Lun 28.06.2004

SOCIEDAD  › JOHN SIMPSON, CORRESPONSAL DE LA BBC TELEVISION

“EE.UU. va a tratar de manejar el poder desde las sombras”

En casi cuarenta años como corresponsal, cubrió 34 guerras y revoluciones y visitó 120 países. Esta semana regresa a Irak para cubrir una “transferencia de soberanía” en la que no cree porque ve a Estados Unidos dispuesto a seguir manejando todos los hilos, pero desde bambalinas. La solución: un traspaso a los cascos azules y la salida inmediata de los norteamericanos.

› Por Andrew Graham-Yooll

–Mi primera pregunta tiene que ver con un debate en Buenos Aires, donde se intenta crear alguna forma de sistema de radiodifusión pública, ni privada ni estatal. La idea de un servicio como el de la BBC tiene una base anglosajona. Pero, ¿por qué no se puede contemplar su traslado a otras sociedades?
–No creo que pertenezca a ningún lugar en especial. Que el BBC World Service tenga una gran audiencia, algo así como 300 millones de oyentes, demuestra que mucha gente busca algo que pueda suponer moderado y equilibrado, no influido por cambios políticos. Eso sí es cierto. En Italia se siente el rechazo público a la RAI, que se encuentra en desorden general, por la forma en que el gobierno la ha invadido e intentado controlar. Esa es prueba de que un número importante de personas quiere un servicio que no sea tendencioso. No pienso que el modelo pertenezca a los anglosajones, ni a ningún otro. Aparte de PBS en Estados Unidos, es difícil de imaginar una BBC en EE.UU. Con sólo mirar a la Fox News uno sabe que hay un prejuicio grotesco en la radiodifusión en EE.UU. Y la Fox News tiene una audiencia mucho mayor que la PBS. Desde el punto de vista de la difusión como servicio público, donde me ubico yo, cuando miro al mundo me siento bastante solitario en la BBC. La CBC en Canadá fue salvajemente intervenida por el gobierno en los años ochenta. En Australia, el sistema público ha sido reducido a un ghetto de la clase media alta. En Sudáfrica, donde existió otro modelo, se perdió el sistema público hace años. Irlanda es el único otro país de habla inglesa donde existe un sistema público vigoroso. Es extraño, pero en el Reino Unido, y en Irlanda, el servicio es más fuerte que nunca. Nos han golpeado bastante en los últimos meses, como en el caso Kelly sobre el informe acerca de Irak y el escándalo sobre las armas. El sistema ha superado esos problemas y se puede decir que, a pesar de nuestras fallas, la BBC salió bastante bien. Nuestra recuperación después de la tragedia Kelly muestra la predilección que el público siente por la BBC y por la noción de ladifusión como servicio público. La difusión controlada por el Estado nunca llega a ser un servicio público. Lo que el Estado debe hacer es crear una autoridad independiente, con un presupuesto, y esa autoridad administra al ente operador del servicio. Eso significa que se legislan los fondos que permitan sobrevivir al operador, y al servicio crecer.La PBS es un servicio excelente, pero no es la versión USA de la BBC, es muy débil, muy pequeña y muy pobre. La BBC es fuerte porque el gobierno de turno, hace ochenta años, creó un fondo mediante el pago de una licencia y esa licencia es la guardiana de la independencia. Ese concepto ha sido destruido en países como Australia y Canadá, y el servicio ha tenido que buscar publicidad. La gran fuerza de la BBC está en no necesitar de la publicidad. Tiene ingresos suficientes del pago de la licencia en cada hogar. No sé si será posible en el 2004 crear las circunstancias que permitieron crear la BBC en 1924. Es difícil decir. La BBC refleja algo en la psiquis y la vida de la gente que es la necesidad de un visión equilibrada más allá de la influencia política. Eso a ningún gobierno le gustó. Cada primer ministro, desde Churchill hasta la fecha, desconfió de la BBC, pero no han podido cambiarla.
