SOCIEDAD
El falso psiquiatra que manipulaba a sus pacientes para estafarlos
Les lavaba el cerebro y lograba compartir cuentas bancarias o cobrarles una fortuna. Ahora se encamina al juicio oral y público.
“Usted no necesita ni un ansiolítico ni un antidepresivo. Lo que a usted le hace falta es un socio como yo en su empresa.” “¿Se lleva mal con su marido? ¡Entonces búsquese un amante, mujer!” Planteos como éste y otros de similar audacia eran los que se acostumbraban escuchar en el consultorio de Belgrano de José Abadi –familiar homónimo de José Eduardo Abadi–, que atendía sólo a pacientes “de muy buena posición económica”. El médico clínico, que se vendía como psicoanalista y psiquiatra, conseguía a sus pacientes a través de recomendaciones y los estafaba convenciéndolos de compartir cuentas bancarias con él y de permitirle integrar el directorio de sus empresas, además de cobrarles abultadísimos honorarios. Ahora, la Cámara del Crimen confirmó su procesamiento por “estafas reiteradas, lesiones graves, lesiones leves y hurto” contra al menos cuatro de sus “pacientes”, trabándole un embargo de 500 mil pesos aunque sin dictarle prisión preventiva, por lo que el falso psicoanalista se encuentra en libertad y aparentemente continúa atendiendo.
El sistema de elección de víctimas del “doc” gozaba de una eficacia inusitada. Primero, conquistaba a sus víctimas con sesiones desinhibidoras y consejos polémicos pero tentadores. Luego, les preguntaba por sus familiares y amigos y les pedía ser recomendado, instruyéndose antes sobre la situación económica de cada uno de ellos. De esta forma, lograba internalizarse en el círculo íntimo de sus pacientes y crear conflictos internos, obteniendo al mismo tiempo la confianza ciega de cada miembro en particular. Como se sostiene en la evaluación de los magistrados que confirmaron el fallo prima facie en su contra, Abadi “captaba a sus pacientes a fin de convertirse en un socio o inversor a través de sus manipulaciones terapéuticas, que duraban muchísimos años –en algunos casos más de diez–, y para lo cual no trepidaba en la utilización de técnicas de avasallamiento de la personalidad a los efectos de lograr sus fines económicos”, que incluían, entre otras cosas, la apropiación de fondos ajenos.
Esas técnicas de “lavado de cerebro” consistían en “abusar de la inseguridad personal de sus clientes y constituirse en el centro de sus vidas, debilitándolos hasta el punto de ser consultado cada vez que éstos debían tomar decisiones importantes”, según aseguró a Página/12 Ricardo Huñis, abogado representante de Celia y Jorge Peñalba, dos de las “víctimas terapéuticas” de Abadi. La causa de los Peñalba contra el médico se inició hace cuatro años, después de que Celia fuera acusada por “amenazas” por su entonces ya ex terapeuta y por Facundo, uno de sus cuatro hijos, quien, al igual que Celia, su marido y su hija mayor -Valentina–, se atendía desde hacía años con Abadi.
“Estaban desesperados. Celia, Jorge y Valentina habían dejado de atenderse en cuanto se dieron cuenta de las intenciones lucrativas de Abadi, que llevaba años tratándolos y cobrándoles hasta mil dólares por visitas domiciliarias los fines de semana”, comentó a este diario Huñis, para luego explicar que “las supuestas amenazas de mi clienta contra el médico eran simples pedidos a Abadi para que dejara de atender a Facundo y lo convenciera de volver a su casa, ya que éste se había mudado solo y no contestaba los llamados ni de sus padres ni de su hermana”.
El juicio contra Celia Peñalba tuvo lugar al poco tiempo y la mujer resultó absuelta. “Inmediatamente iniciamos la ‘contracausa’, que, aunque no muy rápido, marcha por los carriles esperados.” A las acusaciones de los Peñalba contra Abadi se sumó luego uno de los más de diez testigos de la causa, todos ex pacientes del imputado. Se trata de Teresa De Biase, una mujer de unos 60 años que, según las pericias psicológicas y psiquiátricas oficiales, resultó ser la más afectada de los cuatro pacientes querellantes. “Tanto De Biase como la familia Peñalba evidenciaron trastornos afectivos y emocionales de consideración”, confirmó Huñis.
Estos exámenes, más una serie de allanamientos realizados en el consultorio de Abadi y en su casa, en los que se confirmó la ausencia de historias clínicas de los pacientes, fueron determinantes para que los camaristas Abel Bonorino Peró y José Manuel Piombo, de la Sala VII, ratificaran la resolución de mérito del juez de instrucción Raúl Ernesto Botto, considerando por parte del imputado un “nocivo desempeño” basado en “tácticas manipulativas de dependencia cercanas al lavado de cerebro”. De esta forma, la causa quedó virtualmente encaminada hacia el juicio oral y público contra Abadi, cuya fecha de inicio aún no está fijada.
Producción: Darío Nudler.