SOCIEDAD
› UN PUEBLO MISIONERO AZOTADO POR UN TORNADO
Temporal en Puerto Esperanza
En cinco minutos, un vendaval arrasó con 1500 viviendas precarias. Cayeron postes de luz y teléfono y árboles, pero no hubo víctimas.
“La casa empezó a caerse encima nuestro y nos tuvimos que refugiar con mi familia abajo de la mesa”, relata Juan Márquez a Página/12. Ayer, debajo de la lluvia, Márquez miraba con impotencia los restos de la que fue su casa. Es uno de los 5 mil damnificados de la ciudad misionera de Puerto Esperanza, ubicada a 270 kilómetros al norte de Posadas, donde el martes por la noche un tornado con lluvia, granizo y vientos huracanados de más de 100 kilómetros por hora provocó, en cinco minutos, voladuras de techos de 1500 viviendas, caída de postes del tendido eléctrico y de teléfono y centenares de árboles caídos. Pese al desastre, no hubo víctimas.
El tornado devoró viviendas –algunas fueron arrancadas de sus cimientos– en seis barrios carenciados de la ciudad, construidas, en su mayoría, con madera y techos de chapa de cartón. Allí, el paisaje ayer era desolador: miles de personas –mujeres con sus hijos en brazos, niños y ancianos– caminaban debajo de la lluvia y en medio de calles embarradas hacia un refugio seguro, el Club de Madres y el Polidepotivo que, por otra parte, perdió la mitad de su techado. Mientras, los hombres se quedaban en lo que fueron sus casas en custodia de lo que quedó.
“Fue algo muy brusco, tan rápido que no puedo creerlo”, cuenta a este diario Mario Guerrero. Estaba durmiendo en su casa, junto a su mujer y sus cuatro hijos de 11, 8, 4 y 8 meses, cuando se desató el tornado. “Nos asustamos. En un minuto se vino todo abajo, se voló el techo, se mojaron los colchones y la ropa, nos quedamos con lo puesto”, agrega Guerrero, quien vive en el barrio Nueva Esperanza, uno de los más afectados. Ayer, Guerrero custodiaba su casa –“lo poco que quedó”–, mientras su familia se refugiaba en el Polideportivo de la ciudad.
“Yo agarré a mi mujer y a mis dos hijos de 3 y 5 años y nos metimos debajo de la mesa mientras toda mi casa se caía encima nuestro. No me quedó nada”, continúa Juan Márquez, quien está desocupado desde hace cuatro meses y no sabe qué va a hacer para recuperar lo que perdió. El desastre afectó incluso a un geriátrico, que perdió la totalidad de su techo y obligó a evacuar a 28 ancianos allí alojados. Aunque ayer por la tarde pudieron regresar, después de que se repusieron las chapas.
Sin luz. Sin clases –muchas escuelas también perdieron sus techos–, viviendas destrozadas y calles atravesadas por palos del tendido eléctrico: el panorama obligó desde la madrugada de ayer al intendente, junto a personal de Defensa Civil, Policía y Bomberos, a recorrer la zona afectada para resolver emergencias. El cuadro podría empeorarse si las lluvias persisten porque desbordaría el arroyo Yarará, que cruza la ciudad.
“Los destrozos son innumerables. Pero gracias a Dios no hay víctimas fatales. El gobernador (Carlos Rovira) envió camiones con chapas y víveres. Estamos trabajando y recorriendo los barrios afectados entregando bolsones con mercadería y chapas”, dice a este diario el intendente de la ciudad, Gilberto Grubert. “Necesitamos ropa de abrigo y colchones”, agrega el director de Defensa Civil, Lisandro Silvero. Y advierte sobre el drama que puede venir: “Se avecina un frente de frío polar”.
A las 18 de ayer, la oscuridad se adueñaba de Puerto Esperanza. Un lugar donde a miles de habitantes sólo les queda eso, la esperanza.
Informe: Silvia Marchant.