–Muchos hablan de cómo ha cambiado la cobertura televisiva. Pero ¿cuáles han sido los mayores cambios en su experiencia?
–Estoy esperando que suceda algo terrible. Me he acostumbrado a las acusaciones que se hacen con frecuencia que el acelerar los procesos lleva a reducir el esfuerzo intelectual de una cobertura, y cómo se elabora en cada mente. Creo que lo que sucede en la televisión británica por ahora es que la velocidad de la información televisada avanza al punto donde está a la par de los eventos. Es decir, antes era artificial y absurdamente lenta, y eso siempre creaba problemas de credibilidad. Al acelerar los procesos la noticia televisiva está a la velocidad real que pueden transmitir los reporteros y asimilar los televidentes. Soy pesimista y siempre supongo que esta aceleración va a salir mal. Pero, no. Por lo menos al salir a buscar la información no nos quedamos hablando en las azoteas de hoteles de cosas que desconocemos. Entiendo que algunos periodistas lo hacen, pero ha dejado de suceder en la BBC.
–¿La cita breve o la frase justa han reemplazado al debate y el análisis?
–En cierta manera sí, cuando se las compara con las páginas de diarios que se le dedican a un tema. La expansión de la Unión Europea, a partir del 1º de mayo, por ejemplo. Aún se le dedican grandes extensiones a temas de importancia, pero creo que la televisión les presta poca atención a los grandes temas. Hay menos debate. En términos televisivos creo que la cita breve es más breve ahora que hace unos 20 o 25 años. En aquel entonces la cita llegaba a 30 o 40 segundos, que es mucho tiempo en televisión. En Estados Unidos ha bajado a 15 segundos. En Inglaterra eso nos parece demasiado poco, pero también hemos reducido el tiempo de citas. Eso significa que las ideas se conversan menos, que es lamentable. Pero no creo que se haya afectado la calidad del debate, porque creo que antes se llenaban los espacios con un montón de pavadas. Tenemos menos pavadas ahora.
–Usted opina que la televisión nunca fue el lugar para la discusión y el análisis, porque su lugar es otro, en la gráfica o en la radio. Eso se puede deber al hecho de que la televisión creció en la segunda mitad del siglo XX, después de la Segunda Guerra Mundial, cuando las urgencias y las necesidades nuevas tomaron otras formas. La TV nunca fue lugar de debate, si bien algunos franceses creen que lo es.
–Mi mujer y yo vivimos parte del tiempo en París, por lo que vemos bastante televisión francesa. Tienen largos programas de intercambio que en Inglaterra jamás serían considerados serios. No dicen mucho. Es mejor escribir cuando se trata de temas complejos. Hay que procesar las ideas y el texto y contexto para que tengan formas coherentes. Para eso no sepuede uno sentar en un estudio y decir cosas porque sí. La televisión en ese sentido no es bueno para transmitir ideas. Quizás esté muy a la defensiva, pero la televisión sí puede transmitir la sensación de lo que sucede. Aun cuando esa sensación sea exagerada, pero en eso la TV no tiene rival. En Irak, donde pasé tres semanas en mayo, la situación a veces no es tan severa como se ve en la televisión. Vemos únicamente la violencia. Hay docenas de estos incidentes violentos cada día, pero algunos pueden pasarse toda la vida en ciertos lugares sin ver un solo incidente. No es que todas las calles están en llamas y el aire lleno del sonido de estruendos. Hay cosas que suceden todos los días, pero no necesariamente a todos. Ahí la televisión exagera. Sin embargo, y teniendo esto en cuenta, la noticia televisada no tiene igual para transmitir la impresión del desorden que existe en Irak, que ocurre a la par de esa otra realidad en donde no hay incidentes. Si uno estuviera viviendo en el lugar no vería las docenas de actos de violencia.
