Vie 24.06.2005

SOCIEDAD  › ASEDIADO POR LA PRENSA MAS QUE POR LAS VICTIMAS,
SE MUDA EN DOS SEMANAS

Chabán se va con su cárcel a cuestas

Aunque a los vecinos no les importa demasiado su presencia, Chabán se irá en “10 o 15 días”, según acordó su abogado con la dueña de casa, que no lo quiere como inquilino. “Podría ir a las islas Malvinas, porque los kelpers lo van a tratar mejor que aquí”, ironizó D’Attoli.

“¿Sabés cuál es el secreto del Delta? A diferencia del campo, donde todo es estático, acá hay algo dinámico: el agua –aseguró Adrián–. Pasa flotando cualquier cosa, nos quedamos mirándola. Lo demás no nos importa”, dijo el isleño de setenta años. El agua se encarga de amontonar barro sobre el que surge la vegetación. La que enamora a sus habitantes, que prefieren vivir en esa tranquilidad y rechazan al resto del mundo, el de calles que no son líquidas. Omar Chabán no pudo caminar por las veredas hechas de raíces que sobresalen, navegar en lancha o hacer remo. A lo mejor pudo ver los árboles por la ventana, sin acercarse, porque las cámaras que sueñan con su cara están ahí afuera, tras los cuarenta miembros del grupo Albatros de Prefectura que custodian su libertad. Dicen que lo único que hace es “gimnasia y leer”. No tiene TV, ni radio ni teléfono, por lo que su mamá lo llama a través de sus amigos, los que le alquilaron la casa. Según su abogado, Pedro D’Attoli, Chabán va a estar en Tigre “entre 10 y 15 días”. Es que la dueña del domicilio, María Rosa Tomaselli, al enterarse de que como huésped tenía al acusado por las 193 muertes de Cromañón “se puso loca”, según los isleños. Para ellos, Chabán “ni bajo tierra va a estar tranquilo nunca”.
Las islas del Delta vienen a ser como manzanas que están separadas por arroyos en vez de calles. Los transitan botes y lanchas derruidas, habituadas a golpearse contra los amarraderos y a atascar sus hélices en el limo. La casa de Chabán, llamada Papillon, queda a media hora de navegación del puerto de Tigre. Ayer, el ritmo plácido del agua marrón se cortaba con el chillido de un equipo electrógeno puesto junto a una antena y otros aparatos en el jardín de una casa sin ocupantes. Pertenecían a un canal de televisión, cuya cámara, como otras, esperaba captar al empresario corriendo una cortina en medio de la naturaleza. Nada de eso pasó, y se tuvieron que contentar con algunas deslucidas estrellas de reparto. Guillermo Silva salía de vez en cuando, gorro de lana, campera cerrada hasta la nariz y manos en los bolsillos. Este amigo le alquiló la casa el lunes pasado a Tomaselli. “Justo en esta época del año vinieron a alquilarle por seis meses, pagados por adelantado, y la pobre María Rosa creyó que se había ganado la lotería”, contó a Página/12 Sonia, una vecina. Cuando el despliegue inusual le permitió saber de quién se trataba, “le agarró el ataque, se puso loca como una chiva. A Raúl, su marido, le subió la presión”, dijo Sonia, que tiene una estación de servicio para embarcaciones. Su percepción es que los isleños “no le dan pelota” a su ocasional vecino. Para ella es así porque “los isleños no somos de hablar mucho”. Y porque ya saben que Chabán “ni bajo tierra va a estar tranquilo nunca”, aseveró.
Tomaselli, cuya casa se llama Marisol, no atendió a este diario. Quien sí lo hizo fue Adrián, un vecino que luego de jubilarse de su puesto en el Banco Central se mudó a una casa llena de chucherías y extravagancias. El día anterior, cuando los medios habían golpeado su puerta para oír su opinión sobre el nuevo del barrio, Adrián declaró: “No me rompan las pelotas”. Recibió a Página/12 con más afabilidad, convidó a tomar vino y relató chistes casi medievales. Condescendió a hablar del revuelo cercano en estos términos: “¿A mí qué me importa? Como decía Gardel: ‘No le des bola a los grasas’. Es lo peor que le podés decir a alguien”, consideró. Apuntando al Abra Vieja, vaticinó que “este arroyo dentro de 20 años se va a llamar Chabán. Porque los argentinos somos así, primitivos”.
El miércoles, apenas Chabán desembarcó en Papillon, la Asociación de Vecinos de Abra Vieja había advertido que “si hay problemas como en San Martín, vamos a pedir que se vaya”. Juan, que vive en Mi Negra ¡Aquí Es!, ante el mismo arroyo que Chabán, sostuvo que “esa sociedad de fomento no existe. Son peronistas que repartieron terrenos fiscales y se hacen aplaudir para dar comida. Es todo política”. Para Juan, la verdad es que “ni nos damos cuenta si está Chabán o no. Molestará en las casas de al lado, pero nada más”. Y evaluó que su vecina, Tomaselli, pidió a la Justicia que el empresario siguiera errando porque “no se iba a bancar las cargadas. Si viene, paga y se va, ¿cuál es el problema?”.
Rodolfo es el otro amigo de Chabán. Lo tiene sin cuidado que Tomaselli los repudie: “Tenemos 18 lugares posibles para ir”, indicó. Por lo pronto van a seguir en Abra Vieja –Chabán, amigos, Prefectura y medios– “entre 10 y 15 días más”, explicó D’Attoli luego de la reunión que mantuvo con Daniel Gillert, abogado de la dueña que se sintió “engañada”. D’Attoli precisó que “aún no hay un lugar determinado para llevarlo” a Chabán, pero especuló con que podría ser el interior del país, o “podrían ser las islas Malvinas, porque los kelpers lo van a tratar mejor que aquí”, dijo.
En la mañana de ayer, las vallas llegaron a la isla de Tigre. Todavía no fueron desplegadas ante la casa, ni cubiertas por fotos de chicos muertos el 30 de diciembre. En el fondo del terreno instalaron dos baños químicos para los efectivos de Prefectura, que pasan el día parados como chicos en penitencia, apelmazando los pastos con sus borceguíes. Hasta que notan que una cámara los capta, y adquieren pose recia. La misma que toman cuando su jefe les dice “atento ahí, en guardia”.

Informe: Sebastián Ochoa.

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