Hay investigaciones que dicen que cuando tres o más mujeres se reúnen a hablar, merced al rumor de sus voces y a la corriente de entendimiento mutuo, se libera oxitocina, la misma hormona que alivia los dolores de parto y genera calor en las relaciones sexuales. Traducida en emoción, hoy se podrá tener en Mar del Plata una comprobación empírica de este proceso químico. Y es que en esta ciudad bonaerense, donde cada vecino dice haber visto al menos un “hombre de negro” de esos que llegan para controlar la seguridad de la próxima Cumbre de las Américas, hoy habrá cerca de 30 mil mujeres reunidas para debatir en el XX Encuentro Nacional de Mujeres. Otra vez, como cada año desde 1985, se formarán rondas en las que cada participante pondrá en juego, de igual a igual, sus saberes y experiencias en temas tan diversos como la situación de los pueblos originarios, de las desocupadas, las amas de casa, las microemprendedoras o las trabajadoras sexuales, entre muchos otros. Y en el que, una vez más, se escuchará esa reivindicación histórica del movimiento de mujeres exigiendo que el aborto sea libre, seguro y gratuito.
“Nosotras ya tenemos preparados los pañuelos, porque sabemos que la emoción hace agua cuando volvemos a encontrarnos como desde hace 19 años”, dice Norma Presa, una de las cien integrantes de la comisión organizadora que apenas puede creer que el trabajo de un año para preparar el Encuentro haya llegado por fin a concretarse. “Hubo, desde que volvimos de Mendoza –donde se realizó el ENM el año pasado– una gran firmeza por parte de la organización para seguir creciendo y apropiándonos de un espacio que es de lucha pero también de mucho placer por saber que estamos en el camino”, agrega, con la misma excitación, Ester Daye, otra de las mujeres que vio cómo se multiplicaron las mil participantes del Primer Encuentro en la ciudad de Buenos Aires.
Ayer ya se empezaban a ver grupos de mujeres que caminaban por la ciudad haciendo escuchar las tonadas de los distintos rincones del país. “En el piso –dice Laura Hochberg, también organizadora, refiriéndose al alojamiento en escuelas y clubes– hay once mil lugares dispuestos para que se acomoden las bolsas de dormir. Y otras 18 mil plazas fueron reservadas en hoteles, hosterías y hospedajes; los cálculos no pueden ser mejores.” Lo cierto es que desde 2003, los ENM vienen aumentando el número de participantes y también la preocupación de algunos grupos fundamentalistas católicos que en 2004, en Mendoza, se hicieron oír violentamente con bombas de estruendo detonadas en micros de delegaciones bonaerenses y haciendo pintadas en las escuelas en contra de casi todo lo que se debatía.
“Nosotras sabemos que hubo reuniones paralelas a las de la comisión organizadora de estos grupos católicos, incluso llamaron preguntando si las personas religiosas también podían participar, por supuesto que sí, pero siempre en un marco de respeto”, advierte Silvina Orueta. Para asegurarse relaciones cordiales con la Iglesia, una delegación de la organización se reunió con el obispo de Mar del Plata, Puígari.
Lejos de estar relacionada con la Cumbre de las Américas, la elección de esta ciudad como sede fue acordada el año pasado, por consenso, con la intención deliberada de hacer visible una situación que le da a Mar del Plata un record oscuro: desde 1997 hasta ahora, al menos 97 mujeres han sido asesinadas o desaparecidas, la mayoría de ellas habían estado en situación de prostitución. Fue también en 2001 cuando se creó la fiscalía temática de delitos sexuales que fue ejemplo para otras experiencias en la provincia. Pero la cantidad de implicados pertenecientes a congregaciones católicas hizo que la jerarquía de la Iglesia presionara para su cierre que finalmente se produjo con argumentos lábiles como la falta de presupuesto.
Esta violencia contra las mujeres en la supuesta ciudad feliz será uno de los puntos que atravesarán todos los talleres, igual que la omnipresencia de una crisis económica que, aun cuando parece ceder lentamente, sigue afectando especialmente a las mujeres en cuanto a la desocupación, por el peso de la carga doméstica y por el creciente número de hogares que las tienen como único sostén familiar.