SOCIEDAD
Guarda
› Por Juan Sasturain
Es sabido que el Diego nunca arruga,
que se la banca y que le sobra cuero
para Havelange o para el cartonero
al que siempre se le escapa la tortuga.
También es cierto que hablando te subyuga
como hacía con la zurda en el potrero
y que podrá negar, sordo y severo,
lo que no fue otra cosa que una fuga.
Porque esta vez no hay culpa de Guillermo
ni hay trampa con la guita o el contrato.
Te queremos, Diego, pero estás enfermo:
irte a una quinta a pasar el mal rato
con una banda de cabezas de termo...
No vayas a terminar en la del Ñato.