SOCIEDAD
El preso militante antisida que estaba amenazado y fue apuñalado
Es uno de los detenidos que más denunció los abusos y torturas en la cárcel de Batán. Y las condiciones a las que son sometidos los presos con VIH. Fue herido en una sospechosa pelea entre internos. Su familia dice que si regresa allí lo matarán.
› Por Alejandra Dandan
Walter Alsina es militante de la Red de Personas Viviendo con VIH-sida. Pero milita en un ámbito donde su tarea es combatida. Lo amenazaron y la semana pasada estuvieron a punto de sacarle la vida. Es uno de los presos de la cárcel de Batán que trabajó por la asistencia a los enfermos, por los alimentos y por la provisión de medicinas. Denunció además las torturas a las que eran sometidos sus compañeros por los jefes y celadores del servicio penitenciario. Su denuncia fue una de las que disparó la purga de julio que terminó con la destitución y prisión de dos jefes penitenciarios. Buena parte de los internos que acompañaron la presentación está amenazada o muerta. Desde el lunes pasado, Walter está internado en el Hospital Interzonal de Agudos de Mar del Plata. Un ataque de otros presos lo dejó con ocho puñaladas en el cuerpo; uno de sus compañeros murió y otros cuatro están heridos e internados en el mismo lugar. Una ONG de Mar del Plata intenta ahora presentar el caso ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Dice que si Walter vuelve a Batán “lo van a matar”.
Las gravísimas denuncias sobre el tratamiento de los presos en la Unidad Penal 15 de Batán suman datos desde noviembre del año pasado. Página/12 reveló, entonces, la investigación del fiscal marplatense Pablo Moyano sobre el desvío de toneladas de carne destinadas a los presos, sólo uno de los datos que más tarde desencadenó la purga de los segundos jefes en la línea de mandos de la dirección del penal. En mayo, ocho presos los denunciaron por torturas ante el fiscal Gustavo Fissore, que pidió la prisión tras acusarlos por “traslados arbitrarios, golpes, duchas de agua helada desnudos y detenciones en esas condiciones”.
Desde julio, el ex jefe de Seguridad Julio Alberto Ferrufino y el de Seguridad del Penal Roger Roberto Lobos, segundo y tercero en la línea de mandos de Batán, están detenidos. Pero antes de dejar el penal, Roger Lobos le dejó un mensaje a Walter Alsina. El mismo que ahora recuerdan sus familiares y los amigos, convencidos de que bajo el supuesto enfrentamiento entre presos y detrás de las puñaladas que le asestaron el lunes pasado en el hospital tal vez existe la posibilidad de un presunto crimen por encargo: “Yo me voy a quedar sin sueldo –le dijo Lobos a Walter antes de partir del penal–, pero vos te vas a quedar sin vida”.
Para Walter, Lobos era uno de los promotores de las torturas y de los castigos arbitrarios que los despertaban de pronto durante las noches. En su declaración del 14 de mayo, relató los mecanismos de tortura física y psicológica de jefes y celadores. A Lobos lo denunció como uno de los ejecutores de los golpes y estimuladores de las peleas entre los presos.
De hecho, la Justicia investigaba las peleas entre los presos de Batán bajo la hipótesis de que eran crímenes por encargo. Durante una visita a la cárcel, tres jueces del Tribunal Oral Número 1 marplatense habían escuchado la repentina confesión de uno de los presos como parte de las pruebas. Aquella revelación desencadenó un allanamiento, y tiempo después la destitución de los jefes. Los que quedaron en el penal vivieron un infierno.
Una de esas noches entraron “60 o 70 policías”, contó Walter entonces. “Me sacaron de los pelos y me llevaron a los buzones (celdas de castigo). Sacaban gente al azar de los pabellones y en la entrada del pabellón siete hay unas duchas. Cuando los traían, los metían primero en la ducha, les pegaban en la ducha, y después los metían en la celda. A algunos, como a mí, me pegaron en los pasillos para que todos vieran.”
Walter estuvo desnudo más de 24 horas. Desde las 8 de la mañana de ese miércoles hasta la mañana del jueves. “Ahí no hay calefacción ni nada, las estufas las prenden solamente cuando vienen ustedes”, le dijo al fiscal. “La musiquita la tienen (puesta) para subir el volumen y que no se escuche cuando nos pegan, en los buzones hace un frío bárbaro y a mí me tuvieron desnudo.”
En el pabellón de castigo volvieron a pegarle. Walter le dio al fiscal el pantalón que había logrado ponerse. Un pantalón “donde se ven claramente las marcas de los borceguíes”. Los celadores dejaron los zapatos marcados casi por error. “Vos tenés hambre –le habían dicho–, tenés sida y me tiraron toda la comida en el piso. Cuando me pegaron pisaron la comida y dejaron las marcas del zapato en mi pantalón.”
En julio, la Justicia detuvo a los dos jefes del penal imputados por los presos. E inició un procesamiento contra Enrique Carmona, el ex director del penal. A pesar de las destituciones, allí continúan los castigos contra los que hicieron las denuncias o se organizaron para defender los derechos humanos en el infierno.
El domingo 15 a la noche, mientras buena parte del penal dormía, un grupo de internos entró en el pabellón donde estaba alojado Walter, le indicaron a Página/12 representantes de Personas viviendo con VIH-sida de Mar del Plata, la organización de derechos humanos que trabaja desde hace ocho meses en el caso Batán. Walter es uno de los que vive con VIH en el penal y miembro activo de la organización. Ese domingo, con un grupo de compañeros, logró defenderse de los ataques, pero uno de los internos, de apellido Camus, murió y Tarullio Di Palma quedó herido.
La refriega se repitió un día más tarde. El lunes a la madrugada, el grupo de internos volvió a entrar a la celda de Walter. Esta vez lo hizo con “facas atadas a palos de aproximadamente dos metros de largo”, según la denuncia de la Red. “Lo atacaron mientras dormía y, aunque pudo defenderse, lo dejaron con ocho puñaladas: una en la ceja, otra en la nariz, otra en la mano, en un brazo, una en el abdomen, una en la ingle, en la pierna y en un tobillo”, contó su hermana Marcela, también de la organización. Otros tres compañeros terminaron con gravísimas heridas. Con la misma faca que usaron en el caso de Walter fueron tajeando a los otros.
Después de la batalla, Walter pasó la noche en la unidad sanitaria de la cárcel, un “lugar que no cuenta con los requisitos para asistir a las personas que viven con VIH que se encuentran en mal estado de salud”, indicó Edgar Carrazco, secretario general de la Red de Mar del Plata. Recién a las cinco de la tarde del día siguiente Walter entró al hospital. Su familia ahora reclama el arresto domiciliario por el “crítico estado de salud”. Y advierten aquello de que “Walter no puede volver porque lo van a matar”.