Jue 11.08.2016

SOCIEDAD  › LA SEGUIDILLA DE DENUNCIAS POR LA VIOLENCIA SEXUAL EN EL ROCK

Un debate que crece

Las denuncias por abuso contra Miguel Del Pópolo y Cristian Aldana abrieron otra mirada sobre la escena. No fueron los primeros casos conocidos, pero sí los primeros en ser considerados judicialmente.

› Por Juan Ignacio Provéndola

Las declaraciones de Gustavo Cordera en la charla de TEA Arte reavivaron un debate abierto a fines de abril, cuando una serie de denuncias públicas sobre Miguel del Pópolo (cantante de la banda La Ola Que Quería Ser Chau) evidenciaron la problemática de la violencia de género en el rock argentino.

En ese entonces, dos mujeres habían difundido videos en los que señalaban a Del Pópolo como autor de varios hechos de violencia sexual. Las imágenes se viralizaron rápidamente por las redes sociales y, al mismo tiempo, abrieron la puerta a otros reclamos que apuntaban a músicos de diversas bandas.

El caso más resonado fue el de Cristian Aldana, líder de El Otro Yo, cuestionado por una ex pareja de él y luego por más mujeres, todas ellas menores de edad. En medio de la viralización de las denuncias, se creó una página de Facebook con el título “Víctimas de Cristian Aldana”, que hoy cuenta con casi cuatro mil seguidores. Parte de la información recogida allí permitió a la Unidad Fiscal Especializada en Violencia de Género contra las Mujeres (UFEM) tomar seis testimonios, con ellos realizó una denuncia formal, que derivó en una investigación por parte de la Fiscalía de Instrucción 38.

“Las mendacidades y falacias mencionadas no tienen asidero legal alguno”, se defendió entonces Aldana a través de un comunicado. Luego de radicar la denuncia, su ex pareja publicó en su perfil de Facebook: “Dudar de una víctima es ser cómplice y apoyar a una red enorme de abusadores, violadores y golpeadores que hoy están ejerciendo esto con infinidad de mujeres y varones”.

Por ese entonces circularon dos comentarios que irritaron y abrieron aún más la herida iniciada a causa de los cuestionamientos hacia la cultura rock que habilitaron los casos de violencia sexual en ese mundo. Uno fue de Wallas Cidade, quien en un show de su banda, Massacre, ironizó sobre una de las denuncias a Del Pópolo. “En el video (la chica) dice que la violaron dos veces. ¿Qué hicieron entre violación y violación? ¿Se fumaron un pucho?”, expresó el cantante ante su público.

En esos días, se reprodujeron dos entrevistas que Ciro Pertusi había ofrecido en 1997, cuando aún era cantante de Attaque 77. En ellas admitía tener fantasías con menores de edad. “He vivido buenos amores platónicos con chicas de siete años, cosas muy lindas, de vernos y tener deseos el uno del otro. Pero hay gente a la que no le podés hablar de esto”, había confesado Pertusi a la revista Inrockuptibles.

Ambos artistas tuvieron que hablar públicamente para aclarar los dichos, desdecirse y disculparse.

Otro músico denunciado fue Alan Eric Martensen, cantante de Tarantos. Al menos cuatro mujeres lo acusaron de violencia verbal, psicológica y hasta física. Una de ellas realizó una exposición formal en la Oficina de Violencia Doméstica a mediados de julio.

Años antes de la ola de denuncias y acusaciones de 2016, hubo también artistas reconocidos que estuvieron involucrados en episodios de abuso. En julio de 2014 había trascendido que Juanse Gutiérrez, ex líder de Los Ratones Paranoicos, estuvo imputado en Jujuy por abuso sexual. “¡Fue una cama!”, aseguró un año después al diario Clarín, tras ser consultado al respecto. “No fue en Mónaco, fue en Jujuy, ¿entendés? La mina más alta es como esta parrilla. Esta parrilla es más linda, y no hablo de belleza, sino del estado en el que estaban todos. Con la mujer que tengo, no voy a ir a Jujuy a encerrarme con un mamarracho”. Por las dudas, añadió: “Ojo, no tengo diferencial racial”.

Las resonantes declaraciones derivaron en una intervención del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI), quien citó al músico para que diera explicaciones sobre aquellas declaraciones periodísticas. Finalmente, Gutiérrez tuvo que ofrecer disculpas y dejarlas asentadas por escrito en una carta en la que aseguraba: “no ha sido (mi) intención ofender, agraviar y menoscabar de ningún modo al pueblo jujeño, y mucho menos a las mujeres de esa bendita provincia”.

El primer antecedente público acaso haya sido el de Charly García, quien a fines de los 90’ se obsesionó con Florencia Zabala, entonces menor de edad. El músico solía esperarla a la salida del colegio de Ituzaingó donde Zabala, de 17 años, cursaba el secundario. La situación llegó a niveles intolerables y la chica realizó una denuncia que derivó en un episodio insólito: García terminó a los golpes con los padres de Florencia y también con dos policías que pretendían contenerlo. A pesar de que la relación se configuraba a las claras como estupro, el músico sólo fue imputado por resistencia a la autoridad. Dos años después fue sobreseído de esa causa y el hecho quedó como una simple anécdota, que hoy se relee distinto en un escenario de crecientes denuncias por violencia de género en la cultura rock de Argentina.

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