SOCIEDAD › UN ESTADIO DE FúTBOL CONVERTIDO EN MORGUE GIGANTE
“Ahí está la morgue.” Muchos llegaban ayer en busca de seres queridos al estadio de fútbol de Pedernales, epicentro del potente sismo en Ecuador, donde féretros amontonados bajo el sol abrasador y carpas para atender heridos evidenciaban la dimensión de la catástrofe, que dejó ya 480 muertos, 2560 heridos y unos 1700 desaparecidos.
Donde antes se gritaban goles, ahora funciona el Centro de Operaciones de Emergencias (COE) de este balneario en el norte del Pacífico ecuatoriano, el lugar más afectado por el terremoto de magnitud 7,8 que el sábado sacudió al país andino.
En el improvisado depósito de cadáveres, expertos de criminalística y de la fiscalía, de uniforme blanco, identifican los cuerpos recuperados entre los escombros de viviendas y hoteles de esta localidad de 60.000 habitantes y con un flujo de turistas que puede alcanzar los 40.000 en temporada alta. Socorristas y auxiliares de enfermería atienden también allí a los lesionados. “Acá recibimos a los heridos porque en el subcentro apenas hay tres camas y no es para hospitalización. No tiene quirófano”, explica un médico del ministerio de Salud.
Las primeras 24 horas después del terremoto fueron las más caóticas para el personal sanitario, que debió acostar a los pacientes sobre el césped e incluso habilitó un helipuerto en mitad de la cancha para trasladar a los más graves a hospitales cercanos. Quienes buscaban a familiares desaparecidos llegaban con la esperanza de hallarlos vivos. Pero con el paso de las horas, se acercaban a reclamar los cuerpos.
Tres días después del devastador terremoto, féretros vacíos, recibidos de donaciones, se apilaban en una esquina. Los había grandes y pequeños, de diversos colores, con y sin agarraderas, y hasta personalizados para aficionados al fútbol: uno azul del Emelec, otro amarillo del Barcelona, otro de la Liga.
Los cuerpos de 154 personas que murieron en Pedernales fueron identificados y entregados desde el sábado, entre ellos los de siete extranjeros: tres cubanos, dos colombianos, un inglés y un dominicano.
Mientras, la rabia y la impotencia crecen entre los sobrevivientes por la lentitud en la llegada de los socorristas a las zonas destruidas. “El rescate ha sido muy lento y se han perdido vidas valiosas. Nosotros los familiares hemos estado aquí desde el sábado por la noche”, exclama Pedro Merro, cerca del mercado municipal de Manta, en la golpeada provincia de Manabí.
Su prima desapareció al colapsar la estructura del tres pisos junto al mar en esta ciudad. Bajo un sol abrasador, el olor de los cuerpos en descomposición se vuelve más fuerte a medida que pasan los días en esta localidad de 253.000 habitantes. Un centenar de cuerpos fueron retirados de los escombros. Pero el número de desaparecidos se desconoce.
Luis Felipe Navarro, propietario de un edificio en ruinas cerca del mercado, está convencido de que hay personas vivas entre el amasijo de hormigón y acero. “He recibido mensajes a mi teléfono. Me dicen que hay diez en una especie de cavidad. Pero los equipos de rescate no me escuchan.”
El sismo dejó además 805 edificios reducidos a escombros, carreteras reventadas e infraestructuras colapsadas en zonas de alta concurrencia de turistas. Bajo los escombros quedan todavía muchas personas atrapadas.
Además, casi 3 mil personas fueron trasladadas a albergues.
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