SOCIEDAD
› LA JUSTICIA IMPIDE SU ADOPCION: CON 3 AÑOS, TUVO 4 HOGARES
Una nena en un laberinto judicial
Sofía fue abandonada al nacer. Desde entonces pasó por cuatro hogares transitorios. Dos veces quisieron adoptarla, pero el juez se negó. En la última oportunidad, pasó 19 meses con un matrimonio, al que se la sacaron hace dos semanas.
› Por Mariana Carbajal
Sofía tiene 3 años y 3 meses y una historia atroz de desgarros y pérdidas. Fue abandonada al nacer y, desde entonces, pasó por cuatro hogares de tránsito debido a que el juez de menores de San Martín que tiene su tutela no resuelve su adopción definitiva. Aunque suene insólito, el magistrado la arrancó abruptamente de dos de las familias que la cuidaban porque la quisieron demasiado. La última vez ocurrió dos semanas atrás. Hacía 19 meses que Sofía vivía con Mónica y Raúl Herrero, pero el juez Gabriel Peñañori se la sacó porque se encariñaron tanto con ella que pidieron su adopción. Lo mismo había hecho cuando la nena tenía apenas unos meses de vida y otro matrimonio pidió convertirla en su hija. El magistrado fundamenta su decisión en que para adoptar hay que inscribirse en una lista oficial de postulantes. “Es siniestro lo que ha pasado con la nena, es cierto. Pero como hogar de tránsito, ellos carecen de idoneidad para adoptar y no puedo permitir que se apropien de la nena por el hecho de haber entablado un vínculo afectivo con ella”, argumentó Peñañori en diálogo con Página/12. Especialistas en minoridad cuestionaron duramente su postura (ver aparte).
Sofía nació el 20 de enero de 1999 en el Hospital Rivadavia. Su mamá, de 17 años, decidió entregarla en adopción porque no podía hacerse cargo económicamente de ella. Tenía otros dos hijos mellizos, su pareja estaba internada en una comunidad terapéutica para adictos y ningún familiar la apoyaba. La nena quedó entonces bajo la tutela del juzgado de menores Nº 1 de San Martín, donde residían sus abuelos.
La beba fue entregada al matrimonio de Ana María Rosales y Javier Stegmann, de Morón, en calidad de hogar de tránsito. Se denomina así a los matrimonios que solidariamente y en forma voluntaria –sin recibir un solo peso– se ofrecen a tener por unos meses a chicos, mientras la Justicia resuelve su futuro, ya sea porque fueron abandonados y serán entregados en adopción o porque momentáneamente se los debe sacar de su núcleo familiar por situaciones de violencia o insolvencia económica. Como lo indica su nombre, su función es transitoria y busca evitar que el menor sea internado en un instituto. Pero a veces los tiempos se alargan y las consecuencias para los chicos son terribles, como en el caso de Sofía que vivió en cuatro hogares de tránsito .
Prohibido amar
Los Stegmann se encariñaron tanto con Sofía que la quisieron adoptar. Pero apenas plantearon su inquietud, el juez se las quitó porque entendió que intentaban violar el régimen de adopción. Ellos estaban inscriptos en el listado de postulantes de la provincia y –según la interpretación del magistrado– ofreciéndose como hogar de tránsito habían querido acortar los plazos de espera. Más allá de estos hechos, la Cámara de Apelaciones de San Martín rechazó de plano la decisión de Peñañori de arrancar a la nena del amor de sus guardadores por el hecho de querer adoptarla. “El principio rector debe ser el interés del menor, y éste se encuentra resguardado precisamente por los ‘excesos amorosos y de cuidados’ brindados por el matrimonio Stegmann antes que por la sola razón de mejor ordenamiento de las listas de aspirantes”, señaló el tribunal el 25 de abril de 2000, después de analizar el expediente y constatar el estado de la beba. Incluso, los camaristas consideraron que a pesar de no haber seguido los pasos legales para pedir la adopción, “todos sus antecedentes” eran “idóneos”.
Pese a su contundencia, la decisión de la Cámara fue anulada por la Suprema Corte de la provincia por un aspecto formal, también bastante insólito: consideró que no había constancia de que el tribunal de segunda instancia hubiera entrevistado a la menor. “Con un chico de 8 años puedo hablar, pero con un bebé de meses es imposible”, recordó ayer ante este diario la ex camarista Stella Maris Biocca, una de las firmantes de aquella resolución, sin poder creer que el magistrado tomó por segunda vez la misma decisión “en contra del interés superior de la nena”.
Para abril de 2000, sin embargo, hacía tiempo que Sofía había cortado el vínculo con los Stegmann por orden judicial y estaba bajo los cuidados de otra familia que hacía de hogar transitorio. Pero después de cuidarla algunos meses, la beba fue devuelta al juzgado porque sus guardadores tenían problemas económicos. Mientras tanto, los Stegmann siguieron peleando en la Justicia –y siguen– para conseguir su adopción y las idas y vueltas del expediente impidieron al magistrado resolver definitivamente la situación de la menor. Así fue como el 12 de setiembre de 2000 Sofía llegó a la vida de Raúl Herrero, de 45 años y su esposa Mónica, de 43, un matrimonio de Floresta con tres hijos de 20, 18 y 14 años. Era la tercera familia a la que tenía que adaptarse en 21 meses.
“Nunca se nos ocurrió ser hogar de tránsito, pero unos amigos que sí lo son nos insistieron tanto para que aceptáramos porque había una nena que si no iba a ir a un instituto, que decidimos recibirla en casa”, contó Mónica a Página/12, con un nudo en la garganta y los ojos vidriosos de la angustia. Lo que debía ser transitorio, se fue extendiendo en el tiempo y Sofía pasó más de un año con los Herrero, período durante el cual fue perdiendo el pánico a ser abandonada nuevamente. “Los primeros tres meses fueron de terror. Sofía lloraba toda la noche y no se podía separar un segundo de Mónica”, recordó Raúl. Poco a poco, la nena se incorporó al grupo familiar como una integrante más. Y los Herrero cometieron el “delito” de pedirla en adopción y de un día para el otro el juez Peñañori se las quitó y la entregó a otro hogar de tránsito. Esto ocurrió el 2 de abril. Desde entonces, Sofía no ha tenido contacto con quienes actuaron como su familia en los últimos 19 meses, el plazo más extenso que pasó con un grupo familiar, casi la mitad de su vida. Todo, según el juez, por cumplir con la letra fría de la ley (ver aparte).
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