–Eso se debe al impacto de la televisión. Pero existe el peligro de saturar al público con lo extremo, que es la violencia en todas sus formas, en nombre de dar la impresión del desorden como normalidad cuando el desorden no abarca a todo el entorno, de personas o territorio.
–Eso es cierto. La emoción de las imágenes siempre llevará a pensar que la situación es más violenta o más interesante, si interesa la violencia, de lo que es en realidad. La televisión se autoseduce con sus propias imágenes que son la base de su existencia. No creo que tenga que ser así siempre, si está en manos de gente que se da cuenta del peligro de transmitir explosiones y ruido únicamente. Pero tampoco podemos ignorar el hecho de que estas cosas existen, porque también se puede ir al otro extremo. Puede ser que no hubo explosiones en su calle hoy, pero tienen lugar en otras calles y están cambiado la situación dramáticamente. Sería un acto de censura grotesca tratar de demostrar que los estallidos no existen, o tratar de reducir su efecto mediante una charla de políticos en un panel. Eso tampoco es la realidad, ya que los políticos no pueden reflejar lo que ocurre. Como en todas las formas de periodismo, no siempre es fácil hallar un equilibrio. Me he pasado la vida mirando lo que hice y sintiendo que no había logrado dar una impresión equilibrada.
–¿Cuánto tiempo lleva trabajando en la televisión?
–Entré en la televisión en 1978, pero me había iniciado en la BBC en 1966 y pasé 12 años en la radio. Amo a la radio, pero no se puede transmitir la misma impresión de lo que sucede que en la televisión. Escribo para diarios, pero no considero que los diarios dan el mismo grado de actualidad que la televisión. Los diarios son mucho mejores en el análisis, pero la sensación de cómo se siente la realidad o cómo se ve tiene que salir de la televisión.
–¿Por qué los medios británicos son tan virulentos contra la Unión Europea?
–Yo escribo una columna para el Sunday Telegraph (conservador), pero no puedo contestar esa pregunta. Es algo como un virus político que infecta a la gente en Inglaterra. Parece una locura ser tan hostil contra Europea. El virus pasó por el partido laborista en los años setenta, y ahora está pasando por el partido conservador. El paciente vive y se hace fuerte a pesar de todo. El partido laborista salió más amplio del debate. Pero ahora tiene que pasar por los conservadores y vaya uno a saber cuánto tardará esto. Los periódicos se han contagiado de los conservadores.
–Usted se ha pasado todos sus años en el periodismo como corresponsal extranjero. ¿Qué lecciones hay en una vida que salta de una visita a las montañas de Afganistán, una parada en París, luego una visita a Marruecos y ahora un regreso a Bagdad?
–Suena como una locura, pero existen principios generales. Algo de lo que se ve es positivo. Por lo tanto la tarea enseña a no mirar sólo lonegativo. Algunos procesos que atraviesa el mundo son positivos. En 1978, cuando comencé en televisión, la suposición era, por ejemplo, que América latina pertenecía y siempre sería el refugio de los dictadores, que el estado natural de la región eran las dictaduras militares de derecha, o alguna con pretensión de izquierdas. En el Africa era igual, hombres de uniforme en el gobierno. Europa central estaba encabezada por hombres en trajes mal cortados, o de uniformes mal cortados. Todo eso ha cambiado. La conclusión de Francis Fukuyama (El fin de la historia) sobre el triunfo de las democracias liberales me pareció irritante y estúpida. Sin embargo, la verdadera victoria está en que el ciudadano común está reclamando su participación en el gobierno. La gente lo entiende como propio ahora, mientras que en 1978 ésa no era la expectativa. Con pocas excepciones, el estado natural de la raza humana era que se le impusiera la política de arriba. Eso se está superando. Existe el advenimiento de la dictadura electa, como en Venezuela, pero en general las cosas han cambiado de manera que la gente le reclama mejor comportamiento a su gobierno. Ese es un cambio importante, y en parte encaminado por los medios.
–La civilización recuperada a través de la influencia mediática... no me suena.
