Lun 04.10.2004

SOCIEDAD

La lepra, una enfermedad bíblica que hoy muchos tienen sin saberlo

Esta semana habrá una campaña nacional para prevenir el mal. Hay unas mil personas que lo padecen y otras tantas no saben que lo tienen. Unas de las zonas endémicas son la Capital y el conurbano.

Desterrar los prejuicios y difundir los tratamientos capaces de curar definitivamente la enfermedad: éstos son los principales objetivos que buscará la “V Campaña Nacional de Educación y Prevención de la Lepra”, que se realiza desde hoy –hasta el 8 de octubre– en todos los hospitales públicos de la Argentina. Actualmente, la enfermedad afecta a cerca de un millar de personas en el país y se presume que existen otros mil casos más que aún no han sido detectados. Entre las zonas endémicas figuran Capital Federal y Gran Buenos Aires. Los expertos aseguran, sin embargo, que la lepra “es muy poco contagiosa” y que los tratamientos desarrollados alcanzan su cura “definitiva, mucho antes de la aparición de cualquier discapacidad o mutilación”. Pero el avance de la medicina en este punto no va de la mano con la discriminación que sufren los enfermos: “muchas personas fueron despedidas de sus empleos y hasta marginadas por sus propias familias”, se lamentó uno de los organizadores de la campaña.
Durante el año pasado, se detectaron 448 casos nuevos de lepra, lo que indica que la enfermedad persiste. Para contrarrestar este panorama, durante la campaña se llevarán a cabo actividades gratuitas de capacitación y difusión mediante folletería y charlas en los hospitales del país. La lepra es una enfermedad infecciosa producida por un microbio (Mycobacterium Leprae) que afecta principalmente a los nervios periféricos y a la piel. Pero al contrario de lo que el anacrónico imaginario colectivo cree, la enfermedad “no produce discapacidades sino que genera –como uno de los primeros síntomas– un trastorno de pérdida de sensibilidad. Cuando no había tratamientos, las personas se lastimaban mucho más y eso hacía que pudieran perder una parte de su cuerpo. Pero eso ya no existe. Apenas comenzado el tratamiento, la enfermedad se detiene”, explicó a Página/12 el encargado del consultorio de Lepra del hospital Argerich, Jorge Tiscornia.
La coordinadora general de la campaña, Liliana Olivares, resaltó que la lepra “es una enfermedad que arrastra siglos de prejuicios y discriminación, pero realmente se cura con tratamiento cortos y gratuitos, que duran de uno a dos años. Además, es muy poco contagiosa”. Para contraerla, debe haber un contacto directo y prolongado –de tres a cinco años– entre un enfermo sin tratar y una persona susceptible de enfermar. Pero no todos los infectados eliminan bacilos. “La mejor prevención es que el paciente haga tratamiento y educar a la población para que si una persona tiene una mancha en la piel que está adormecida, sin sensibilidad, vaya al médico”, enfatizó Olivares, quien dirige la sección Lepra del hospital Muñiz. “Es que hay pacientes que tardan un año en saber que tienen la enfermedad”, advirtió Tiscornia.
La campaña está organizada por la Sociedad Argentina de Dermatología, con el auspicio del Ministerio de Salud. Las cifras indican que cada 45 segundos un ser humano en el mundo se contagia de lepra, y cada día se infectan 2000 personas, de los cuales 200 son niños. Según datos de la Organización Mundial de la Salud, cada año aparecen 720.000 nuevos casos de la enfermedad. En la Argentina, la zona más afectada es el noroeste del país, además de la Capital Federal y el Gran Buenos Aires. “Esto se debe al clima húmedo. En lugares secos como Chile, no hay prácticamente casos; mientras que en Brasil, donde es visiblemente húmedo, hay mucha cantidad”, manifestó la médica Olga Terriles, del Programa Nacional de Lepra del Ministerio de Salud de la Nación.
En abril de 2000 se produjo uno de los más importantes avances de este mal: un equipo del Instituto Pasteur, de París, anunció que había obtenido el genoma completo del bacilo de la lepra. En aquel momento, Stewart Cole, de la Unidad de Genética Molecular Bacteriana del instituto, explicó: “Hemos identificado nuevas vías para cultivar el bacilo, lo que podría facilitar el estudio de este microorganismo y, además, puede impulsar la investigación de medicamentos indicados para esta patología”.
Según Olivares, la enfermedad “no tiene nada que ver con la condición social de la persona sino con el sistema inmunológico. Vincularla con la pobreza pone en evidencia el prejuicio de la gente”. La discriminación a los que poseen esta enfermedad deviene de tiempos casi prehistóricos: en la Antigüedad, los pacientes eran excluidos de su comunidad y debían colgarse una campanilla al cuello para anunciar su paso. Sin ir a tiempos tan lejanos, en 1918, mediante una ley nacional, se crearon en la Argentina lugares de aislamiento para los enfermos de lepra. En la década del ’40 comenzaron a desarrollarse los primeros tratamientos y en los ’50 estos centros empezaron a ser cerrados, aunque perduraron en la memoria colectiva. “Uno de los objetivos de la campaña es que el enfermo pueda decir que tiene lepra sin ser discriminado”, explicó Tiscornia.
Pese a la iniciativa de terminar con estos centros de aislamiento, hoy existe en el partido bonaerense de General Rodríguez un leprosario en el que viven decenas de familias afectadas por esta enfermedad. De todas formas, varios médicos especializados coinciden en que las mismas personas que viven en este hospital no se quieren ir de allí.
Los expertos consultados por este diario afirmaron que actualmente, quienes padecen la lepra, “pueden y deben llevar una vida normal”. “El colectivo de la gente piensa que la lepra no existe, que está erradicada. Pero lo real es que todavía existe y no por eso hay que asustarse. No necesariamente tiene que llegar a una discapacidad. Hablar de esto es quedarse en la Prehistoria. Por eso, hay que concientizar a la población de que es una enfermedad más”, remarcó Olivares.

Informe: Maricel Seeger.

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