SOCIEDAD
› ESCUELAS DEL CONURBANO DONDE LOS CHICOS SE DESMAYAN POR HAMBRE
Cuando el estómago cruje en clase
Días atrás se supo que en una escuela en Tucumán los chicos se desmayaban por falta de alimento. Pero no sólo sucede allí: directores y docentes del Conurbano cuentan lo mismo. Los más grandes, que no tienen comedor, se quedan a esperar sobras. Hasta bajó el ausentismo, porque los chicos van a comer.
› Por Horacio Cecchi
El primer toque de alerta apareció en Tucumán. El director de una escuela de la capital provincial denunció que, desde hacía unos meses, los alumnos se desmayaban. Indagando, los docentes descubrieron que se trataba de algo tan simple como el hambre: los chicos iban sin comer y, por algún misterio de la naturaleza, no tenían fuerzas para seguir en pie. Página/12 investigó el problema en escuelas de zonas críticas: la debacle agudizó la situación. Los desmayos se suceden, especialmente los lunes, porque el hambre viene de arrastre del fin de semana. Los comedores escolares, que son la salvación real de muchos, sufrieron recortes en sus cupos. Las raciones mantienen el valor del año pasado, o sea, se puede comprar la quinta parte de comida. El guiso es un lujo que sirve para recordar el codiciado perfume de la carne. En la provincia de Buenos Aires, las escuelas reciben 60 centavos devaluados para alimentar a cada chico. El hambre provoca un impensable eco: hay menor ausentismo para no perder el comedor. Si el chico se ausenta por enfermedad, la madre se aparece con un tupperware para reclamar la ración. En Tucumán, la cifra de la ración es aún más exigua: 25 centavos diarios. Menos que el valor de una aspirina.
Escuela Media 12, de González Catán. Está ubicada en el kilómetro 31,700 de la Ruta 3. Concurren 1250 alumnos. “La situación es muy grave –dijo a Página/12 el director, Luis Cabeda–. Estamos pidiendo a las autoridades una merienda reforzada, que fue anulada en el ‘95.” A la 12, además, asisten 140 chicos en dos turnos, pertenecientes a la EGB 105, que se encuentra en la misma manzana. A diferencia de las escuelas medias, las EGB reciben un cupo de comedor, por tratarse de chicos de entre 7 y 15 años. En la 12, cada día de clases, a la hora de la comida, llegan los porteros de la EGB de la vuelta a distribuir los alimentos a los alumnos más chicos. Se produce, entonces, una situación particular: “Los mayores -relató Cabeda–, se quedan esperando en la puerta a ver si quedó un pan”.
La merienda reforzada que reclaman en la 12 no hará milagros pero mantendrá, al menos, engañado al estómago: un mate cocido, con suerte una copa de leche, una factura, de milagro un sandwich. “Mis chicos van a venir hasta que yo pueda. No voy a sacrificar a mi hijo si no está comiendo”, dijo un padre durante una reunión en la escuela. En la 12, los padres comenzaron hace pocos días a reunirse para salir a pedir. Recorren supermercados, almacenes, panaderías, pidiendo comida para los chicos. También reclamaron ante las autoridades del Consejo Escolar.
El hambre no es distinta en Budge, dependiente del Consejo Escolar de Lomas de Zamora. A seis cuadras del centro se encuentran las EGB 12 y 43. En la primera, tienen 900 cupos de comedor sobre 1070 alumnos. Merienda de emergencia la llaman los docentes: polenta, arroz, fideos, demasiado guiso, escasa carne. “Los alumnos del primer grado apenas llegan a la escuela ya están preguntando a qué hora se come”, reveló la directora Cristina Beraja. Durante el año pasado, cada ración tenía un valor de escasos 60 centavos diarios por alumno. Este año posdevaluatorio, cuentan con los mismos 60 centavos. “Antes, los viernes y los lunes reforzábamos la merienda porque durante el fin de semana pasaban hambre –recordó Beraja–. Ahora, es una tarea imposible.” Eso sí, el ausentismo se redujo: hay más pedidos para comedor. “Cuando el chico falta por enfermedad viene la mamá con un tupperware a pedir la ración de su hijo.”
En la EGB 43, de la vuelta, sobre 1150 alumnos, tenían un cupo de comedor de 850 chicos. Tenían. Este año las autoridades provinciales recortaron 200. “Cuando hay asistencia perfecta, los chicos comen menos, porque no alcanza para todos”, explicó José Luis Marrero, director de la 43. “Tenemos chicos que en su casa tienen una torta frita como plato principal y único. Son los que comen. Algunos se desmayan, se descomponen. Desde principios de año, además, la comida que viene es menos y de peor calidad.” Padres y docentes de las dos escuelas presentaron un petitorio por el magnífico refuerzo. Ayer, por la tarde, los recibieron en el Consejo Escolar para dar una respuesta. La obtuvieron: no el refuerzo sinootra reunión en La Plata, el próximo 2 de mayo, con autoridades provinciales.
Pablo Abad, secretario de prensa de Suteba seccional Tigre asegura que en la zona de Benavídez, “va gente del barrio a las escuelas, entre turno y turno, a pedir comida, o a ofrecer algún tipo de trabajo a cambio de alimentos”. En la zona de Tigre, los chicos no son distintos a los de la zona Sur: también van con hambre a la escuela, y apenas entran, el buen día viene acompañado de la pregunta: “¿A qué hora comemos, señorita?”.
En Jujuy, la crisis supera todo límite. Según el médico de Maimará Juan Pablo Amaya Paz, en la región de la Quebrada de Humahuaca, “la desnutrición infantil alcanza al 17,4 por ciento”, sobre el 2,3 fijado como límite por la OMS. “En Susques –dijo Amaya Paz a este diario–, una pequeña población ubicada en la frontera con Chile, la desnutrición supera ese promedio y los porcentajes de mortalidad infantil son altísimos.” Amaya Paz trabaja en conjunto con la Obra Claretiana para el Desarrollo, del padre Jesús Olmedo y con la ONG de Miguel Angel Estrella, Música Esperanza. Su actividad se define como médico de familias críticas. “Hasta hace unos meses trabajaba en un programa nacional de familias criticas del Ministerio de Salud nacional. Este gobierno lo borró de un plumazo.”
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