SOCIEDAD
Los británicos discuten qué hacer con los pedófilos
El gobierno construirá hostales para alojar pedófilos que hayan cumplido condena. Aseguran que disminuirá la reincidencia. Pero la propuesta es polémica. Nadie quiere vivir cerca de un hostal.
› Por Marcelo Justo
Página/12
en Gran Bretaña
Desde Londres
¿Qué se hace con los pedófilos considerados peligrosos cuando cumplen su sentencia? Ante este problema universal, el gobierno británico planea una solución alternativa: alojarlos en hostales para facilitar su control y reinserción en la sociedad. Basándose en nuevos datos estadísticos sobre la efectividad de estos centros residenciales, el gobierno ha anunciado que construirá cinco hostales con capacidad para alojar un total de 125 pedófilos de “alta peligrosidad” a fin de facilitar el tratamiento individual y su reinserción en la comunidad. La iniciativa es polémica y ha fracasado previamente. Hace dos años el gobierno debió interrumpir la construcción de un centro residencial para el tratamiento de pedófilos por la virulenta oposición de la comunidad.
Según un informe de la National Probation Service, que supervisa la conducta de los presos con libertad condicional, el número de pedófilos reincidentes descendería de un 30% a un 10% con la apertura de estos hostales. En números contantes y sonantes sería pasar de los porcentajes actuales de tres reincidentes de cada 10 casos, a uno de cada 10. El problema es dónde construir estos centros. Está claro que ninguna comunidad aceptará de buen grado reunir a todos los pedófilos en un hostal construido en el vecindario. Dada la polémica, el Home Office ha sido particularmente parco con la información que proporciona a la prensa, pero se sabe que estos hostales serán centros residenciales con una supervisión de 24 horas y la obligación de someterse a un mínimo de tres horas diarias de terapia. Los gigantescos problemas del tratamiento son evidentes: ninguno de los pedófilos considerados peligrosos admite que es un delito abusar sexualmente de un niño.
“Estos centros permiten vigilar y tratar a estas personas. Quienes se oponen están en realidad aumentando el número de víctimas futuras. El gobierno tendrá que lidiar con este problema”, señaló a la prensa Harry Fletcher, de National Probation Service.
La oposición es muy fuerte. En 2002 el gobierno comenzó a construir un centro en Silverlands, en el sur de Inglaterra, siguiendo el modelo de la Clínica Wolvercote, un centro residencial con un 80% de éxito en el tratamiento de pedófilos. Después de gastar casi cinco millones de dólares, el gobierno se vio obligado a dar marcha atrás por la tenaz oposición de la comunidad. La resistencia estuvo movilizada por la poderosa prensa amarilla británica que recordó varios casos de niños asesinados en los últimos años, se los endilgó indiscriminadamente a todos los pedófilos y, con titulares en sangrientas letras rojas, los cosificó tildándolos de “Animals”, “Perverts”, “Monsters” y epítetos similares.
En diálogo con Página/12, el ex director de la Clínica Wolvercote Donald Findlater señaló que estos casos eran la punta del iceberg del real problema de la pedofilia. “Una de cada seis personas en Inglaterra o Estados Unidos sufrió algún tipo de abuso sexual en su infancia. Lo mismo debe pasar en la Argentina y en otros países. La mayoría de estos casos se producen en el interior mismo de la familia o la comunidad. Es decir, que el pedófilo es el padre mismo, un tío, un maestro o el celador de la escuela, el dueño del negocio de la esquina, alguien conocido. La gama de casos es muy amplia. Muchas veces se trata de un sacerdote o educador o alguien que está en permanente contacto con la niñez, que durante mucho tiempo se condujo perfectamente, y que en un momento deja de hacerlo, pero está avergonzado de lo ocurrido. Los casos de personas que secuestran y asesinan a chicos por completo desconocidos son la excepción”, indicó Findlater.
Pero no toda la oposición proviene de gente con proclividad a favorecer la seguridad a cualquier precio con una buena caza de brujas. En el caso del centro residencial de Silverlands, la incompetencia e insensibilidad gubernamental jugó un claro papel. El centro estaba a 500 metros de una escuela primaria, a 400 de una guardería infantil y a un kilómetro de una escuela secundaria. “No estamos en contra de que se construya este tipo de centros. El problema es dónde. El gobierno necesita hacer una investigación de las posibilidades concretas y coordinar su acción con la comunidad”, señaló a la BBC uno de los líderes de la protesta, Roger Habgood. A pesar de este llamado a la sensatez, lo cierto es que será difícil encontrar un sitio en todo el país que no despierte resistencias. Un portavoz del Home Office indicó a Página/12 que el gobierno consultará con la comunidad para llegar a acuerdos sobre la construcción de los hostales.
El resultado de este proceso de consulta es incierto, pero de una manera u otra el gobierno y la sociedad deberán lidiar con el tema.
Por el momento, los pedófilos convictos son anotados en un registro y, cuando están en libertad, tienen la obligación de reportarse a la policía. Las ONG que trabajan en el tema consideran este mecanismo claramente insuficiente. Peter Saunders, de la Asociación Nacional de Personas Abusadas durante la Niñez, señaló a Página/12 que para llegar a una solución se necesita un amplio debate. “Apoyamos la actual iniciativa del gobierno. Creemos que la sociedad deberá tomar cartas en el asunto. Lo cierto es que los pedófilos salen de la cárcel y siguen viviendo en la comunidad. Con gritarles que son monstruos y persiguiéndolos no ayudamos a los niños. Necesitamos generar espacios que les permitan reintegrarse a la sociedad”, indicó Saunders.