SOCIEDAD › AMANCAY, LA BALLENA FRANCA VARADA EN LA COSTA RIONEGRINA, MURIó LUEGO DE OCHO DíAS
La ballena franca, un espécimen joven que había encallado en la arena de Caleta de los Loros, a 130 kilómetros de Viedma, muríó después de estar varada ocho días. Las mareas no fueron lo suficientemente fuertes y profundas para que se recuperara.
La ballena franca austral varada en la Caleta de los Loros, a 130 kilómetros de la ciudad rionegrina de Viedma, no sobrevivió y murió el sábado último luego de permanecer en el mismo estado y fuera de su hábitat natural durante ocho días. Desde que encallara en esa depresión de la costa atlántica, Amancay –bautizada así por los lugareños– fue asistida por guardas ambientales y vecinos del sector, pero todos los esfuerzos por devolverla al mar fueron infructuosos. La Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable solicitó a la población no acercarse al ejemplar, dado que su cuerpo entró en descomposición y puede transmitir enfermedades. Dos años atrás, un cachalote había aparecido en la playa rionegrina de El Cóndor y también murió.
El pasado 24 de junio, la ballena franca austral había sido detectada varada en la arena de la mencionada zona rionegrina. Ese día hubo vientos fuertes desde el sur y la marea era más alta de lo habitual. “Creemos que llegó con la pleamar de las 3 de la mañana. Un poblador fue quien la encontró, le avisó a su esposa y ella misma nos avisó”, dijo por entonces Antonella Lema, una de las primeras guardas ambientales que acudió al lugar.
Para poder llegar hasta la ballena se usaron vehículos especiales para eludir medanales y los rescatistas debieron atravesar dos kilómetros en línea recta por un cangrejal. “Cuando llegamos estaba subiendo la marea y ella estaba muy enérgica, se movía con mucha fuerza, por lo que nos acercamos con cuidado”, recordó Lema. Enseguida, el cetáceo volteó hacia la playa y se arrimó hacia la orilla, encallándose aún más. Desde entonces permaneció en el mismo sector, que los propios guardas ambientales definieron como una “trampa natural”.
Especialistas del Instituto de Biología Marina (IBM) llegados al lugar detallaron que se trataba de un ejemplar juvenil de ballena que no estaba enfermo, ni presentaba lesiones de ningún tipo. Ahí se pudo determinar que se trataba de una hembra y rápidamente fue denominada Amancay por los pobladores de Viedma. El cetáceo tenía unos 12 metros de longitud y pesaba más de una tonelada. “Creemos que la falta de experiencia, las condiciones climáticas y la propia marea hicieron que ingresara a Caleta”, indicaron los ambientalistas.
En un primer momento se dispuso un operativo especial para intentar devolver al mar a la ballena; pero este objetivo no pudo alcanzarse porque las mareas no fueron suficientemente fuertes como para arrastrar al cetáceo hasta aguas profundas. Personal de la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la provincia de Río Negro e integrantes ambientalistas de San Antonio Oeste habían alertado a los pescadores de la zona a que no se acerquen para no alterar al animal.
La Caleta de los Loros es una depresión de la costa marina que se interna unos 3 kilómetros en el continente, en la cual se desarrolla un ambiente de marisma que consiste en amplias planicies y canales de mareas, dunas y bancos intermareales. En la zona crecen praderas de pastos salinos conocidos como espartillares, que actúan como filtro a los sedimentos y albergan cangrejales del fango y colonias de mejillones. Esta rica fauna invertebrada proporciona abundante alimento para las aves, ya que esta área es frecuentemente visitada por flamencos, patos vapores, gaviotines de pico grueso, cisnes de cuello negro y chorlitos migratorios de varias especies, por lo que fue declarado un sitio prioritario para la conservación de las aves en la Argentina. Dado que es un área protegida, dentro de la caleta y en las playas no está permitido circular con vehículos a motor ni realizar actividades extractivas.
Hasta aquí vino a parar el enorme mamífero. Con más de una semana sin alimentarse y el aplastamiento de sus órganos internos tras estar tantos días en tierra, la agonía de Amancay llegó a su fin. “Dimos todo lo que pudimos. Uno humaniza la situación y percibe el sufrimiento del animal. Lo que tenemos claro, que es algo propio de la naturaleza, es que no hubo intervención de la actividad del hombre en este varamiento”, concluyó Lema.
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