“Para nosotras, para las que necesitamos comunicarnos, para vos que sufrís violencia, para vos que sos sostén de familia, para las que buscamos gozar una sexualidad sin prejuicios, para las que queremos vivir nuestra propia vida y decidir sobre nuestra maternidad, para las universitarias, las obreras del pescado, las desocupadas, las madres, las abuelas... para darnos fuerza, para no bajar los brazos.” Así saludaron las cien integrantes de la comisión organizadora del XX Encuentro Nacional de Mujeres a las decenas de miles que desbordaron la capacidad del polideportivo municipal de Mar del Plata y aplaudían cada vez que la enumeración –mucho más extensa que este breve resumen– parecía tocarlas como con una luz de seguidor. Y la euforia de todas era como una corriente arrasadora, del año pasado a éste al menos diez mil mujeres más se sumaron al rito anual de encontrarse y debatir, de manera horizontal, cada una con su voz y su experiencia.
El cálculo previo que hablaba de 30 mil asistentes se había cumplido. Hubo delegaciones enteras que quedaron en la puerta del polideportivo que lentamente fue cubriéndose de verde: el color elegido para hacer visible la campaña nacional que más de cien organizaciones llevan a cabo para exigir que el aborto sea legal, seguro y gratuito. Las bolsas de pañuelos de ese color que llevaron representantes de la CTA y de Católicas por el Derecho a Decidir, entre otras, se vaciaron como si hubieran sido caramelos en una fiesta infantil. Pero no fue ésa la única acción: también se vieron mareas de color violeta –el que distingue al feminismo y las mujeres lesbianas– que incluyeron mechones y cabezas completamente teñidas.
Los afiches que repartieron las integrantes de Mujeres Públicas –un grupo de acción política que se sirve del arte para intervenir el espacio público–, una especie de blanco con una ballesta de juguete para disparar sobre “grandes pensadores” y sus frases célebres (“Las mujeres no son otra cosa que máquinas de producir hijos”, Napoleón Bonaparte dixit) también se agotaron de inmediato, despertando tantas carcajadas como indignación por algunas citas impensables, como la de Nietzsche: “Es cierto que las mujeres son profundas, a tal punto que dentro de ellas no hay nada”. Y en tanto se sucedían los abrazos entre las que volvían a verse después de un año, porque distancias tan extensas como de Chubut a Jujuy sólo se saldan en esta oportunidad.
Hubo aplausos cerrados en sólo tres oportunidades: cuando se repudió la venida de George Bush (“vos sos el terrorista”, le gritaron las 30 mil a coro) a Mar del Plata, cuando se reclamó por la despenalización del aborto y cuando se denunció la situación de las obreras de la industria del pescado, cuyo testimonio se escuchó a través de una dramatización.
A partir de las tres de la tarde comenzaron a deliberar los talleres. Cuarenta y siete temas diversos, muchos de los cuáles tuvieron que desplegarse en varios más porque la capacidad se colmaba rápidamente. “Mujer y violencia”, por ejemplo, ocupó la sede completa de la Facultad de Derecho. No hubo ningún incidente como los que se vieron en Mendoza, el año pasado, apenas unos afiches fotocopiados con la imagen de una mujer embarazada que decían “puede tener tu sonrisa” y alguno más homologando aborto y homicidio.
La avanzada de seguridad que preanuncia la Cumbre de las Américas se hizo sentir por la tarde. Varios grupos de mujeres, especialmente las que se identificaban con alguna agrupación piquetera, denunciaron que fueron bajadas de los colectivos de línea donde se suponía que la inscripción al XXENM habilitaba a viajar gratis, revisadas y obligadas a seguir su camino a pie. Fue una inquietud que atravesó los talleres, de frente a la marcha que comenzará hoy a las seis de la tarde y como ya es tradicional haráescuchar las consignas históricas: a favor de la despenalización del aborto y contra todo forma de discriminación contra las mujeres.