Sáb 25.05.2002

SOCIEDAD

Los tres marplatenses a los que Estados Unidos les dijo “go home”

Fueron deportados por ilegales. Llegaron ayer y aquí cuentan su historia: hasta les ofrecieron matrimonio para legalizarse.

“Fueron casi dos años a pura aventura. Lástima que se nos cortaran así, tan de golpe.” A la alegría de Nicolás Nachaj, Marcos Ravera y Martín Rigane por ver de nuevo a sus familiares y amigos, se le mezcla el sabor amargo de una vuelta inesperada. Los jóvenes marplatenses, que apenas superan los veinte años, no pudieron esquivar más los controles que Migraciones de Estados Unidos exacerbó con celo desde los atentados del 11 de setiembre y terminaron siendo deportados. Llegaron recién ayer al país, luego de pasar sus últimos trece días en una cárcel de máxima seguridad de Puerto Rico, adonde habían ido a surfear. “Allá nos pasó de todo: desde jugar al ping-pong con tipos que estaban presos por causas penales graves hasta recibir ofertas de matrimonio con mujeres que no conocíamos para obtener la ciudadanía”.
“¿Qué te puedo decir? Todavía nos sentimos como desacomodados, como sin saber dónde estamos ni por qué”, responde con bronca Martín (22), cuando el cronista de este diario le pregunta por sus primeras sensaciones en tierra propia. El fue el último que llegó al país de las ilusiones, en abril de 2001. Sus amigos, Marcos y Nicolás, ambos de 23, estaban desde hacía prácticamente un año en San Diego, en el estado de California. “Conseguimos trabajo como constructores de casas prefabricadas. Y como ganábamos más o menos bien, pudimos alquilar una casa y comprarnos un auto y una camioneta para cargar los materiales y herramientas que nos daba la empresa que nos contrató”, cuenta Nicolás a Página/12. “Por eso, le dijimos a Martín que se viniera. Porque había trabajo para todos y además el lugar era ideal para lo que nos gusta hacer: practicar surf”, agrega.
Los tres se conocieron surfeando y haciendo bodyboarding –una variante del surf en la que el deportista va recostado– en Playa Mariano, al sur de Punta Mogotes. Su idea fue desde siempre recorrer el mundo con las tablas bajo el brazo: “Lo empezamos a hacer desde los 15, cuando nuestros padres nos autorizaron a viajar solos a lugares como Panamá, Costa Rica y Brasil”, comentan Marcos y Nicolás. De hecho, Marcos participó de varios torneos en San Diego y hasta consiguió sponsores que le pagaban “buena plata”. Pero de lo que no se va a olvidar ninguno de los tres es de su desesperación por conseguir la ciudadanía estadounidense y la sorpresiva solución que le ofrecieron varios mexicanos que conocieron allí.
“Nos dijeron que nos podíamos casar con chicas mexicanas que, aunque vivían en México, tenían la ciudadanía y cruzaban la frontera cada dos por tres”, aseguran, para luego agregar: “Hasta llegamos a salir unas noches con algunas, pero no podíamos aceptar algo así, porque no las conocíamos y porque las condiciones que teníamos que cumplir no nos agradaban demasiado”. Es que las muchachas les exigían a cambio de su firma, una suma de dinero, un auto con su marca y modelo estipulados y dos años de convivencia –el tiempo necesario para legitimar el pedido de ciudadanía-. “Entonces les decíamos que lo íbamos a pensar y nos borrábamos por unos días hasta que se avivaban que no queríamos saber nada con casarnos”, se ríe ahora Martín.
Viviendo como ilegales, saliendo poco en horarios “peligrosos” y evitando al extremo tener problemas con la policía, los tres llegaron a planear un futuro juntos lejos de casa. “Pero nos cebamos y cometimos el único error en nuestros dos años de estadía: fuimos a surfear a Puerto Rico recomendados por amigos latinoamericanos y a la vuelta nos agarró la policía de Migraciones”, explica Nicolás. Así, permanecieron detenidos trece días en un penal de máxima seguridad. “Nos atendieron mucho mejor de lo que esperábamos”, cuentan, hasta que emprendieron el viaje de vuelta a Mar del Plata. “Sabemos que Argentina no está en su mejor momento, pero por ahora nos vamos a quedar acá a lucharla, a tratar a conseguir trabajo, porque este es un país grande y tiene que salir adelante”.
Producción: Darío Nudler.

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