–Sí, suena horrible. La realidad es que unos pocos empresarios se hallan en posesión de grandes sectores de la economía de países cuyos nombres no saben escribir y a los que nunca han viajado, pero tienen enorme influencia. Es deprimente. El mundo se está pareciendo cada vez más y es propiedad de cada vez menos gente, y lo que distinguía a una cultura de otra está desapareciendo. Sí, ésa es la parte negativa de aquella otra positiva que le decía. Tenemos que hallar un equilibrio entre la gente que busca gobernar sus propias vidas y sus gobiernos, pero sin perder de vista el hecho de que este gran avance también facilitó que poca gente se apoderara de grandes pedazos del mundo. No es coincidencia que las dos cosas sucedan al mismo tiempo.
–Usted estuvo en Bagdad en 1991, y 13 años después regresó en otro conflicto. Saddam Hussein ya no está, pero surge una nueva resistencia. Parece una receta para el desastre interminable. ¿Qué lección surge de eso?
–En ese caso el cambio depende de cuán rápido Washington decide retirarse de Irak y dejar una fuerza de Naciones Unidas. Como vimos en Faluja, la violencia está en relación directa con la presencia estadounidense, ni siquiera con la coalición. Eso tiene que ver con las tácticas que usan las fuerzas de EE.UU., y tiene que ver con esa política de considerarse con derecho a entrar a un país, sacar al gobierno e intervenir en la administración.
–Eso marca el poco cambio que existe desde la era de la diplomacia de cañoneras en el siglo XIX.
–Claro que sí. Tiene que ver con aquella costumbre de decidir que un gobierno es desagradable o que no hace las cosas correctamente e intervenirlo, un proceso del siglo XIX. El conflicto actual, y el de 1991, son salidos del siglo XIX: las grandes potencias actúan con equipos modernos contra defensores mal equipados. Me recordó a esas escenas de ejércitos británicos barriendo gente con lanzas y antiguos rifles. La idea de que en Irak se trató de una pelea pareja es absurda. No se entiende cómo la invasión no fue más rápida. Ni siquiera había equilibrio de fuerzas, había más fuerzas de coalición que números defensivos, que es extraordinario. Los efectos de Irak estarán con nosotros por mucho tiempo, pero los problemas son casi exclusivamente de EE.UU. Incluso los británicos, que fueron con EE.UU. e hicieron todo lo que se les ordenó, si bien en escala menor, ni siquiera ellos dieron lugar al tipo de odio que se dirigió contra las tropas de EE.UU. Eso puede ser en parte porque los británicosson mejores en el patrullaje de ciudades donde su presencia es indeseable. Belfast (Irlanda del Norte) es la razón de esta experiencia. Recuerdo entrar en Belfast como cronista radial de la BBC en 1970 y encontrarme con la tropa británica comportándose entre la gente en forma idéntica a los norteamericanos ahora en Irak. Gritaban, insultaban, trataban a la gente con total falta de respeto y, finalmente, con brutalidad extrema. Luego a alguien se le ocurrió que esto empeoraba la situación. A partir de los setenta el ejército británico cambió y aprendió a tratar mejor a la gente en un país donde la intervención era repudiada. Los británicos han aprendido muy bien. Sin embargo, esto tiene que ver también con el hecho de que los iraquíes identifican al problema como causado por George W. Bush, y que todos los demás países sólo tienen participación menor.
–Por lo tanto la condición es el retiro urgente y la transferencia del poder a Irak.
