Lun 20.05.2002

SOCIEDAD

Los Sin Techo que filmaron una película y ahora vienen por más

Son nueve homeless que iban a la manzana de las Luces en busca de comida. Un director de cine los convirtió en actores y ahora presentan su propio film en una sala de ese lugar histórico.

Están felices por haber encontrado la manera de darle un nuevo sentido a sus vidas. Son nueve personas sin techo que, tras protagonizar la película La Sombra de las Luces, se animaron a más. Y pusieron en marcha, con muchas ganas, una sala de cine que funciona en la Manzana de las Luces. Allí, martes de por medio, desafían a la indiferencia proyectando el film y otros cortometrajes. Con lo que recaudan –que reparten en partes iguales– se dan algunos lujos: comprar un desodorante, comer unas buenas porciones de pizza o evitar por una noche el aire libre y refugiarse en un hotel.
Todo comenzó una tarde de jueves, a principios de 2001, cuando Baltazar Tokman, director de cine, se acercó hasta el histórico edificio de la Manzana de las Luces en busca de extras para la película que estaba produciendo. “Me acerqué porque sabía que allí les dan un sandwich a los homeless –cuenta Tokman–. Mi interés fue puramente cinematográfico pero poco a poco fui tejiendo un mundo con ellos.” El primer paso fue realizar un casting para seleccionar a los que se convertirían en actores.
Carlos Cáceres –Olmedo para todos– no duerme. Apenas dormita dos horas en el subte, a la mañana, cuando se acomoda en un vagón y pasea de cabecera a cabecera. Tiene más de 70 años, aunque no confiesa cuántos. Y recuerda aquella primera prueba para ser parte de la película. “Con un grupo ensayamos que yo era el cajero de un banco y me asaltaban –relata-. Me tomaban como rehén y amenazaban con matarme. Una mujer que pasaba por la vereda creyó que era en serio y quiso llamar a un policía.”
No fue el único caso donde la ficción y la realidad se emparentaron. También le pasó a Víctor Aramayo, jujeño, de 42 años, que tras cuatro de vivir en cajas de cartón puede ahora pagarse un hotel con su trabajo como vendedor de la revista Hecho en Buenos Aires. “Quería ganarme un lugar en la película, entonces inventamos una historia de bar adonde iban algunos amigos que contaban cómo les había ido en el día –recuerda–. Yo era un lustrabotas y no había ganado un mango, por eso decidía amenazar al dueño del lugar. Agarré un cucharón y lo golpeé tanto que se quebró. Baltazar se pegó un susto terrible porque pensó que le iba a pegar.”
Aquella película quedó sólo en los papeles, pero Tokman impulsó un nuevo proyecto: “Les dije que no había plata pero que les ofrecía el viático y la comida, todos estuvieron de acuerdo y de allí salió La Sombra de las Luces”, agrega. El film cuenta la historia de un director de cine al que se le cae su primer proyecto –toda semejanza con la realidad es pura coincidencia– y debe desalojar unos homeless que tomaron una casa ubicada sobre los terrenos de un banco. A cambio de ese favor, la entidad financiera le cancelaría un crédito pendiente.
De los 17 sin techo que actuaron en la película, cuatro fallecieron. Algunos se alejaron del proyecto y son 9 los que están llevando a cabo este nuevo emprendimiento: exhiben su película junto con cortometrajes y todo material audiovisual que llegue a sus manos. Ellos mismos se encargan de repartir volantes en comedores, iglesias, asociaciones de ayuda. En la película, además, trabajan tres actores de carrera.
“A partir de esta experiencia quiero tener una salida laboral, como poder ir a cantar a los centros de jubilados o a cumpleaños”, sueña María Gómez, catamarqueña hasta la médula y amante de las vidalitas. “La calle te desplaza y terminás solo, siendo un guacho –se entristece–. Pero somos capaces de hacer un montón de cosas”. Lo mismo cree Juan Carlos Chamorro que, atraído por la posibilidad de tener espacio para su música, dejó Rosario y se vino a la gran ciudad para terminar durmiendo “donde me agarra la noche”. Con los 10 pesos que le tocaron de la recaudación de una función, fue al supermercado: “Me compré un desodorante porque un actor tiene que estar siempre limpio”, dice.
Víctor se entusiasma con entregar los folletos junto a la revista que vende. “Me encantaría que alguien me viera y me becara para estar en otra película –dice–. Aunque lo importante es poder cobrar algo de dinero para poder comer un poco más”. “Me dí cuenta de lo que tenía delante de mis ojos, porque lo que les pasa a ellos le puede ocurrir a cualquier ser humano”, concluye el director. Juan agarra su viejo bolso y se va silbando “Sobreviviendo”, esa canción que habla de aquellos que, pese a todo, siguen manifestándose por la vida.
Producción: Romina Ruffato

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