SOCIEDAD › RESCATARON EN JUNíN A LA NENA DE 6 AñOS SECUESTRADA EN EL PALOMAR, DONDE MATARON A SU MADRE Y HERMANO
El lunes hallaron a Sabrina Martín, de 24 años, apuñalada en su casa de El Palomar, junto a su hijo Ian, de 3 años. A Mía, su hija de 6 años, la buscaron casa por casa. Ayer la encontraron en Junín junto a un hombre, conocido de la madre, que fue detenido.
› Por Horacio Cecchi
A 270 kilómetros de su casa, en El Palomar, de donde había desaparecido el lunes sin dejar rastros, y a 10 cuadras de la terminal de micros de Junín, donde la habían reconocido ayer por la mañana, la chiquita de 6 años que era buscada por medio millar de policías, perros, fotos que recorrían los medios y las redes sociales para quedar pegadas en las retinas de la gente, apareció llevada de la mano de su presunto secuestrador, con rumbo incierto. No apareció sana y salva como se empezó a insistir en miles de titulares rebotados allá y más allá con la sana intención de decir que quien haya sido no le hizo daño físico. Alcanza con no quedarse con lo superficial, un mal de esta época. La chiquita fue secuestrada. Fue arrancada de su casa. Allí dejó, para no dejar jamás, la imagen de su madre y su hermano de tres años con los bordes de sus cuerpos atravesados por el más allá. Quizá no sean visibles las terribles marcas que sufrió. Habrá que informar que la chiquita fue destrozada por dentro, sin la urgencia de sus fotos porque ya apareció, sin necesidad de nombrarla ni invadir su intimidad.
Un maletero de la empresa Pullman General Belgrano, Raúl González, que bajaba valijas y paquetes del micro que acababa de llegar a Junín desde la CABA, conversaba ayer a la mañana con un colega, con un matutino abierto de par en par en una nota donde se veía la foto de la chiquita de 6 años, cuando vio bajar a la nena en brazos de un muchacho. “Estábamos conversando sobre ese tema porque acabábamos de ver la foto de la nena en el diario –dijo González a la prensa, con palpitaciones en aumento a medida que la ficha de aplomo que había logrado mantener incólume colgada, se desprendía y caía sobre su cabeza–. Tengo 65 años y 21 de trabajo en la empresa. Todavía no caigo, estoy como si estuviera en las nubes. Justo en ese momento apareció un hombre con una nena en brazos. Llamaba la atención porque era raro ver a una nena de seis años en brazos de un adulto; la nena era demasiado grande, a cualquiera le hubiera llamado la atención”, dijo, sin atender que al primero que se la había llamado era a él mismo. La nena tenía la cara cubierta con una capucha. Pero cuando pasó a su lado, por algún motivo desconocido pero que da pie a interpretaciones, se corrió la capucha mostrando su cara y le dijo “hola”.
“Ahí le vi la cara y me di cuenta de que era la nena, porque la acababa de ver en la foto del diario. El hombre preguntó si vendíamos pasajes para Santiago del Estero, pero le dije que Pullman no vendía a ese destino, que tenía que ir a Rosario. Entonces se dio vuelta y se fue.”
González preguntó a la supervisora de la empresa, Mirta Guevara, quien dio la orden de avisar a la policía. Dos oficiales de la policía local lo trataron de ubicar hasta que lo detectaron y lo siguieron. El hombre, que resultó ser Enrique Alcaraz, de 26 años, había caminado con la nena unas 10 cuadras, cruzando las vías a la altura de la estación de trenes y llegado hasta la avenida Rivadavia y Falucho, a dos cuadras del Hospital Interzonal General de Agudos donde los uniformados se le acercaron. En ese momento, según declararon luego los policías, el hombre dijo que la nena era hija suya, la presentó con su apellido y la asió fuerte de la mano. Cuando le preguntaron hacia dónde iba dio una dirección inexistente. Lo detuvieron y avisaron que posiblemente se tratara de la niña secuestrada en El Palomar, y que le habían secuestrado un cuchillo que posiblemente fuera el utilizado en el doble crimen de El Palomar.
Mientras, el fiscal Claudio Oviedo viajó en helicóptero junto a investigadores y familiares de la nena hacia Junín. La tía, Noelia Martín, dijo que “estamos un poco más tranquilos. Es una alegría, en medio de tanto dolor, que pudiéramos haberla encontrado”, sostuvo y desmintió que Alcaraz hubiera sido pareja de Sabrina, la madre de la nena. “Mi hermana había conocido a este muchacho en su trabajo en el cíber hacía unos meses y se habían hecho amigos, pero no fueron novios. Con el paso del tiempo y la confianza que fueron teniendo, este muchacho se ofrecía a cuidad a mi sobrina cuando mi hermana estaba en el trabajo, y Sabrina accedía porque confiaba en él.”
De alguna manera, el dueño de la carnicería La Central, de El Palomar, donde trabajaba Alcaraz, confirmaba la versión de la fuerte obsesión que parecía tener el hombre con la nena. “Adoraba a la nena y la nena lo adoraba a él. Varias veces la trajo al local. Estuvo acá el día anterior al lunes 9. Le di cien pesos para que la llevara a la casa con la madre. Esa fue la última vez que lo vi.”
Al mediodía, el operativo rescate se había iniciado. El secretario de Seguridad, Sergio Berni, los fiscales de la causa, Claudio Oviedo y María Cecilia Corfield, y una tía de la chiquita viajaban en helicóptero. Entretanto, la nena era contenida por dos psicólogos en la Coordinación Departamental de Investigaciones de Junín, uno de la fiscalía local y otro de la Dirección de Asistencia a la Víctima también de esa ciudad.
El martes por la noche se habían dado pasos desesperados en la búsqueda a medida que se obtenían más datos con los testimonios de la pareja de Sabrina, del padre de la nena y de una pareja anterior, y que apuntaban a Enrique Alcaraz, el único conocido de la víctima que no aparecía por ningún lado. Lo buscaron en casa de su madre, en Florencio Varela, donde la mujer dijo que lo había denunciado, y en casa de su padre, en el barrio El Palomo, de Merlo. El padre dijo que pasó (después de que se cometiera el doble crimen), a pedirle 300 pesos y que después se fue.
Ahora, los investigadores se imponen determinar si el hombre está vinculado con el crimen de Sabrina Martín y su hijo Ian, de 3. La información mediática, está claro, deberá torcer el rumbo. La niña ya apareció, viva, sin rasguños externos, ni sana, ni salva, y con toda una vida para intentar superar lo insuperable, con la ayuda excluyente de sus más queridos, y de especialistas. Sólo ellos.
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