SOCIEDAD
› CONDENA A 22 AÑOS AL JEFE DE LOS SECUESTRADORES DE STRAJMAN
Patovicas al gimnasio de la cárcel
El tribunal condenó a siete miembros de la banda que secuestró y mutiló a Ariel Strajman. Otros dos acusados fueron absueltos.No hubo agravantes por “odio racial”. La víctima, disconforme.
› Por Horacio Cecchi
Curiosa definición la que proveen los llantos: ayer, tras la lectura de los veredictos por el caso Strajman, lágrimas y sollozos provinieron del sector de los familiares de los acusados; curioso, no eran expresiones de dolor sino que, podría decirse, parecían de una irreverente e inesperada euforia. Del otro lado, de allí donde se reunían la víctima y su familia sólo se desprendía silencio y la sorpresa, que iba endureciendo los rostros a medida que avanzaba la comprensión del resultado. Tal fue la expresión más clara de las partes, a la condena de 22 años, la máxima impuesta por el Tribunal Oral Federal 1 a Adrián “el Nene” Sommaruga –considerado el principal autor del secuestro y mutilación de Ariel Strajman–, contra los 37,5 años pedidos por los querellantes. Su hermano, Pablo, fue sentenciado a 16 años y 6 meses; y Osvaldo Keroa, a 14; el resto recibió penas de entre 3 años y 6 años y 6 meses. Claudio Abeiro y Diego Ferreyra resultaron absueltos. La diferencia con el pedido de la querella estribó, concretamente, en que el tribunal no contempló el agravante por odio racial ni consideró demostrada la asociación ilícita. Al término de la audiencia, Ariel Strajman aseguró en una patética ironía: “Con este fallo, me cortaron las piernas”.
Por la mañana, nada de lo que pasó más tarde parecía previsible. A las 11.30 se inició la última parte del debate oral antes de la lectura de las sentencias, que corresponde por derecho al descargo de los acusados. De los nueve imputados, sólo dos aceptaron pasar al frente para expresarse: Adrián Gustavo “el Nene” Sommaruga y Osvaldo Keroa. Ambos clamaron inocencia, aunque por motivos y de formas diversas: el Nene reconoció su responsabilidad en parte del hecho. “Me solidarizo con la víctima –dijo el más complicado de los acusados–, entiendo el daño físico y psíquico sufrido. Mi arrepentimiento es sincero”, agregó, intentando dejar en el olvido aquella audiencia, a mediados de septiembre, en la que pidió perdón y en la que Ariel Strajman, indignado, golpeó el vidrio que lo separaba de la sala de audiencia mientras gritaba: “¡Me está cargando, hijo de puta!”. Ayer, el Nene Sommaruga clamó inocencia cuando intentó separar el secuestro del “hecho espantoso con el que no tuve nada que ver”, en referencia a la amputación del dedo meñique a Ariel. Terminó pidiendo clemencia al tribunal.
Por su lado, Keroa clamó una inocencia leída dificultosamente de un texto escrito previamente y por obvia mano ajena. Y lo hizo de un modo extraño: “Le quiero pedir perdón a mi mamá –dijo y luego agregó–. Pero no le voy a pedir perdón a Strajman porque nunca le puse una mano encima”. A las 12 del mediodía, la audiencia había concluido tan rápidamente como se había iniciado. Todas las expectativas quedaron desplazadas entonces para las seis de la tarde, hora fijada por los jueces Mario Costa, Martín Federico y Jorge Gettas para la lectura de los veredictos.
La segunda parte de la audiencia no tuvo nada de semejanza con la primera: no sólo tuvo dos horas y media de retraso, sino que en la previa se sucedieron situaciones curiosas. Además de las Madres del Dolor, Elsa Schenone y Marta Canillas, que ya habían estado presentes durante la mañana, apareció Juan Blumberg para dar su apoyo. La sala de audiencias, la misma utilizada durante el juicio por el atentado a la AMIA, quedó algo chica y terminaron cerrando la puerta una vez completadas alrededor de 60 butacas. Afuera quedaron, entre otros, la propia víctima, Ariel Strajman, su hermano Martín y, algo distante, Blumberg. Pero un uniformado abrió la puerta y le susurró al que había quedado de custodia por fuera: “El doctor dice que lo hagas pasar a Blumberg”. Mientras Blumberg pasaba, Strajman quedaba afuera. Recién diez minutos después, el policía de custodia abría la puerta y dejaba pasar a Strajman, mientras le explicaba al uniformado de dentro “dejalo pasar, éste es el damnificado”.
Después, comenzó la lectura de los veredictos y, a medida que avanzaba, la consecuente irrupción de sollozos, llantos y caras adustas. Técnicamente, el Nene Sommaruga fue condenado a 22 años, por el secuestro, el cobro del rescate y la mutilación. Su hermano Pablo recibió 16 años como coautor, más otros seis meses por una condena condicional por resistencia a la autoridad. Osvaldo Keroa, por el mismo delito, recibió 14 años; María Esther Gotti recibió 6 años como partícipe secundaria; Alberto “Chicho” Sommaruga (el pater patovicae), por el mismo delito, recibió 5 años, igual que Diego Sibio, hijo de María Esther, a quien se le sumó una condena condicional por robo agravado, con lo que sumó en total 6 años y medio; a Nicolás Barlaro lo condenaron a 3 años por encubrimiento, lo que permitió a sus abogados solicitar la libertad condicional que fue otorgada por el tribunal. Diego Ferreyra, además, fue absuelto, libertad que se sumó a la de Claudio Abeiro, sobre quien no pesaba acusación.
Además de la lectura del veredicto, el tribunal ordenó continuar la investigación sobre la posible existencia de otros integrantes de la banda. Y, como broche de oro para lo que los medios titularon como la Banda de los Patovicas, el tribunal sugirió al jefe de Gobierno, Aníbal Ibarra, tomar todas las medidas de control sobre la “actividad de seguridad en las discotecas”.
Al término de la audiencia, del lado de los Strajman resultaba difícil digerir que las condenas habían sido en buena parte altas. Sólo el abogado querellante, Carlos Wiater, insistía en que “es un buen resultado. De ocho pedidos de condena se obtuvieron siete”, aunque se mostraba “algo sorprendido” por la decisión del tribunal de no considerar el odio racial. La querella había pedido el incremento de la pena por aplicación de la Ley Antidiscriminación. “Después de leer los fundamentos, vamos a saber si estamos en condiciones de apelar a Casación”, dijo Wiater. Entretanto, lejos de tanta técnica, Ariel Strajman aseguraba: “Cualquier día me cruzo en la calle con cualquiera de los que me secuestraron. Me cortaron las piernas, me cortaron el corazón”.
Subnotas