SOCIEDAD
Artesanos de San Telmo, en conflicto
Intentan desalojar a los artesanos de los alrededores de la Plaza Dorrego. Los denuncian por competencia desleal.
Son unos cien artesanos que, como Santusa, todos los domingos echan sus paños con tejidos, serigrafías o aretes sobre doscientos metros de la calle Defensa, entre el frenesí errante del movimiento de turistas. Ayer, un grupo de quince efectivos de la comisaría 2ª de la Policía Federal montó un operativo para sacarlos por “competencia desleal”. Varios vecinos, comerciantes y los artesanos Clase A (de Plaza Dorrego) los acusan de ocupar la calle, veredas y vender productos semejantes por mucho menos precio. Los artesanos callejeros aseguran lo contrario. La situación se repite cada fin de semana desde hace ya varios meses. Y aunque hay un acuerdo en marcha, la resolución del conflicto aparece.
Los conflictos del fin de semana en San Telmo no son recientes. Ocurren cada fin de semana desde que los artesanos hallaron un novedoso modo de protesta. Frente a un operativo policial, antes se voceaban un alerta para escaparse. Bastaba un chiflido, una bicicleta o un aviso vía handy para el comienzo. Enrollaban paños, desarmaban el puesto y se iban. “Ahora no”, dice Romina Rubín de la Asociación de Manualistas y Artesanos de Plaza Dorrego y Defensa. “Cuando un policía se pone adelante de un paño para sacarlo, vamos todos a rodearlo porque realmente vienen a sacarnos sin una ley.” El rodeo es un círculo de aplausos y de insultos. Para los artesanos es un pequeño acto de resistencia. Para la policía, en cambio, en ocasiones es una causa para labrar, además, un acta por “desacato a la autoridad”.
En los últimos meses, la protesta los ayudó a organizarse y a crecer numéricamente. Sobre Defensa, entre Carlos Calvo e Independencia, en este momento son unos cien los artesanos sentados con sus pañuelos. Allí mismo, además, confluyen músicos y artistas. Obtuvieron una suerte de permiso precario de manos del Gobierno de la Ciudad por el término de 90 días para venta ambulante. “Nos exigieron tres condiciones –dice Rubín–: que no podíamos tomar alcohol, que no podíamos instalarnos sobre las veredas ni frente a la entrada de los locales.”
El permiso fue exactamente eso, un permiso precario. Sería válido hasta que la Legislatura o el Gobierno porteño encuentren una alternativa definitiva, con el consenso de vecinos y comerciantes. El acuerdo hasta ahora no tuvo lugar, pero hubo un avance. “Antes, la gente del barrio no nos quería –dice Rubín–, pero ahora hay una parte que sí, y está ofreciendo otras calles del barrio como una vía alternativa.” En carpeta existe un proyecto para habilitarles un tramo de la calle Independencia hacia el bajo o sobre la calle San Juan, de momento poco atractivas para los artesanos. El circuito de mayor afluencia turística y de movimiento no está concentrado allí sino sobre Defensa y en torno a la vieja Plaza Dorrego.
Al parecer, mientras se dilate la instancia de acuerdo, los operativos seguirán repitiéndose. Según fuentes de la comisaría 2ª, ellos no actúan por iniciativa propia sino por orden de la fiscalía contravencional de turno. Eso fue lo que ayer disparó los operativos a lo largo del día.
Ayer, a las cinco y media de la tarde, sobre la calle sólo quedaba una veintena de artesanos con sus pañuelos. El resto se había esfumado con el correr de las horas, de la lluvia y de las inspecciones matutinas. En la esquina de Carlos Calvo y Defensa, Santusa tenía sus cosas repartidas entre el suelo, el pañuelo y un carro. En ese instante se acercó un oficial por un nuevo operativo. “Tenemos una denuncia por ‘competencia desleal’”, le explicó a un artesano. El muchacho estaba detenido en la vereda, pero frente al local de Dorrego 920. El propietario había denunciado a los artesanos, y el policía se acercó por orden de la fiscalía de turno. Labraron una acta contravencional, mientras le aseguraron que tenían fotos con testigos. No le sacaron las cosas, pero le pidieron que se vaya a “cien metros de la puerta del local”.
“No tenemos orden de desalojar sino de prevención y de impedir que se asienten más puestos”, le explicó uno de los policías a este diario. Para los artesanos, las denuncias por “competencia desleal” o “desacato” notienen sustento real: “Acá no hay competencia –insiste Rubín– porque hacemos un trabajo de subsistencia: no podemos competir ni con la calidad, ni con la cantidad, ni con los precios de los productos que venden en los locales”.