Dom 03.04.2005

SOCIEDAD  › ANIBAL FAUNDES, INVESTIGADOR

“En los países donde es legal, hay menos abortos”

Es chileno, pero desde hace 25 años trabaja en Brasil. Es un experto en derechos sexuales y reproductivos. En esta entrevista, explica las nuevas normas que facilitan allí el acceso al aborto no punible y analiza las resistencias a la despenalización en Argentina.

› Por Mariana Carbajal

“Infelizmente, las personas que se oponen a despenalizar el aborto son las mismas que se oponen a la educación sexual en las escuelas, a que las mujeres tengan un lugar más apropiado en la sociedad, a que existan los métodos anticonceptivos disponibles en todo lugar, se oponen a la anticoncepción de emergencia, que es una medida demostradamente capaz de reducir los abortos. Y dicen que están en contra del aborto, cuando en realidad están actuando para mantener la cantidad de abortos como está en este momento”, dice el chileno Aníbal Faundes, médico obstetra, profesor de la Universidad Estadual de Campinas, en Brasil, y presidente del Comité de Derechos Sexuales y Reproductivos de la Federación Internacional de Ginecología y Obstetricia. De paso por Buenos Aires, el reconocido académico e investigador describió en un reportaje con Página/12 el impacto de la nueva legislación que permite en Brasil solicitar un aborto en un hospital público a cualquier mujer que diga haber sido violada, y enumeró las consecuencias sanitarias que acarrea la despenalización. Además, opinó sobre quienes se resisten en la Argentina a avanzar hacia la legalización del aborto.
Faundes vive en Brasil hace más de un cuarto de siglo, donde lleva adelante una destacada labor académica y de investigación en el campo de la salud reproductiva, que lo llevó a obtener un reconocimiento internacional.
En Brasil, el aborto en casos de violación está despenalizado desde 1940. A partir de 1996 la intervención comenzó a realizarse en hospitales públicos. En uno de los primeros que la practicó gratuitamente, el Hospital Clínico de la Universidad de Campinas, trabajaba Faundes, donde sigue adelante con su compromiso por los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. La semana pasada, el gobierno de Lula anunció una nueva normativa sanitaria para asistir en hospitales a mujeres víctimas de ataques sexuales. Una de las novedades fue que ya no se les exigirá que presenten la denuncia policial para acceder a un aborto. La eliminación de ese requisito generó mucha polémica. “Ahora no se discute más si la mujer tiene o no derecho a la interrupción del embarazo después de una violación, sino si debe presentar o no un documento muy fácil de obtener, que consigue con sólo ir a la policía y decir que ha sido violada. Esto es muy bueno”, subrayó Faundes, en una entrevista con este diario.
–A partir de esta nueva norma brasileña, sectores católicos empezaron a decir que se van a formar filas de mujeres en los hospitales públicos pidiendo abortos diciendo que fueron violadas. ¿Usted qué les responde?
–Es ridículo. Cuando tú tienes una mujer violada delante de ti, no tienes ninguna duda. Basta mirarle la cara y verla cómo actúa, observar su lenguaje corporal, para darte cuenta de que es verdad lo que está diciendo. Es muy difícil simular ser víctima de una violación. La gente que dice eso no tiene ninguna experiencia personal con haber vivido o escuchado el drama de una mujer que primero fue violada y después descubre que quedó embarazada. La mayor parte de las mujeres no sienten ni siquiera que están embarazadas. Lo que te dicen es: “Doctor, por favor, sáqueme esa mugre que ese hombre me puso acá”. No lo ven como un embarazo. Cuando escucho a gente que dice: “Ese niño que van a matar ...”. Para la mujer no es eso. Es una suciedad más que le dejó adentro el tipo que las violó.
–¿Por qué cree que hay tantas resistencias en Argentina para la despenalización en todos los casos de violación?
–Tengo una hipótesis de que la resistencia se debe a que las personas que tienen poder para tomar la decisión no tienen ningún problema con que el aborto sea ilegal porque tienen dinero para hacerse un aborto sin ningún problema, en las mejores condiciones. Y son las que no tienen ningún poder para cambiar las políticas las que tienen problemas.
–¿Qué papel juegan los médicos en este debate?
–Acabamos de hacer una investigación, que estamos por publicar, que demostró con mucha claridad que una cosa es lo que se dice y otra lo que se piensa con respecto al aborto. Ante la premisa de que si una persona está a favor de la despenalización del aborto va a ser acusada de querer matar niños inocentes, es difícil que la gente diga realmente lo que piensa. Este estudio se hizo entre 8300 médicos obstetras de Brasil. Les preguntamos qué hacían cuando una mujer paciente suya llegaba con un embarazo absolutamente no deseado y les decía: “me lo voy a interrumpir doctor, ¿me ayuda?”. Clasificamos como ayuda que les dieran la dirección o un teléfono de un médico o un lugar de confianza donde pudieran hacerse el aborto, que les dieran o les enseñaran a usar el misoprostol (la droga para úlceras que induce a un aborto) o que les hicieran el aborto. Después les preguntamos qué hacían si era un familiar el que llegaba con el embarazo no deseado y si ellos mismos (en el caso de médicas mujeres) o su compañera (si era un varón) habían estado en esa situación. El 40 por ciento respondió que había ayudado alguna vez a alguna paciente, 48 por ciento a un familiar y cuando ella o su pareja habían tenido un embarazo no deseado –que fueron el 30 por ciento–, el 79 por ciento había abortado. Es decir que mientras más cerca suyo está el problema, más dispuesto están a aceptar que en esas circunstancias absolutamente excepcionales –porque todos los casos son excepcionales– se justifica la interrupción del embarazo. Van mudando su posición a medida que el problema se les acerca.
