SOCIEDAD › EL PAPA FRANCISCO INAUGURó EL JUBILEO EN LA BASíLICA VATICANA
Con la presencia del papa emérito Benedicto XVI, quien se sumó a atravesar la Puerta Santa, el papa Francisco dio comienzo a las celebraciones del Jubileo de la Misericordia. Asistieron autoridades del Estado italiano y de otras religiones.
› Por Elena Llorente
Página/12 En Italia
Desde Roma
Pese a la lluvia y al temor de atentados por las amenazas de los terroristas islámicos, miles de personas se dieron cita ayer en la Plaza San Pedro para la inauguración del Año Santo o Jubileo de la Misericordia, al que el papa Francisco dio comienzo abriendo la Puerta Santa de la basílica de San Pedro. El Papa cumplió con la ceremonia de la Puerta Santa cuando terminó la misa, celebrada por él en las escalinatas de la basílica. Francisco fue el primero en atravesar el umbral ubicado a la derecha de la puerta central de la basílica de San Pedro. Se trata de un gigantesco portón doble, en bronce, con distintas imágenes grabadas, realizado en 1950 y obsequiada por los católicos suizos al papa Pio XII. La puerta permanece cerrada por detrás con una pared que sólo se destruye en ocasión de un Año Santo. Tras Francisco, el segundo en atravesarla fue el papa emérito Benedicto XVI, apoyándose en un bastón y en un prelado que lo acompañaba. “Será un año para crecer en la misericordia”, dijo el papa Francisco, que pidió “abandonar toda forma de miedo”.
El presidente de Italia, Sergio Matarella, y el primer ministro italiano, Matteo Renzi, asistieron a la ceremonia. También se hizo presente una pequeña delegación de la Unión de Comunidades Islámicas Italianas.
En el Angelus, la oración que el Papa reza desde la ventana del Palacio Apostólico, Francisco pidió un saludo especial para el papa Benedicto XVI y la concurrencia de la plaza estalló en aplausos. A todos les deseó “un año pleno de misericordia, para ustedes y de ustedes hacia los demás”.
La jornada del papa Francisco siguió por la tarde en la plaza de España, un lugar tradicional donde hay una columna con una estatua de la Virgen María que los papas suelen visitar el Día de la Inmaculada Concepción para rendir homenaje. Ayer, allí, el Papa rezó por los pobres, los enfermos y los presos pero también “por los que han llegado de tierras lejanas en busca de paz y trabajo”, en expresa alusión a los inmigrantes que siguen llegando a Europa desesperados. También manifestó su esperanza “de una vida mejor, libre de esclavitud, de rencores y miedos”.
Más de 2000 policías, carabineros y militares hicieron guardia desde hace días y efectuaron los controles ayer, uno por uno, de las personas que asistieron a la ceremonia. La circulación de automóviles había sido prohibida y la zona estaba completamente libre de autos estacionados. El espacio aéreo de Roma también fue cerrado y sólo se veían de vez en cuando algunos helicópteros militares. Según el Vaticano hubo presentes unas 50.000 personas, una cantidad menor a la que ha participado en otras ceremonias encabezadas por el papa Francisco, que llegaron a ser más de 100.000. Y eso se vio ayer en las calles aledañas a la plaza, como la Via della Conciliazione, esta vez muy poco poblada.
Los asistentes consultados por este diario no se declararon inquietos por la posible amenaza terrorista vaticinada por algunos expertos. Teresa, argentina, oriunda de Córdoba, estudiante de Teología en la Universidad de la Santa Croce de Roma, explicó a Página/12 que estaba allí porque el Año de la Misericordia es “importante en este momento en el que se está planteado la guerra”. Y ante la pregunta sobre si tuvo miedo por la eventualidad de atentados dijo: “A lo mejor, en algún momento... Pero creo que el testimonio del Papa es más importante. El que no arriesga no gana”.
“Soy de Roma y musulmana”, dijo por su parte Sayidah. “Estoy aquí en la plaza San Pedro porque la jornada de hoy nos representa. La misericordia incluye tanto al cristianismo como al islam que son religiones de misericordia. Esta es una jornada de hermandad, de paz.” Y ante la pregunta sobre si el Papa podía hacer algo por la paz respondió: “Seguramente. Es una persona muy respetada, no sólo en Italia”. Gregorio, un joven obrero de una fábrica de muebles de Foligno (Umbria, Italia central), que acudió al Vaticano con sus padres y su hermana, dijo haberlo hecho “para encontrar un poco de serenidad. Creo que el Papa nos la puede dar. Las palabras del papa siempre ayudan”. ¿Miedo? “Hablamos sobre esto cuando veníamos en el auto. Pero el miedo no nos bloqueó”, agregó. Julio, un empleado filipino, que vive en Roma hace más de 20 años, dijo que nunca tuvo miedo por las amenazas y que espera que el Papa “pueda hacer algo por la paz, que la gente escuche realmente lo que él dice”.
La jornada concluyó con un evento insólito y extraordinario. Teniendo en cuenta la conferencia sobre cambio climático, que todavía se desarrolla en París, y dado que se interesa en temas ecológicos como demostró su primera encíclica Laudato sí, Francisco permitió que, por primera vez en su historia, la cúpula y el frente de la basílica de San Pedro fueran utilizados como una gran pantalla para proyectar imágenes de fotógrafos famosos sobre el cambio climático y su impacto en la ecología.
El efecto este Año de la Misericordia conmemora también el cincuentenario de la conclusión del Concilio Vaticano II en 1965. Este evento significó una verdadera revolución para la Iglesia, acercándola a los pueblos por distintos medios, entre ellos permitiendo que las celebraciones religiosas se oficiaran en los idiomas locales y no en latín y que se acompañaran con cantos populares. Después del Concilio Vaticano II y en parte como su consecuencia, surgió en América latina la llamada Teología de la Liberación con teólogos como el peruano Gustavo Gutiérrez y el brasileño Leonardo Boff, que pretendían así acercarse a los pobres. Si bien fue muy criticada durante el papado de Juan Pablo II, la Teología de la Liberación está actualmente siendo revalorada.
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