–La BBC gastó una enorme suma de dinero en un sondeo de opinión bien conducido para el primer aniversario de la invasión. Es interesante el resultado porque la mayoría de la gente consultada siente que está mucho mejor sin Saddam Hussein, pero de ninguna manera quiere tropa extranjera en su país. La gente estaba dividida casi en partes iguales entre los que consideraban a la invasión como una humillación o una liberación, pero la gran mayoría quería tropas iraquíes patrullando sus ciudades y a los extranjeros embarcados y rumbo a casa. Es comprensible y es la realidad. La necesidad de cambio se le imprimió a EE.UU. En Faluja, de donde el ejército de EE.UU. se retiró el 30 de abril y dejó a cargo a un viejo general iraquí de la época de Saddam, será el camino a seguir. Claro, Washington va a instalar a alguien por encima del general y ése será el curso a seguir. El paradigma será el retiro, para que entren fuerzas iraquíes, y con Naciones Unidas de fondo.
–¿Europa ha abandonado a Africa? Le pregunto porque desde que Bush padre retiró las tropas de Somalia y dijo que EE.UU. jamás volvería, buena parte de Europa parece haber seguido el ejemplo, considerando que Africa está más allá de solución alguna.
–Hay algo de eso. En marzo estuvo en el Congo, el país que antes llamábamos Zaire cuando dejó de ser el Congo belga y ahora nuevamente se le dice Congo. Parecía inmerso en un proceso de decadencia. No parece haber avance alguno. En grandes regiones de Africa al sur de la línea de Sudán, con excepción de Sudáfrica, pareciera que las sociedades aún se debaten sobre cuál es la forma africana de gobierno. El Congo es un lugar triste. Puede que mejore un poco. Los británicos y otros europeos dicen que van a ayudar, pero no está claro su compromiso. Hay una sensación de rápida decadencia, en particular en el Congo. El vacío que ha dejado la política post colonial se está llenando de una variedad de grupos, evangélicos, extrañas ramificaciones de la Iglesia Católica, nociones políticas importadas, y la desintegración de los grandes estados avanza a la par. Pero las fronteras de los grandes estados fueron dibujadas en las metrópolis europeas. Las fronteras se mantienen simplemente para facilitar la tarea de los editores de mapas, pero las líneas reales están cambiando, influidas por hechos históricos, étnicos y tribales. En ausencia de algo más fuerte que lo tribal, que es fuerte, hay cambios, como en Zimbabwe, donde la campaña tribal se dirige a recuperar lo perdido como colonia. En cierto modo es deprimente porque si bien en los salones de conversación se dice que es la forma natural de organización social, el orden tribal excluye a más de los que incluye. Robert Mugabe, el presidente de Zimbabwe, es muy admirado en grandes regiones, por lo tanto Sudáfrica quizá siga su camino. Pero en el desarrollo del mundo esto es un problema de corto plazo. Estamos juzgando sobre la base de cuarenta años desde que los europeos se retiraron de Africa, eso no es mucho en términos de existencia humana. Y los europeos estuvieron de verdad en Africa sólo cienaños, con excepción de los portugueses, que estuvieron en las zonas costeras. Por lo tanto, el dominio colonial no tuvo tanto tiempo para cambiar las cosas e, igualmente, los africanos no han tenido tiempo para recuperarse de la influencia colonial. En realidad, parece tan sólo un soplo en la historia africana. El escritor Joseph Conrad (1857-1924) originó esa frase genial sobre el control europeo del Congo como una “invasión fantástica”. Y parece cada vez más una fantasía. Fui a ver lo que quedaba de una de las ciudades sobre el río Congo, Kisingane, bastante alejada de Kinshasha, y parecía que todo se caía. Las magníficas residencias coloniales están cubiertas de lianas. Está la casa donde residieron los actores (Humphrey Bogart y Katharine Hepburn) de la película La reina de Africa (John Huston, 1951). Había sido una grandiosa residencia sobre la margen del río y ahora deben vivir ahí unas 40 o 50 familias. Para un europeo parece terminal, pero hay que pensar que nunca debió estar ahí. No es natural. Los africanos van a tener que organizarse y superar sus conflictos. El cambio vendrá desde adentro, ya sabemos que nada se puede imponer. Es igual que en Irak, los invasores quieren imponer una democracia que es nuestro estilo de vida, pero no sabemos si les pertenece a los invadidos.

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