SOCIEDAD
Silencio y dolor en la despedida de los mártires de Río Turbio
Todo el pueblo acompañó a las víctimas, mientras los socorristas seguían buscando a los siete obreros atrapados en el socavón. “Sin la devastación que produjo la ex concesionaria, esta tragedia se hubiera evitado”, denunció un gremialista.
› Por Mariana Carbajal
En un día gris y helado, como la tristeza de sus corazones, los habitantes de Río Turbio despidieron ayer a los operarios muertos en el yacimiento de carbón, mientras continuaba la búsqueda de los siete compañeros desaparecidos. A paso lento, una multitud silenciosa acompañó el cortejo fúnebre por la avenida principal, De los Mineros, hasta el cementerio. Los acordes de una banda militar –llegada especialmente desde Río Gallegos– le dieron al sepelio el clima de una despedida de héroes caídos en combate. Para sus familiares y amigos lo eran: la mayoría de los mineros que dejaron la vida en el socavón estaban en condiciones de jubilarse (por edad o años de aportes), pero seguían trabajando bajo tierra para poder cobrar un salario más digno que les permitiera alimentar a sus proles, según reveló a Página/12 Alejandro Barriga, minero y secretario gremial de ATE-Santa Cruz. “Sin la devastación que produjo en el yacimiento el ex concesionario, esta tragedia se hubiera evitado: la empresa eliminó a los botoneros, operarios encargados de controlar el funcionamiento de la cinta transportadora del carbón (donde se originó el fuego) y los reemplazó por paneles eléctricos. Si hubiesen estado ellos, hubiesen alertado antes de la presencia de las llamas y todos habrían podido salir con vida”, denunció.
Ataviados con su equipo de trabajo, mamelucos azules y cascos con la luz encendida, centenares de mineros formaron una suerte de guardia de honor a la salida del Centro Cultural de Río Turbio, donde se velaron los cuerpos de seis de los mineros tragados por el yacimiento; el séptimo había sido ubicado el miércoles, pero recién pudo ser sacado ayer por la tarde. Compañeros de trabajo de las víctimas cargaron los cajones hasta los coches fúnebres. La salida de los féretros hizo que la multitud estallara en aplausos en la calle. Los rostros llorosos daban cuenta del dolor de esa comunidad arrasada por la tragedia que comenzó el lunes por la noche, cuando se inició un incendio en la mina, en momentos en que se hacía un cambio de turno de operarios y quedaron catorce trabajadores atrapados en los túneles del yacimiento. El dolor infinito de los deudos se mezclaba con la profunda angustia de los que esperan que un milagro les devuelva vivos a sus familiares todavía desaparecidos.
En una gran marcha silenciosa, unos cuatro mil habitantes –de los 10.000 que viven en Río Turbio– escoltaron el cortejo fúnebre hasta el cementerio. A medida que avanzaba la procesión, varios vecinos salieron de sus casas para darles el adiós desde la vereda a los mártires de Río Turbio. Uno de los momentos más emotivos fue cuando el cortejo pasó frente a la vivienda de Héctor Rebollo, chofer del camión que salía con los operarios del tercer turno, la noche de la tragedia, y que aún no fue hallado: sus diez hijos salieron a la calle y mostraron un cartel con la leyenda “Estamos cansados de tanta espera, queremos soluciones” y las manos de los pequeños pintadas a los costados. “Los mineros somos todos una familia, por eso esta tragedia nos duele tanto”, contó Carmen, la esposa del minero Andrés Rojas, que está desde el lunes colaborando en la boca de la mina con las tareas de rescate. El luto podía palparse en el ambiente, en el aire helado. Las banderas, ayer, flamearon a media asta y los comercios bajaron sus persianas.
Mientras tanto, bajo el cerro, los brigadistas siguieron la búsqueda de los siete mineros que permanecen desaparecidos. Hoy llegará un contingente de 12 expertos de Naciones Unidas con tecnología de última generación para sumarse al operativo, que se dificulta por las altas concentraciones de metano y monóxido de carbono.
“Por lo menos cuatro de los compañeros que fallecieron podrían estar jubilados, pero rechazaron el retiro por la jubilación de miseria que les correspondía, de 350 a 400 pesos”, contó, acongojado, Alejandro Barriga, secretario gremial de la Asociación de Trabajadores del Estado de la provincia de Santa Cruz. José Víctor Hernández Zambrano, uno de los mineros enterrados ayer, tenía más de 50 años, la edad mínima para que un minero se jubile, y una prole de cinco hijos. “Ya había tenido un accidente, pero él seguía trabajando. Le habían llegado los papeles de la jubilación, pero la había rechazado. Antes de que se supiera todo, su esposa en el hospital comentaba: ‘Ojalá que con este susto decida quedarse en casa’”, comentó Barriga, nacido en Antofagasta, de 53 años, que hasta noviembre, cuando fue elegido representante gremial, sumaba 21 años de minero. El salario promedio de un minero es de 700 a 800 pesos.
Barriga está convencido de que la tragedia no hubiera sucedido sin “la devastación” que produjo en el Yacimiento Carbonífero de Río Turbio la empresa de Sergio Tasselli (hoy concesionario de Trenes Metropolitano), que la tuvo a su cargo entre 1994 y 2002, cuando se le canceló el contrato por múltiples incumplimientos. “Tasselli eliminó los botoneros, operarios encargados de controlar el funcionamiento de las cintas transportadoras del mineral, que la paraban cuando había anormalidades, solucionaba el problema y luego la ponía en marcha. Es común que se caiga material, que se traben los rulemanes. Pero la concesionaria automatizó todo, puso un sistema eléctrico que marca cuando está en movimiento la cinta y cuando está detenida. Si hubiese habido un botonero, hubiese detectado inmediatamente la falla que generó el fuego”, consideró Barriga. También dijo que la cinta transportadora “estaba vieja” y señaló que durante la concesión fueron desactivadas “las brigadas de salvataje”. “A sus integrantes los pusieron en otras funciones. Cuando se declara el incendio del lunes, tuvieron que llamar a los bomberos, que no tenían idea de cómo es una mina: de hecho tiraron agua a presión contra el techo y se les cayeron piedras encima”, agregó.
Hoy la explotación del yacimiento está bajo la intervención de la Secretaría de Minería, pero poco ha hecho para cubrir los agujeros dejados por Tasselli, según se desprende de las declaraciones que hizo ayer el ministro del Interior, Aníbal Fernández: “Sólo se giró lo necesario para pagar el sueldo de los trabajadores”. Días atrás, Néstor Kirchner anunció en Río Turbio una fuerte inversión para mejorar la producción del yacimiento. Las familias que ayer lloraron a sus muertos se habían alegrado hasta las lágrimas por la promesa presidencial.