Mié 29.06.2005

SOCIEDAD

Una botella puede ser un arma y su dueño recibir una dura sanción

Piden 12 años de prisión para el acusado de arrojar el envase que, en la madrugada de Navidad de 2001, mató a un nene de 3 años.

Doce años de prisión fue la sanción que pidió la fiscal para el joven sometido a juicio por su responsabilidad en la muerte de un niño de tres años, quien recibió un botellazo en la cabeza, presuntamente arrojado desde el balcón de su departamento, en la madrugada de la Navidad de 2001. El juicio oral que comenzó hace un mes está en sus postrimerías y recién a finales de julio quedará definido si Juan Orlando Coronel arrojó la botella, la dejó caer o se le cayó por descuido desde el quinto piso del edificio de Alberti 1675, en el barrio porteño de Parque de los Patricios.
La botella cayó sobre la cabeza de Kevin Josué De Cicco, que festejaba la Navidad con estrellitas junto a otros chicos del barrio, en la vereda del edificio. Al recibir el golpe cayó, se levantó mareado. Su madre lo alzó, subió a un taxi y lo llevó al Hospital Garrahan. Estuvo en coma durante un día y luego murió. Algunos testigos dijeron haber oído a Coronel, entonces de 24 años, decir “qué barbaridad” cuando bajó a ver lo que ocurría. Pero varios vecinos habían visto caer la botella de su balcón y, horas después, policías de la comisaría 28 lo fueron a buscar a su departamento y lo detuvieron.
En su primera declaración ante los investigadores, Coronel negó que el objeto mortal cayera desde su balcón; luego dijo que todo había sido un “accidente”. La familia De Ci- cco, en cambio, lo acusó de haber arrojado la botella porque estaba “enojado por los ruidos” de los niños que se divertían en la vereda. Es más, hubo testigos que dijeron haber escuchado a Coronel decir: “Dejen de hacer ruido”, antes de que cayera el envase de cerveza.
Lo cierto es que Kevin jugaba fuera de la protección del toldo de 2,5 metros que tiene el edificio en su entrada. Las hipótesis arriesgan que si la botella hubiera caído por accidente habría dado en ese techo. Sin embargo, fue directo a la cabeza del nene, por lo cual se estima que debió tener un impulso extra para caer fuera de la superficie de esa protección. Al respecto, los peritajes no han sido determinantes.
En 2002, Coronel fue acusado por “homicidio simple con dolo eventual”. Pero un año después, la sala VI de la Cámara de Apelaciones cambió la figura a “homicidio culposo” porque las pruebas “no permiten sostener que la conducta que determinó la caída de la botella haya sido intencional”. Y quedó en libertad.
El juicio comenzó en mayo y ayer llegó a su penúltima jornada. En su declaración, Coronel se dirigió a la familia del nene fallecido y le dijo: “No soy un asesino, no tuve intención de matar ni de lastimar. Le pido perdón”. Inclusive, argumentó que aquella noche del 25 de diciembre de 2001 estaba “mareado” por la ingesta de alcohol y que el envase de cerveza se le “escapó de la mano” cuando tropezó e intentó agarrarse de la baranda del balcón, debajo del cual jugaban los niños.
La fiscal Ana María Lenardón de Palazzi pidió al Tribunal Oral 15 que se lo condene por “homicidio simple por dolo eventual”. Asimismo, sostuvo que si los jueces consideran que se trató de un “homicidio culposo”, se le aplique la pena de cinco años de cárcel, el máximo para esa figura. Rubén Godino, abogado de los padres de Kevin, pidió diez años por “homicidio con dolo eventual” y cuatro si se lo tipificara como “culposo”. La defensa solicitó que se absuelva a Coronel. El Tribunal 15, integrado por Héctor Grieben, Ricardo Galli y Elena Do Pico Farrel, decidió ayer un cuarto intermedio hasta el 26 de julio para dictar sentencia.

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