Jue 18.11.2004

SOCIEDAD

La Cámara de Casación analiza si el dentista Barreda es inimputable

Los jueces llamaron a una audiencia en la que estuvieron todas las partes. Barreda dijo ser consciente de lo que hizo y se declaró arrepentido. Denunció que le falsearon una pericia.

› Por Carlos Rodríguez

Las manos del odontólogo Ricardo Barreda, las mismas que el domingo 15 de noviembre de 1992 desencadenaron una tragedia familiar abrojada a la memoria colectiva, conservaron ayer una perfecta simetría. Cada dedo de la diestra apoyado contra el dedo par de la mano contraria, formando un círculo que por momentos se convertía en rombo. “Soy consciente de lo que sucedió, pero en ese momento yo no era yo”, dijo con voz pausada Barreda y era difícil creer que ese hombre sereno haya disparado seis veces una escopeta con la que mató a sangre fría a su mujer, a sus dos hijas y a su suegra. “Estoy profundamente arrepentido”, alegó el condenado ante los jueces. “Vivía aislado, sin recibir señal alguna de sus familiares. Sólo agravios, como el famoso apodo de ‘Conchita’”, con el que dijo que lo llamaban sus víctimas, afirmó el abogado defensor Octavio Etchegoyen Lynch, quien a doce años del crimen pidió que el odontólogo sea declarado “inimputable” y que se anule la sentencia que lo condenó a reclusión perpetua. La Sala I de la Cámara de Casación Penal bonaerense tiene ahora veinte días para decidir si accede o si rechaza el planteo.
Al comenzar la audiencia oral, las partes en pugna, defensa y fiscalía, coincidieron en recordar que el fallo condenatorio emitido el 14 de agosto de 1995 sigue sin ser ratificado o modificado por ninguna instancia superior, lo que desnuda la lentitud exasperante de la Justicia. “En el caso hubo circunstancias extraordinarias que no se tuvieron en cuenta. Se le pudo haber impuesto una condena menor”, argumentó el defensor. “Fue carne de ese delirio”, insistió, aludiendo a la relación que Barreda tenía con su familia, compuesta por su esposa Gladys McDonald, de 57 años, sus hijas Cecilia, de 26, y Adriana, de 24, y su suegra Elena Arreche, de 86.
Las cuatro murieron bajo el fuego certero de una escopeta calibre 16,70 de dos caños, marca Víctor Sarrasqueta. El imputado reconoció la autoría del crimen y ahora su abogado pretende que lo declaren “inimputable”, alegando que al ocurrir los hechos sufrió un “delirio de reivindicación” por el supuesto maltrato psicológico que recibía de parte de las cuatro mujeres, de acuerdo con lo expresado en su momento por el psiquiatra Bartolomé Capurro, ya fallecido. Etchegoyen Lynch argumentó que en el caso debió aplicarse el concepto de “in dubio pro reo” que, ante la duda, beneficia al imputado. El defensor apuntó que la condena fue por mayoría, ya que la jueza María Rosentock consideró a Barrera “inimputable”.
El fiscal de Casación, Carlos Altuve, refutó los argumentos del defensor. En el caso del beneficio de la duda, porque es un elemento “excluyente del juicio oral que se encuentra fuera del control de casación”. El fiscal recordó que en el juicio condenatorio, el presidente del tribunal, Eduardo Hortel, había desechado la posibilidad de aplicar el beneficio de la duda y que Barrera fue declarado imputable, siguiendo los argumentos expuestos por el también psiquiatra Jorge Folino.
“Barreda no está loco ni padece un delirio reivindicativo”, dijo en su momento Folino, quien consideró que “puede ocurrir que el delirante se dé cuenta de que ha hecho algo que está mal”. Durante la audiencia de ayer se recordó que el propio Barreda, después del crimen, al hablar con una de sus amantes, María “Pirucha” Guastavino, le dijo textualmente: “Me mandé una cagada”, en alusión al cuádruple homicidio. En el juicio, la fiscalía estimó que “la realidad muestra a Barreda como victimario”. “La causa de la desdicha familiar ha sido su particular predisposición por las mujeres. La segunda noche de la luna de miel su mujer lo encontró magreando una mucama en un sillón del hotel. Se paseaba con mujeres en lugares públicos frente a sus hijas. Pasa de ser un don Juan para convertirse en un perverso”.
Durante el juicio, Barreda dijo que no estaba arrepentido, pero ayer cambió de postura. “Estoy profundamente arrepentido”, aseguró el odontólogo, quien midió cada una de sus palabras. “Si me hubieran escuchado (después aclaró que se refería básicamente a su mujer), no habría sucedido todo esto”. El condenado dijo que, después de 12 años de psicoanálisis en prisión, cambió de idea sobre la culpa. “En un principio tenía la idea de que la culpa no había sido mía, pero hoy soy consciente de lo que sucedió y lo que puedo decir es que en ese momento yo no era yo.” Barreda lamentó, sobre todo, haber asesinado a su hija menor, Adriana. “El arrepentimiento mayor es por mi hija más chica, que fue a la que menos le di, creo, y de la que más recibí.”
Luego eludió explicar qué fue lo que su mujer “no quiso escuchar”. El múltiple homicida eludió el tema: “No puedo hablar de personas que están ausentes y no pueden decir nada”. Afirmó que llegó al crimen porque había caído “en un período depresivo muy hondo”. Luego se quejó porque muchos testigos “no se ajustaron a la verdad” cuando declararon en el juicio oral y cargó contra el psiquiatra Folino. “En la comisaría 1ª (de La Plata) me llevó un cuestionario de ciento y pico de preguntas muy ambiguas, algunas de las cuales no sabía cómo contestar. Como yo no las puede contestar, él vino y me dijo ‘vamos a hacerlo rápido’ y puso las cruces en las respuestas.” Ante los jueces de Casación, Barreda aseguró que ésta fue “la primera vez” que habla sobre ese tema.
Barreda, que en la prisión rindió 18 materias de abogacía, sostuvo que pretende reinsertarse en la sociedad “de la que nunca salí porque a pesar de que hace 12 años estoy preso, no me siento preso, tengo mi mente en otro lado”. Hasta se mostró dispuesto a formar “una buena, o una nueva familia; siempre quise hacerlo, pero desgraciadamente las cosas me salieron al revés”. Los jueces de Casación tienen 20 días para resolver el pedido de inimputabilidad. De no prosperar, el defensor de Barreda pidió que se modifique el fallo, de reclusión a prisión, para que pueda acceder a la libertad condicional, por aplicación del dos por uno.

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