Mié 12.10.2005

SOCIEDAD  › DEUDAS PENDIENTES A 513 AÑOS DE LA INVASION EUROPEA

“Lo de Benetton resultó una trampa”

› Por Darío Aranda

Hace un año, el sueño de Atilio Curiñanco de volver a las raíces de su comunidad mapuche se enfrentó al Grupo Benetton, un imperio que posee un millón de hectáreas en el Sur argentino y negocios en 120 países. El conflicto llegó a la Justicia, que lo desalojó a él y a su mujer, Rosa Nahuelquir, de sus tierras. Por pedido de Luciano Benetton, Rosa y Atilio dejaron su Puelmapu (Pueblo Mapuche) para llegarse hasta Italia, en la sede misma de la empresa, que prometió donar al Estado argentino 2500 hectáreas para que éste restituya al matrimonio la tierra donde vivir. A casi un año de la promesa y en el 513º aniversario de la llegada de Colón a América, todo sigue igual para los Curiñanco, que aún no pudieron recuperar sus tierras. “Lo de Benetton resultó una trampa”, dice Atilio.
“Tengo 52 años. Trabajé en más de quince empresas. Siempre me explotaron”, resume Atilio, hombre hosco, cabello azabache, piel oscura, rasgos inconfundiblemente mapuches. Con voz suave y gesticulando sus manos grandes, le cuesta hablar con confianza, una mezcla de timidez y recelo hacia el blanco lo mantiene a la defensiva. Visitar Buenos Aires lo hace estar alerta. “Acá parece que uno lleva un cartel. Todos te miran raro”, avisa y se sumerge en otra discriminación, más lejana, con cicatrices más profundas, de las que son regla en los pueblos indígenas: “Desde chiquitos que a nosotros nos discriminan. Un solo ejemplo le cuento: en la escuela nunca nos dejaban hablar el mapuzungun (idioma mapuche), era mala palabra”, asegura, y dispara: “Todo el tiempo nos arrancan nuestra propia cultura.”
Atilio llegó hasta séptimo grado. Conoció todos los oficios, siempre a destajo, jornales de 16 horas: hacer caminos, construir gasoductos, levantar casas ajenas; siempre arrastrando la familia de un lado a otro.
Cuatro hijos, siete nietos, 30 años con una leal compañera y 150 pesos la quincena por eternas horas en un frigorífico fueron la mezcla detonante de amores y odios para buscar revancha: volver a las raíces, a la forma de vida postergada, al lote del paraje Santa Rosa, en Leleque –a 90 kilómetros de Esquel, en Chubut–. Allí había jugado medio siglo atrás. Allí habían vivido sus ancestros. Allí nadie hacía uso de esa tierra tan inhóspita como sagrada. En el Instituto de Colonización (ente provincial que se encarga del manejo de tierras) le confirmaron que eran fiscales. Era el último ingrediente que necesitaba para animarse. “Nuestra cultura nos pide volver a las raíces. La relación con la Mapu (tierra) puede desaparecer un tiempo, pero siempre está en nosotros”, explica.
Lo que sobrevino es historia conocida: la multinacional los llevó a juicio por usurpación. El caso llegó a los medios. Contaron con el apoyo incondicional de la Organización Mapuche Tehuelche 11 de Octubre. El Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel envió una carta abierta a los hermanos Benetton. Uno de ellos, Luciano, pidió que viajen a Italia para solucionar el conflicto. Hubo encuentro, pero nada de tierras. “Lo de Benetton resultó una trampa”, resume Atilio, que había vuelto a creer en el winka y volvió a ser engañado. “Primero habló de donación de tierras. Le aclaramos que así no era. Que nadie puede donar lo que no es de él. Que tenía que ser restitución o devolución. Entonces propuso que donaría 2500 hectáreas al Estado argentino y que éste podría restituir las tierras. Le avisamos que sólo nos interesaban nuestras 535 del predio Santa Rosa. Todavía esperamos, hace un año, hace 500 años.”
Tanto a Rosa como a Atilio el conflicto les hizo tomar conciencia, pero también los endureció y les acentuó la desconfianza: “Seguiremos peleando para volver a nuestra tierra y seguir rescatando todo lo que nos quieren hacer olvidar”, aseguran.

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