SOCIEDAD
Descubren dos proteínas clave para tratamientos con células madre
Científicos de la Universidad de California identificaron la proteína que contribuye a “fabricar” células de la retina y otra que guía a las neuronas al lugar donde se reemplazan entre sí.
› Por Federico Kukso
Como ocurrió a principios del siglo XX con los rayos X o a mediados del siglo XIX con la microbiología que explotó de la mano de Louis Pasteur, por estos tiempos las células madre amagan con convertirse (o ser convertidas) en la solución mágica para aplacar todos los males del ser humano. Promesa o realidad, actualmente estas células, capaces de convertirse en cualquiera de los 220 tejidos del organismo, ocupan el lugar más caliente en el panorama científico. Semana tras semana aparecen nuevos hallazgos y avances que desvanecen las dudas que caen sobre este campo y prometen aclarar si en verdad estas células camaleónicas son tan buenas como se cree: el último aporte a la cuestión lo dieron científicos norteamericanos de la Universidad de California, quienes lograron desarrollar con ellas ciertos mecanismos que podrían en un futuro no tan lejano servir para tratar enfermedades neurodegenerativas y oculares.
Evidentemente, lo que más atrae a los científicos de las células madre (stem cells) es su flexibilidad: a diferencia de las neuronas, o los miocitos (o sea, las células del corazón), cuya forma permanece igual a lo largo de la vida del organismo o de las personas que las contienen, las células madre tienen la peculiaridad de adoptar las características de cualquiera de los tejidos que forman el cuerpo humano. Hasta dientes podrían regenerarse: el año pasado, por ejemplo, investigadores brasileños hicieron crecer dientes de un ratón a partir de estas células casi mágicas para luego implantárselas al propio animal.
En el caso del mal de Alzheimer, el Parkinson o la diabetes, la razón por la cual se investiga tan acaloradamente el accionar de las células madre es clave: estas enfermedades se caracterizan por la muerte de células (neuronales en unas y pancreáticas en la otra), de modo tal que la regeneración a partir de inyecciones de células madre es más que alentadora.
“Las células madre son células que no están diferenciadas y no tienen una función específica, ya que no pasaron por ciertas etapas de maduración. Se pueden tomar del cordón umbilical del bebé recién nacido o de la médula ósea de un adulto, por medio de técnicas de clonación. A través de mecanismos de manipulación genética y cierto tipo de proteínas, se las puede inducir y favorecer a que se conviertan y proliferen en células bien definidas como células óseas, musculares, oculares o neuronas, como en este último descubrimiento”, explicó a Página/12 la biotecnóloga Natalia Periolo del Laboratorio de Inmunogenética de la Facultad de Medicina (UBA).
En esta ocasión, el equipo capitaneado por la neurobióloga norteamericana Anne Calof descubrió que una proteína llamada “GDF11” es un componente clave de la diferenciación de las células de la retina durante el desarrollo celular, o sea, es la responsable de “decirles” a las células en el momento de gestación que se dividan y conviertan en una de las partes más importantes del ojo. “Al manipular la capacidad de esta proteína de controlar el desarrollo celular, existe la posibilidad de desarrollar una terapia que controle el poder de las células madre que ya existen en la retina para sustituir células que se hayan perdido o estén lesionadas”, explicó Calof.
Otro equipo de la Escuela de Medicina de la misma universidad, en cambio, decidió enfocarse en el cerebro y descubrió la forma en que ciertas neuronas creadas a partir de células madre endógenas –es decir, que existen en el mismo cuerpo– son enviadas a ese órgano, donde pueden reemplazar unidades viejas o a punto de morir. La importancia del hallazgo radica en la detección de áreas cerebrales específicas hacia donde dirigir las terapias. En este caso, los científicos identificaron que la proteína”prokineticina 2” (PK2) es la encargada de guiar las neuronas a un punto específico del cerebro donde se integran funcionalmente en el tejido y se produce la sustitución neuronal. Una de esas áreas son las zonas subventriculares, cavidades llenas de líquido en ambos hemisferios del cerebro y que están conectadas con el canal central de la médula espinal. “La proteína PK2 ayudará a elaborar un medicamento que refuerce el proceso de formación neural o el de terapias basadas en la aplicación de células madre para enfermedades como el mal de Parkinson, el de Alzheimer, las apoplejías o lesiones cerebrales”, comentó el biólogo molecular Qun-Yong Zhou, profesor del Departamento de Farmacología de la universidad californiana y director de este estudio publicado en la última edición de la revista Science.
La historia pública de estas células comenzó a rodar hace más de 20 años, cuando científicos hallaron el modo de obtener células madre de embriones de ratones. Recién en noviembre de 1998, James Thomson de la Universidad de Wisconsin (Estados Unidos) consiguió realizar el primer cultivo de células madre embrionarias humanas. En la Argentina hay dos sitios donde se procesa y criopreserva la sangre del cordón umbilical de donde se extraen células madre para luego poder utilizarlas en los casos de transplantes de médula ósea. Uno es el Primer Banco Público de Sangre de Cordón Umbilical del país, ubicado en el Hospital Garrahan; el otro, privado, es Matercell, en el que los cordones donados se congelan a menos de 196º C en tambores de hidrógeno líquido.
Disparadoras de entusiasmo o esperanza terapéutica, las células madre abrieron las puertas a una revolución médica que ya comenzó a correr en tubos de ensayos, discos Petri y laboratorios para recrear, como fábricas biológicas, los tejidos dañados por su uso (y abuso) en la cotidianidad impiadosa de la vida.