SOCIEDAD
› ENCONTRARON 84 CADAVERES APILADOS EN UN DEPOSITO
Negocios truchos bajo tierra
En el cementerio de Formosa, los familiares descubrieron que en las tumbas de sus seres queridos descansaban otros restos. Los cuerpos eran removidos y las parcelas eran revendidas.
En un cementerio de la ciudad de Formosa descubrieron que 84 cadáveres se habían hecho humo. El hallazgo se produjo el jueves pasado, tras la denuncia ante la Justicia de decenas de familiares que aseguraban que las tumbas de sus seres queridos habían desaparecido misteriosamente del cementerio Virgen del Carmen formoseño. En su lugar, los familiares encontraron las tumbas de otras personas. Los reclamos comenzaron hace cuatro años, pero la extraña situación recién cobró notoriedad cuando los denunciantes se presentaron ante el secretario de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde. Investigan si hubo fraude en la venta de parcelas.
Un día de noviembre de 2000, Alejandro Briamonte fue a visitar la tumba de su madre. Como acostumbraba, caminó con su esposa y familiares en dirección al Lote D. Pero al llegar, no encontró nada. Primero buscó en uno y otro sentido. Después creyó que había equivocado el rumbo. Buscó y buscó, pero no encontró ni rastros. Entonces, se dirigió a las autoridades del cementerio buscando aclarar una situación demasiado oscura.
“El panteón estaba mal ubicado”, le contestaron empleados del establecimiento. “La orden vino de arriba”, dijeron ante la insistencia de Briamonte. El desventurado hombre, semanas después y siguiendo las indicaciones que arrancó de a sílabas a los encargados, se topó con el cuerpo de su madre en un ataúd arrumbado en el depósito e identificado con el número 1. Entonces, realizó la denuncia policial y el reclamo pasó a la Justicia local. Fue el primero de una seguidilla de casos similares.
Las denuncias aumentaron. Algunos llegaban al cementerio a visitar a sus familiares y encontraban tumbas de otras personas: la placa con el nombre de otro difunto se convertía en la prueba irrefutable. Sin embargo, en la Justicia el caso parecía muerto. “A principios de este año, elevamos el reclamo al secretario de Derechos Humanos –Eduardo Luis Duhalde– y recién ahí tuvimos respuesta”, detalló a Página/12 Briamonte.
El juez de instrucción Arturo Arroquigaray –en quien recayó la causa en marzo último– realizó el jueves pasado un operativo, junto a personal policial y médicos forenses, en el depósito del cementerio. Allí, los investigadores descubrieron no uno, ni dos, ni tres, sino 84 cadáveres, apilados uno sobre otro, distribuidos en bolsas de consorcio, de arpillera y en ataúdes. “Es atroz y denigrante que se haya lucrado con los restos de nuestros seres queridos”, afirmaron familiares que fueron ese día al lugar para colaborar con los peritos en la identificación de los restos.
“Esto no tiene perdón, la Justicia debe actuar con todo su peso sobre los funcionarios que cometieron este brutal acto de desprecio hacia nuestros seres queridos, para quienes creíamos que estaban descansando en paz, pero resulta que se los trató como basura”, afirmó entre sollozos un hombre que no salía de su asombro ante la situación.
“Todavía no tenemos imputaciones concretas, la causa se inició contra quien resulte responsable del delito. Estamos en plena investigación”, detalló a este diario Arroquigaray. Sin embargo, los familiares apuntaron a la administración del anterior intendente de la zona, el radical Gabriel Hernández.
La causa está caratulada por “violación de los deberes de funcionario público, fraude por la venta de parcelas más de una vez y hurto”. Además, se vendieron parcelas ubicadas en los pasillos del cementerio. Y en otra causa se investiga la aparición de restos de ataúdes en el basurero San Antonio de la ciudad, manifestó Arroquigaray.
“Los médicos forenses están en plena tarea de identificación de los cadáveres. El jueves se hizo una especie de paneo a los efectos de establecer la metodología del trabajo entre la Justicia y la policía. Posteriormente comenzará la etapa de declaraciones a empleados del establecimiento”, informó el magistrado.
El jueves pasado, cuando personal policial abrió el depósito, un hedor nauseabundo volteó a quienes debían realizar el operativo y también a familiares que querían presenciar el acto. En ataúdes y bolsas los cadáveres estaban “encimados como perros muertos”, describió Abriamonte.
“El olor era insoportable, era irrespirable, lo que obligó sacar todo afuera del recinto, para que los médicos forenses realizaran la identificación de los cadáveres, donde también contamos con la ayuda de familiares”, señaló Arroquigaray. Sin consuelo, un hombre reconoció el ataúd que pertenecía a un familiar, pero adentro estaba el cadáver de otra persona. “Mi madre no estaba en su ataúd, sino en una caja metálica, podrida y rota y estaba identificada con el número 1, el mismo que la identificaba en el año 2000. Mi corazón me dijo que allí estaba ella. Yo sólo pido justicia –reclamó Briamonte–. No me voy a hacer el estudio de ADN, tengo 70 años y estoy enfermo. La voy a trasladar a otro cementerio. Sólo quiero que mi madre descanse en paz.”
Informe: Silvia Marchant.