La madre de Cristian Schaerer, Pompeya Gómez, volvió a rogar ayer por la liberación de su hijo y agradeció “profundamente” las muestras de solidaridad que le hicieron llegar “de todas partes del país”, al cumplirse un año del secuestro del joven correntino. Pompeya cerró con unas pocas palabras, en medio del llanto, el acto realizado sobre la avenida Costanera de la ciudad de Corrientes, donde estuvo acompañada por Juan Carlos Blumberg y las Madres del Dolor, que llegaron especialmente de Buenos Aires para participar de la conmemoración.
“A los cinco años, Cristian quería volar, quería ser libre. Hoy lo tienen encadenado, encerrado. Por favor, déjenlo en libertad”, fue el ruego de Pompeya frente a unas 300 personas que se dieron cita frente al río Paraná.
El acto se inició poco después de las 18 con las palabras de Carmen de Alegre, del Chaco, que reclamó “juicio y castigo para los responsables de los secuestros y de las muertes de nuestros hijos”. Posteriormente, Daniel, uno de los amigos más cercanos de Cristian, hizo un llamado a la reflexión a la sociedad, al recalcar que “ahora fue Cristian, pero pudo haber sido cualquiera”, y reclamó que “todos asuman el compromiso de velar por la seguridad de los demás, porque lo que le pasó a Cristian puede pasarle a cualquiera”.
Tras las palabras de Daniel se guardó un minuto de silencio en concordancia con lo que sucedía en distintos puntos del país a partir de la coordinación de la Red Solidaria a cargo de Juan Carr.
Por su parte, Blumberg señaló que los argentinos tienen que “estar más unidos que nunca contra la inseguridad y la falta de justicia. Unidos sin distinción de signos políticos y creencias, apelando a la solidaridad de todos para que Cristian aparezca y la justicia llegue a cada caso que la reclama”. “Tenemos que bregar por reforzar las instituciones. Tenemos la fuerza del voto para ello, para cambiar las cosas que vemos que no están bien. Hemos logrado avances. Tenemos leyes, pero ¿de qué valen las leyes si la Justicia no las aplica?”, reflexionó. Blumberg formuló este discurso en momentos en que se conocía en Buenos Aires que había quedado firme el procesamiento de los miembros de la banda.