SOCIEDAD
› TRAEN DE MIAMI A UN ACUSADO DE ESTAFAS CON AUTOS
Extraditado joya, nunca taxi
Operaba en Mar del Plata y otras ciudades. Según la denuncia, vendió decenas de autos prendados sin advertirlo al cliente.En Miami ya había sido condenado. Su mujer también está presa.
› Por Carlos Rodríguez
El argentino Ariel Walter Schneir, de 44 años, tuvo ayer su regreso sin gloria: acusado por cometer no menos de 80 estafas en la venta de cero kilómetros en Mar del Plata y otras ciudades del país, fue traído desde Estados Unidos para ser juzgado en la Argentina. Schneir ya fue condenado por otros negocios ilícitos que realizó durante unos pocos pero fructíferos años de permanencia en Miami. En medio de la malaria, Schneir tendrá la alegría de reencontrarse aquí con su mujer, Dalia Baquero, de 52, pero nada es perfecto: ella también está presa y acusada por los mismos delitos. Los cargos van desde estafa hasta asociación ilícita, pasando por un delito poco frecuente que se llama “estelionato”. Lo cometen quienes, a sabiendas, venden un bien, en este caso los autos cero kilómetro, sin advertirle al comprador que están sujetos a una prenda y con posibilidad de embargo. Hay 80 damnificados particulares y el ex Banco Roberts, hoy HSBC, tenedor de las prendas que nunca fueron saldadas.
A Schneir, oriundo de Pergamino, le gusta viajar. En 1995 se fue a Miami con su mujer y allí hizo negocios clandestinos, siempre en el mercado automotor. Dos años después, cuando la Justicia norteamericana los buscaba, resolvieron volver a la Argentina. Se asentaron primero en Mar del Plata, donde Schneir se convirtió en el presidente de la firma Latic S.A., una concesionaria de automotores que luego se llamó Cilat S.A. –casi un juego de palabras–, más tarde Latic Exclusivos S.A. y finalmente Latic Company S.A. Tan bien iban los negocios que abrieron sucursales en Dolores, Necochea, Tucumán y en la Capital Federal. El crecimiento de las sucesivas empresas fue vertiginoso al principio, pero la caída final fue calamitosa, para los clientes.
En algún momento de 1998, el matrimonio Schneir volvió a emigrar, nuevamente hacia Miami. No pensaban regresar porque se llevaron todo en un buque a vapor de la compañía estadounidense Maritime Service. “En el barco, que partió del puerto de Mar del Plata y tardó un mes en llegar a Miami, se llevaron todos los muebles y efectos personales”, explicó a Página/12 el subcomisario Salvador Bellusci, de Interpol de Argentina, quien se encargó de traer de vuelta al hijo descarriado.
En Miami, a poco de llegar, la pareja cayó en las redes que les habían tendido la Interpol local, el FBI y el servicio de marshalls (comisarios) del Estado de Florida. Schneir fue condenado a dos años de prisión y su esposa, declarada inocente en ese juicio, fue extraditada a la Argentina en 1999, a solicitud del juez marplatense Ignacio Viñas, que había iniciado la investigación sobre los delitos cometidos aquí. Schneir fue condenado a dos años de prisión en Estados Unidos y ayer regresó en el vuelo 1211 de Aerolíneas Argentinas, escoltado por personal de Interpol.
En otro avión fue llevado a Mar del Plata, donde mañana sería indagado por el juez Jorge Daniel Peralta, actual responsable de la causa, en la que también está imputada Dalia Baquero. Se trata de un cóctel de acusaciones: “Defraudación por esteliolato reiterado, defraudación por administración fraudulenta reiterada, falsificación de documento privado y estafa en concurso ideal, defraudación por suscripción engañosa de documento y asociación ilícita”. Una poción que, mezclada en el punto justo, puede llegar a sumar una pena superior a los diez años.
La metodología del matrimonio era de lo más variada. Podían vender planes de ahorro, cada uno más de una vez, a distintos compradores en diferentes provincias. Eso significaba que a cada unidad la vendían varias veces. El problema se produjo cuando llegó la etapa de entregar los autos. El matrimonio había conseguido adquirir un lote importante de cero kilómetros: de un capital inicial de 12.000 pesos llegaron a la quiebra con un monto estimado en más de 16 millones de pesos. Las unidades las compraron con créditos concedidos por el Banco Roberts, que ponía un embargo sobre cada vehículo. La pareja nunca informó a los compradores sobre la prenda, de manera que cuando terminaban de pagar y querían hacer la transferencia, les quitaban la unidad porque eran deudores morosos. Se presume que reunieron unos 37 millones de dólares. Ahora tienen que pagar los platos rotos.