Jue 20.01.2005

SOCIEDAD

Un toque agreste entre la arena y las piscinas de Punta Mogotes

Cuatro kilómetros de playa en plena recuperación. En sus 24 balnearios, hay para todos los gustos, desde boutiques hasta piscinas climatizadas, peluquerías, fulbitos. Incluso playa.

› Por Carlos Rodríguez

Desde la escollera sur del puerto hasta Punta Canteras, de cuyas entrañas salieron los materiales para construir la primera ruta asfaltada hacia Buenos Aires, se prolongan los casi cuatro mil metros de playa de la Bahía de Punta Mogotes. Desde los años ‘30, en el siglo pasado, es uno de los sitios preferidos por los turistas, aunque en los últimos años “Mogotes había caído en la decadencia” si se lo comparaba con otros balnearios ubicados al sur de la ciudad. La definición corre por cuenta de Luis María García, propietario del balneario 21, llamado Atlantis, con veinte años de permanencia en la zona, dato que lo convierte en un experto. “Había que rescatar algunas cosas que eran propias de Mogotes, como el toque agreste, manteniendo las novedades que aportan a los viajeros”, dijo el empresario en diálogo con Página/12. Ahora, junto con las 21 piletas climatizadas que apuntalan los 24 balnearios de Mogotes, los visitantes pueden contar con boutiques, peluquerías a pleno sol, restaurantes, canchas para la práctica de varios deportes y hasta darse el lujo de comer un asadito nocturno, hecho con sus propias manos, en un quincho iluminado por la luz de la luna. Y gozar del amparo de los médanos que han ido desplazando al frío hormigón armado.
Hace tres años, luego de escuchar las sugerencias de vecinos y turistas, se hizo un llamado a “un concurso de ideas” destinado a renovar un sitio tradicional al que le había empezado a saltar el color sepia de las fotografías pasadas de moda. Claro que, al mismo tiempo, la renovación tuvo un toque de regreso a ciertas cosas gratas de los viejos buenos tiempos. El concurso lo ganó el arquitecto marplatense Carlos Mariani, el mismo que diseñó la versión local del Sheraton. “Se eliminó en lo posible el hormigón y se empezaron a refundar los médanos, los espacios verdes, que le dan calidez al lugar no sólo desde el punto de vista estético, sino porque también protegen de los vientos, que por aquí pueden llegar a ser fuertes”, sostuvo García. En la pileta de Atlantis, donde los chicos juegan y reciben instrucciones para aprender a nadar, el viento apenas si se siente en los días en que, como los dos últimos, la arena vuela como impulsada por un ventilador gigante.
Mogotes, a diferencia de la mayoría de las playas del sur, es un lugar frecuentado por familias con hijos chicos o adolescentes. De allí la presencia de las piletas, los juegos infantiles, la guardería, la escuela de vóley, las canchas de beach-vóley o las de fútbol, en este caso tanto sobre arena como en piso de cemento. “Nosotros le damos a la bola todo el día”, cuentan Manuel y Rodrigo como si fuera la hazaña de su vida, en un alto de sus peleas y bromas, a insulto partido, mientras dirimen camisetas bien diferentes: una del Barcelona con filiación bostera, porque lleva el 10 de Riquelme, y otra que le hace el aguante a los triperos de Gimnasia.
La presencia infantil y adolescente es mayoría en las playas de Mogotes, donde se apiñan las camas elásticas con saltos hacia la estratosfera y donde se juega un “loco” que tiene como insensato corredor de la pelota de cuero a un perro (un can, no un mal jugador de fútbol), que ni ladra de tan cansado. Como toque exótico se produce el paso de un africano que llama la atención por el contraste entre su piel negra de nacimiento, minga de sol, y su vestimenta multicolor. En sus manos lleva un valijón y una mochila colgada en la espalda, como si fuera nómada. “Es habitual que vengan mendocinos, santafesinos, salteños, chilenos e italianos, a los que nos costó un poco imponerles el hábito de las carpas, porque no están acostumbrados”, comentó García, sorprendido por el africano que parecía recién bajado de un barco.
Por Mogotes, según García, pueden llegar a pasar hasta tres mil personas por cada uno de los 24 balnearios y se pueden acumular hasta diez mil autos. “La deuda pendiente es construir un buen lugar para estacionamiento”, admite el empresario. Tienen tiempo de sobra para hacerlo, porque los nuevos contratos de concesión firmados son por 18 a 20 años. Uno de los lugares más concurridos en Mogotes son las boutiques, que ofrecen ofertas de temporada para adolescentes y madres jóvenes. “Tenemos diseños exclusivos en remeras y vestidos, que son hechos a pedido en 48 horas”, explicó Mimí Feld, la propietario de Iam y Sand, Mar y Arena, que ofrece mallas, pareos, ojotas y otras prendas ligeras “para las que no quieren perder el tiempo yendo de compras a los shoppings que están en la ciudad”.
Luis y Clara son mendocinos. Casi todos los años desembarcan en Mogotes con sus cuatro hijos. “Es un lugar al que los dos veníamos, desde muy chicos, con nuestros padres y abuelos, por separado, antes de conocernos; ahora volvemos porque sentimos que es parte de nuestra historia”, dicen conformando un dúo que parece entonar bien, luego de 12 años de matrimonio.
Mogotes nació como playa de veraneo allá por el año 1934, y uno de sus pioneros fue don Isidro Alberola, que vendía leche en la ruta, al pie de la vaca, a cinco centavos el jarro. Hoy el principal hito del lugar sigue siendo el faro de Punta Mogotes, pero en los años de la creación, el mojón que indicaba el fin de la odisea que llevaba a estas playas era un molino de viento que tenía como sello de identidad un escudo del Racing Club de Avellaneda.
García señaló que otro objetivo es alentar los viajes a Mogotes también en invierno. “Tenemos que mantener abiertos algunos pubs, los restaurantes, los sitios para diversión de los chicos y adolescentes, porque este lugar lo tiene todo: la playa, el mar, los bosques de Peralta Ramos, las cinco lagunas que están pegadas al balneario y que están interconectadas, el barrio de Punta Mogotes, la hotelería de primera categoría y la tradición que ahora estamos tratando de reconstruir”.

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