Mié 20.04.2016

SOCIEDAD  › AGRAVAN LOS CARGOS A LOS ACUSADOS POR EL TALLER INCENDIADO DE CABALLITO

Además de fuego, esclavitud

Los dos enjuciados por las seis muertes de la textil clandestina de la calle Viale llegaron al juicio acusados de “incendio culposo seguido de muerte”. Ayer, el fiscal consideró que también habían reducido a servidumbre a los empleados, un delito más grave.

En un vuelco importante para los objetivos que se habían planteado los querellantes, el fiscal del juicio por el incendio en el taller de la calle Luis Viale al 1200, en el barrio porteño de Caballito, amplió la acusación contra los dos imputados y les adjudicó también el delito de “reducción a la servidumbre”. Los que están en el banquillo son los ex capataces del taller, el argentino Juan Manuel Correa y el ciudadano boliviano Luis Sillerico Condorí, quienes llegaron al juicio oral en libertad, bajo el cargo de “incendio culposo seguido de muerte”. El fuego, que se produjo el 30 de marzo de 2006, provocó la muerte de cuatro niños, un adolescente de 15 años y una mujer embarazada.

El juicio comenzó el lunes con la lectura de la acusación inicial, y en la sesión de ayer el fiscal Fabián Céliz resolvió ampliar la acusación contra Correa y Sillerico. El delito de “reducción a la servidumbre” tiene una pena de hasta 15 años de prisión. De ahora en más, la parte querellante tratará de avanzar en la segunda de las metas que se propusieron: encontrar elementos que permitan abrir un segundo juicio contra los dueños de la fábrica de la calle Galicia 1241, que era la que aportaba la materia prima y la que le compraba la producción al taller de la calle Luis Viale.

Los propietarios de esa fábrica, ubicada a 150 metros del taller incendiado, son Jaime Geiler y Daniel Fischberg, quienes formaban parte de una sociedad que producía una serie de marcas de indumentaria masculina que se comercializaba en negocios ubicados sobre la calle Avellaneda, en Flores, y en el barrio porteño de Once.

El fiscal Céliz denunció también por “falso testimonio” al testigo Oscar Carbajal Mamani, quien declaró a favor de los imputados, pero al responder las preguntas formales de los jueces, respecto si tenía algún tipo de parentesco con los imputados, omitió decir que es pareja de la hija de uno de ellos, de Sillerico Condorí. El fiscal, para más dato, señaló que Mamani vive en la casa del acusado.

El Tribunal Oral 5, integrado por los jueces Adrián Pérez Lance, Rafael Alejandro Oliden y Fátima Ruiz López, informó a las partes que decidirá sobre el pedido del fiscal recién cuando finalice el juicio, cuya sentencia se presume que ocurrirá a mediados de mayo.

El 30 de marzo de 2006 un desperfecto eléctrico generó el recalentamiento en el cable de un televisor de la planta superior del taller, que también funcionaba como vivienda de los costureros y sus familias. En el incendio fallecieron Harry Douglas Rodríguez Gómez, de 4 años; Juana Vilca Quispe de 25 años, quien estaba embarazada; Elías Carbajal Quispe, de 10; Rodrigo Quispe Carbajal, de 4; Wilfredo Quispe Mendoza, de 15, y Luis Quispe, de 4.

Ayelén Arcos, integrante de una asociación que participa de una campaña para pedir justicia para las víctimas del incendio, sostuvo que “los empresarios Geiler y Fischberg eran dueños de la fábrica donde se cortaba la tela del jean que se cosía en Luis Viale, eran dueños de otro taller que estaba a 200 metros, eran dueños del inmueble y de las únicas marcas para las que producía el taller que eran Woll, JD y LDVLordeville”.

Consideró, tomando en cuenta esos elementos que “no hay forma de que ellos desconocieran la forma en la que se producía” en el taller que se incendió. “De hecho –agregó–, los vecinos que van a declarar en el juicio van a dar testimonio de que ellos estaban todo el tiempo en la zona”.

En el taller de Luis Viale, que había sido habilitado en 2001 para que funcionaran allí cinco máquinas, en un momento trabajaron 45 costureros, hombres y mujeres, procedentes en su gran mayoría del pueblo de Cantón Cohana, ubicado a 100 kilómetros de la ciudad de La Paz. Además de trabajar a destajo, desde las 7 de la mañana a las once de la noche, los costureros nunca cobraron el salario que les habían prometido.

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