Mié 22.05.2002

SOCIEDAD

Cuestionamientos y adhesiones para una propuesta con historia

Como ocurrió en setiembre de 1994, cuando el entonces secretario de Cultura de Carlos Menem, el escritor Jorge Asís, propuso debatir en el Congreso una ley de defensa del idioma, la ordenanza sancionada ahora en el municipio de Escobar despertó cuestionamientos y adhesiones. A diferencia de aquella ocasión, cuando Asís tuvo que presentar la renuncia, el intendente Luis Patti logró que el proyecto se aprobara, ante el desconcierto de comerciantes y empresarios de Escobar que se verán afectados por la medida, y el debate entre personalidades vinculadas a la cultura. Página/12 consultó a dos escritores, un dramaturgo, un semiólogo y una periodista, quienes analizaron el tema.
El semiólogo Oscar Steimberg, escritor y docente de la UBA, sostiene que si bien no comparte “las ideas de Patti ni los objetivos que puede perseguir con esta medida, hay que separar el efecto de una medida de la ideología que la inspira”. “El efecto positivo que puede tener esta norma es que la población con acceso restringido a idiomas extranjeros puede comprender palabras que hoy desconoce”, dice Steimberg. “Pero si esta propuesta implica creer que la lengua está compuesta por elementos que deben mantenerse como objetos permanentes –aclara– estoy en contra.”
“La lengua castellana –sostiene Steimberg– es un organismo vivo, que incorpora nuevas formas y tiene sus propios mecanismos de defensa, por intercambio con otras lenguas.” Pero aclara que “no debería asustar que haya traducciones de palabras que no son de acceso común a la mayoría de la población”.
El propio Jorge Asís, en diálogo con Página/12, le auguró a Patti “la suerte que yo no tuve con el proyecto”. Su iniciativa, que restringía el uso de palabras en idioma extranjero y establecía el uso obligatorio del castellano en la designación de productos, bienes y servicios, y en la publicidad, se había inspirado en una polémica ley sancionada en Francia por esos años.
“En esa época, me masacraron de todos lados, especialmente algunos medios escritos que hoy impulsan una ley de excepción cultural (para las inversiones internacionales en empresas argentinas). Llegaron a acusarme de fascista anquilosado, y los únicos que me apoyaron en aquel momento fueron María Elena Walsh y el doctor Domingo Cavallo”, agrega Asís. El escritor tuvo que renunciar a su cargo días después de haberse ventilado el proyecto. “Pude haberme equivocado al presentar un tema para el cual la sociedad no estaba preparada –reconoce–. Lo cierto es que el proyecto ni siquiera entró al Congreso.”
Para la periodista Magdalena Ruiz Guiñazú, en cambio, ocuparse de legislar sobre este tema “en un momento en que el país arde, es de una estupidez sorprendente”. “Me cuesta creer que una persona con tantos problemas como debe tener el intendente Patti en su distrito se ocupe de estas cuestiones”, agregó. Independientemente de quien fuera el impulsor de la iniciativa, sostiene la periodista, “en este momento, con un país en su situación más difícil, poner el acento en si un cartel está en castellano o en inglés es de una gran frivolidad. Ubicar el problema en un tema de palabras que son comunes en el mundo entero da la sensación de que no se hace hincapié en los problemas más acuciantes”.

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