos 250 voluntarias/os, León Gieco, Los Tipitos, Los Auténticos Decadentes, Patricia Sosa, entre otros músicos, todos confluyen al interior del estadio. Es el Día del Estudiante Solidario; el 9º aniversario de la Tragedia de Ecos. La confluencia, allí dentro, se siente mágica. Es difícil explicar cómo de la muerte de nueve chicos y una profesora surge semejante despliegue de energía y alegría.
“Estar juntos nos hace fuertes”, recita Mónica. “No te desanimes, que lo bueno de caer es poder levantarse”, dice Rosana. Ellas y otro treintaipico de personas, susurran frases, versos de poemas, letras de canciones. Lo hacen por medio de tubos que apoyan en el oído de quien acepta recibir el susurro y su boca en el otro extremo. El susurro tiene un resultado armonioso. Provoca sonrisas, calma, saca del trasiego. Las y los Susurrantes (porque así, obvio, se llama el grupo de treintaipico) sonríen. La o el receptor indefectiblemente sonríe. Lo comprueba en los demás y en oído propio este cronista. De esa manera, empieza el despliegue. “Vení, vení –dice Mónica, que llama a una compañera–, vení que hacemos un estéreo.” Descripción: una canturrea una música en el oído izquierdo; la otra lee un poema en el derecho. Lo curioso provoca en clave de juego. Sonrisa de chico.
El reclamo es contundente y concreto. “9 años sin mejorar las rutas”, se desliza la frase en las cinco pantallas gigantes que miran a las graderías. Son 8 mil butacas y espacio para unas mil personas en el campo. A media tarde ya se sabe que llenan. “9 años sin control”; “9 años sin justicia”, dice también. La afirmación, en las pantallas gigantes, aplica un sentido concreto: la causa judicial que trata la Tragedia de Ecos no tiene sentencia todavía. Para la Cámara de Apelaciones de Rafaela, Santa Fe, con jurisdicción donde se produjo el choque, la causa prescribió. Pero el caso llegó a la Corte santafesina. El chofer del camión que conducía ebrio y se pasó de mano, murió. Los padres sostienen que parte de la responsabilidad la tuvo el conductor del micro, Oscar Atamañuk, por la alta velocidad que le impidió resolver. No está claro el resultado, pero lo cierto es que una prescripción deja un fuerte saldo negativo de la acción judicial.
Una serie de spots publicitarios se desarrollan en las pantallas. Publicitan previsión de choques, previsión de muertes. Promueven el uso del cinturón de seguridad, de abandonar por completo la idea de utilizar el celular (un fuerte y muy actual desafío cultural). En uno se subrayan las distracciones; en otro, la alarma que provoca no usar cinturón; un tercero muestra a una anciana que se distrae mirando a un hombre y cae en un pozo abierto en la vereda. Otro maneja a toda velocidad un autito a control remoto, hasta que suena el celular, atiende, habla, conduce, habla, esquiva, habla, se distrae y el autito vuelca e impacta contra un vidrio. Los accidentes evitables no son accidentes. Son la suma de irresponsabilidad y negligencia. Un conductor ebrio y la alta velocidad se deslizan todo el tiempo en el reclamo que se desarrolla en las pantallas, en las gradas, y en el campo.
“Nos llevó medio año organizar esto”, detalla a este diario Sergio Levin, padre de Lucas, uno de los nueve chicos fallecidos. Lo dice sentado en el piso del campo, mientras la música suena. Los grupos van pasando por el escenario. Todos remarcan de una y otra manera su mensaje de disociación: alcohol y celular son enemigos del volante. Levin es fundador de la asociación Conduciendo a Conciencia, promotora de los homenajes que se realizan cada 8 de octubre. “El primer año estaba como dormido –confió Levin–. El segundo quizás un poco menos. Ahora es distinto.”
Y entonces describe los músicos que pasan este 9º aniversario. León Gieco, Los Auténticos Decadentes, Los Tipitos, Julio y Agosto, Oscar Giunta, Patricia Sosa, Nico Carou, y sigue la lista. También “Si se tiene la oportunidad no se puede perder esta movida. Entrás de una manera y salís de otra”. Calcula que reunirán 50 toneladas al finalizar el recital. Serán donadas a cuatro escuelas de Santiago del Estero, cuatro de Chaco, seis de Corrientes, tres de Salta, dos de Jujuy y una de Catamarca. Son las mismas tareas de solidaridad que realizaban cuando chocó el micro, en la ruta nacional 11, el 8 de octubre de 2006. Benjamín, Daniela, Delfina, Federico, Julieta, Juli, Justine, Lucas, Nicolás y Mariana murieron. Pero se siente en el aire que se siguen riendo.
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