En las playas de moda, ubicadas al sur de la ciudad, la arena es disputada grano a grano por los concesionarios de los balnearios y por las empresas que apuestan a que sus ventas suban con la misma contundencia con que lo hace el sol todos los días, unos minutos antes de las seis de la mañana, detrás de los edificios de piedra que son el sello de fábrica de Mar del Plata. Los llamados paradores temáticos ofrecen a sus visitantes “el mejor pelo del verano” sin necesidad de despegarse del mar y de la arena, o dietas vegetarianas y macrobióticas regadas por aguas “de 50 países”, casi siempre incoloras e inoloras, como cualquier agua que se precie de tal, más allá de su nacionalidad. También se pueden tomar clases de yoga, recibir masajes orientales (chinos, tailandeses y japoneses) y ser frotados con delicadas cañas de bambú. En algunos lugares, incluso, los distinguidos clientes son llevados al mar como si fueran reyes, en esos carritos ridículos que se usan en los campos de golf o para rondas policiales en las peatonales de la ciudad de Buenos Aires. Claro que también, en otros paradores convencionales, destinados a los que no pueden dejar los hábitos propios de las grandes ciudades, está la oferta de siempre: birra, música electrónica, rock and roll y todo lo que cada uno pueda conseguir con su encanto personal, si lo tiene.
En La Caseta, uno de los lugares más concurridos de las playas del sur, junto con Abracadabra y Tamarindo, la firma Sedal instaló una “peluquería de playa” donde las chicas restauran su pelo después de una jornada de sol y antes de salir a perderse, o a encontrarse, en la noche marplatense. Tres maestros peluqueros, Coco Basile, Joaquín Persson y Hernán, eligieron a cuatro lindas chicas, con cuerpos de modelo, como las finalistas locales de un torneo en el cual sólo se tomó en cuenta la calidad del cabello “de la raíz a la punta”, juraron los miembros del jurado. En la presentación formal de las ganadoras, que ahora se enfrentarán en la final a otras ocho elegidas en Rosario y en Córdoba, las chicas, Yamila, Martina, Ayelén y Mariela, no desentonaron a la hora de subirse a la pasarela con las modelos profesionales Analía Maiorana, Lorena Cericioli, Dolores Trull y Natalia Antolín.
Después de escuchar aplausos y aullidos de parte de mujeres y hombres que llenaron la playa a pesar del viento que hacía su estricto control de calidad sobre el champú especial para veranos intensos, las modelos top y las chicas del cabello ídem, posaron para fotos caseras que de ahora en más serán exhibidas en las paredes de un par de habitaciones de solteros. Dos pibes cordobeses, dos vagos made in Calamuchita, se fotografiaron con la Cericioli, onda caritas pegadas con La Gotita, mostrando una sonrisa forzada de ganadores irresistibles. Raza invencible la de los cholulos.
En el mismo parador se instaló este verano el primer Bar de Agua de la Argentina, tal como se lo promociona. En un espacio de 260 metros cuadrados, lleno de sillones y asientos mullidos, se propone un ámbito de “comida sanita (variedades de ensaladas y comida macrobiótica) acompañada con la variedad de aguas de la firma Ser”, informa la chef Narda Lepes. También se ofrecen tragos sin alcohol que cruzan aguas minerales con frutas variadas. El lugar cuenta con una exótica “barra” acuática que funciona dentro de un jacuzzi. Los chicos ya no preguntan cuánto tiempo debe pasar entre el almuerzo y el chapuzón. Lo que se dice una típica comida pasada por agua.
“El propósito de estas novedades es programar el ocio, porque entendemos que esa es una alternativa importante. La gente quiere más relax y menos actividad deportiva, por eso este año tenemos una variedad de ofertas que apuntan a la belleza, a la salud y a la paz, nada de estrés”, apunta Jorge “Cuchillo” González, el dueño de La Caseta, que ayer se dio una vuelta por el desfile del champú y hasta se dio el lujo de gastarles algunas bromas alos periodistas. “Este es el periodismo comprometido que el país necesita”, dijo con una sonrisa malévola, justo en el momento en que las modelos se mostraban en la pasarela con sus bikinis diminutas y nadie se acordaba, ni falta que hacía, de la reelección de George Bush o de la deuda externa.
La tendencia se advierte en otras playas, con una particularidad muy especial en el club Ocean, en el corazón de Playa Grande, abierto únicamente para socios exclusivos que deben pagar unos 15 mil pesos la inscripción. Uno de sus lujos es ser llevados de las arenas secas a las mojadas, pegadas al mar, en unos autitos propios de la Ciudad de los Niños. En el lugar funciona un spa, hay servicio de manicura y masajes de todo tipo. Los que quieran opciones más bizarras tienen las mismas de siempre. En la playa La Morocha, a 500 metros del faro de Mogotes, el mejor relax es la cerveza y los fasos que aporta Camel. Los otros auspiciantes son Quilmes y Chandon, por si el estrés aprieta. “Nosotros cuidamos la ¡salud compañero!”, bromean Juan Manuel y Mauricio, dos pibes de Palermo que enarbolan la birra como carnet de identidad.
En Tamarindo siguen apilándose en la playa los seguidores del rock nacional que suena fuerte todo el día en la Rock and Pop Beach, mientras que en Las Cabriadas, en el Faro, los recitales son rociados con gaseosas de la marca más popular. En otro de los balnearios, Complew Beach, lo que impera es la comida abundante en el restaurante Mikelius y algunos eventos para promocionar el próximo Festival del Cine de Mar del Plata. “Hay de todo, por algo esta ciudad es la gran playa de los argentinos”, alardea el dueño de La Caseta.