Lun 16.08.2004

SOCIEDAD  › SOSPECHAN QUE PARTICIPO EN EL SECUESTRO DE NICOLAS GARNIL

Una más a cuenta del Hígado Muñoz

Nicolás pidió en una carta por la suerte de Fernanda Aguirre y la de Gabriel Gaita. Creen que la banda tiene ocho integrantes.

Nicolás Garnil pasó los veinte días de cautiverio en un único lugar, según le indicaron a Página/12 fuentes de la investigación. De acuerdo con esas fuentes “estuvo a oscuras, con un tacho cerca suyo que usaba a modo de retrete y en manos de una banda grande y organizada”. Los investigadores sospechan que de la banda participaron unas ocho personas. En este momento analizan una conexión con Cristian “Hígado” Muñoz, experto en secuestros cortos y uno de los supuestos cabecillas de la banda que retuvo a Cristian Ramaro de Tigre. Este diario pudo saber que los informes médicos sobre la salud de Nicolás, realizados ayer por la mañana, sólo indicaron la presencia de un cuadro de hipoglucemia fácilmente controlable. Ayer, el chico estuvo sólo con sus dos hermanos y sus padres, en una suerte de retiro espiritual. En un carta difundida por su madre en la puerta de la casa, Nicolás pidió por los otros dos casos de secuestros y dijo: “Ojalá que lo que me pasó a mí, no pase nunca más”.
Desde la liberación, la casa de Nicolás en La Horqueta se llenó de vecinos y amigos. Ayer, a las seis de la mañana, aún se escuchaban los cantos y festejos por el regreso. Los amigos habían pegado varias estampitas de imágenes religiosas en la puerta de la calle Nicolás Navarro al 4200, agradeciéndole al cielo la reaparición. Entre los presentes, estuvo Juan Carlos Blumberg, quien reconoció el trabajo de la fiscal Rita Molina en el caso de Nicolás: “Eso fue lo más importante y fue totalmente distinto a lo que hicieron en el caso de mi hijo”, señaló el padre de Axel.
Nicolás no hizo declaraciones públicas. Susana, su madre, salió a la puerta sólo en dos ocasiones. Primero, poco después de la una de la mañana del domingo, cuando Nicolás entraba en la casa. “Que la gente –dijo– no deje de poner banderas blancas en sus casas, para que nunca nadie más vuelva a pasar por esto.” Para entonces, mencionó el diagnóstico que ayer confirmaron los médicos después de un examen: Nicolás “está bien” y “está muy necesitado de nosotros.”
Luego de aquella primera aparición, mientras en la casa seguían los festejos, Susana volvió a la puerta con una esquela donde Nicolás contaba algo de lo que había pasado. “Ojalá que lo que me pasó a mí, que le pudo haber pasado a cualquiera de ustedes, sirva para que de aquí en adelante, esto no pase nunca más”, decía. “Estoy bien, no me maltrataron ni nada por el estilo y me muero de ganas de ver a mi familia entera y a todos mis amigos.”
Según señalaron a este diario fuentes de la investigación, los secuestradores estarían identificados. La policía sospecha de la participación de Hígado Muñoz, acusado de participar en el secuestro de Ramaro. El sábado a la noche reforzaron los operativos en su búsqueda. “Creemos que este golpe fue realizado por Cristian ‘Hígado’ Muñoz, lugarteniente de Maximiliano Peñaflor, capturado durante un tiroteo en Córdoba”, le dijo una fuente policial a la agencia Télam. Creen probable que Muñoz haya intervenido en este caso para financiar otros golpes o pagar la defensa de Peñaflor, detenido desde el 22 de julio en Córdoba cuando intentaba asaltar una gomería.
De acuerdo a esa pista, en esta ocasión, Muñoz se habría unido a “otras células o miembros de otras organizaciones especializadas en secuestros largos”, consigna la agencia. El Hígado tiene pedido de captura por el crimen de un custodio, por un robo calificado y por un caso de privación ilegítima de la libertad, entre otros cargos. Junto a Pachu Peñaflor, según las fuentes, está sospechado además de intervenir en dos secuestros extorsivos cometidos en Bella Vista y Pilar. Y de acuerdo a los investigadores, la dupla solía elegir víctimas al azar escogiéndolas por los autos caros. El 2 de agosto pasado, a Peñaflor lo trasladaron a Buenos Aires para interrogarlo por los secuestros del padre de Pablo Echarri y de Cristian Ramaro, cuyo rescate fue pagado casualmente en la localidad de Garín, la zona del noroeste del gran Buenos Aires donde liberaron a Nicolás el sábado cerca de la medianoche.
Aunque los secuestradores originalmente habían pedido entre 300 y 200 mil pesos de rescate, una de las versiones indica que el padre de Nicolás pagó 64 mil pesos el viernes a la noche, después de una prueba de vida: una carta de puño y letra escrita por Nicolás. Desde ese momento esperaron la liberación. Nicolás en persona los llamó desde un teléfono público. Lo habían liberado poco antes en un baldío de Garín.
O durante el cautiverio o cuando salió, Nicolás tuvo noticias de los otros dos casos de secuestros conocidos y que aún permanecen sin resolverse. El de Fernanda Aguirre en Entre Ríos y el de Gabriel Gaita, el hijo de un curtiembrero de Lanús, raptado durante la última semana. En su carta, aquella esquela que leyó su madre ayer en la puerta de la casa, Nicolás se refería a esos casos: “Otra vez gracias a todos y ojalá que este tema de Fernanda y Gabriel además de todas las cosas malas que pasaron en este tiempo, se resuelvan de la mejor manera”. Y antes de despedirse, les pidió perdón a los cronistas y movileros que plagaron de cámaras y micrófonos la entrada de su casa esperando su salida o alguna noticia: “Perdónenme que ni me mostré cuando llegué –les dijo–, pero tenía a todos esperándome. Un fuerte abrazo, Nicolás”.
De hecho, nadie lo vio cuando llegó a la casa. Nicolás entró por el local de una pizzería vecina y saltó una tapia para meterse.

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