–¿Pudieron establecer qué pensaban y hacían los médicos con más influencia religiosa?
–Ese fue el otro aspecto interesante del estudio. Les preguntamos si su religión había tenido mucha o poca importancia en su respuesta. Entre aquellos que le daban mucha importancia en su respuesta, los porcentajes eran muy inferiores en los casos de una paciente o de un familiar. Pero cuando llegaban a ellos mismos, las diferencias se hacían muy pequeñas. Es decir que independientemente de la importancia que le dan a la religión, cuando el problema los afecta personalmente entonces ya el convencimiento en contra del aborto disminuye.
–¿Qué consecuencias sanitarias ha tenido la posibilidad de que los abortos no punibles se realicen en los hospitales públicos?
–El aborto no punible comenzó a realizarse en los hospitales en el ’96. En ese momento había sólo tres hospitales que los hacían. Actualmente hay 46: en todos los estados hay alguno. En el fondo lo que ha hecho es desensibilizar el tema del aborto, permitir que se discuta y se converse más al respecto. Pero naturalmente no resuelve el problema del aborto, por eso mismo en este momento hay una iniciativa del gobierno brasileño de revisar las leyes que penalizan el aborto.
–¿En qué sentido sería la revisión?
–El gobierno creó una comisión con integrantes del Ejecutivo, el Legislativo y representantes de los grupos de mujeres y de sociedades científicas. La idea es que se propongan las modificaciones que sean más adecuadas para enfrentar el problema. Significará necesariamente ampliar las condiciones que en este momento permiten el aborto en Brasil. Los que dicen que están a favor de la vida piensan que no existen abortos y que el hecho de despenalizarlo cambiará esa situación. Despenalizar lo único que va a cambiar es que el aborto que en este momento es inseguro se convierta en una práctica segura. Los países que tienen menos abortos en el mundo son aquellos en los que este procedimiento es absolutamente legal, permitido y fácil de obtener, que son los países de Europa occidental. Lo que determina que haya abortos es que las mujeres se embarazan cuando no quieren y que el Estado no las protege cuando están embarazadas. En todos nuestros países, teóricamente la mujer embarazada tiene la protección del Estado, pero en la práctica eso no sucede.
–¿Por qué se producen tantos embarazos no deseados?
–La mujer se embaraza porque no es capaz de controlar las condiciones en que realiza su vida sexual, porque el hombre le impone el sexo –a veces cuando no quiere, a veces cuando quiere–, pero no en las condiciones queella querría: no le da tiempo para protegerse o él le promete que va a usar preservativo y no lo usa. Lo importante es la información del acceso a los métodos anticonceptivos. Mientras que las personas que no tienen recursos económicos no tengan fácil acceso a una información correcta y al uso de los métodos, va a haber muchos embarazos no deseados. Los países que tienen pocos embarazos no deseados son aquellos donde justamente las relaciones de género son mucho más igualitarias que aquí, donde la información y el acceso a los métodos anticonceptivos es amplia y absoluta, y donde la educación sexual existe desde la infancia. Eso es lo que permite que se reduzcan los abortos. Infelizmente, las mismas personas que se oponen a la despenalizar el aborto son las que se oponen a la educación sexual en las escuelas, a que las mujeres tengan un lugar más apropiado en la sociedad, a que existan los métodos anticonceptivos disponibles en todo lugar, se oponen a la anticoncepción de emergencia, que es una medida demostradamente capaz de reducir los abortos. Y dicen que están en contra del aborto, cuando en realidad están actuando para mantener la existencia de los abortos como está en este momento.
–¿Cómo afecta a la salud el hecho de que el aborto esté penalizado?
–Hay un cuasi experimento, que es lo que ocurrió en Rumania en el año ’69 cuando Ceausescu decidió prohibir el aborto y la anticoncepción al mismo tiempo: la mortalidad materna por abortos que era de 15 por 100 mil nacidos vivos, subió a 150 por cien mil. Fue una clara demostración de que cuando se penaliza el aborto y además se colocan dificultades para que la mujer no se embarace, aumenta la mortalidad de las mujeres, que es la punta del iceberg, porque están las que no se mueren pero pierden las trompas y el útero, o quedan con dolor pélvico crónico, probablemente diez de cada una que pierde la vida.

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