SOCIEDAD
› CUMBRE DE MINISTROS DE SALUD EN CANADA POR LA GRIPE AVIARIA
Con reclamos a los países ricos
Los responsables de la salud de 31 países, incluida la Argentina, debaten qué hacer frente a la posibilidad de una pandemia.
› Por Federico Kukso
Desde Ottawa
Ni el frío ni la lluvia que azotan las calles de Ottawa pudieron aquietar los ánimos caldeados y las caras rojas de preocupación de los miembros de las 31 delegaciones de países que por estos días se dan cita en el Congreso Internacional de Ministros de Salud que se desarrolla en la capital canadiense, para coordinar acciones antes de la aparición del peor escenario deseado: la explosión de una pandemia causada por el virus de la gripe aviaria, que por el momento y sólo por el momento –estiman los especialistas– no mutó para dar un salto mortífero a los seres humanos. Por lo pronto, los países en desarrollo ya decidieron pedir a los más ricos la donación del diez por ciento de los medicamentos antivirales que elaboren en caso de que se produzca una pandemia.
Mientras las cosas transcurrían tranquilamente y como si nada, tal cual fluyen las cosas todos los días en esta ciudad primordialmente administrativa de 1.100.000 personas, ciudad silenciosa aparentemente en constante construcción –en cada esquina se ven hombres y máquinas trabajando–, el interior de la Cancillería local (donde se llevan a cabo las charlas) era una caldera: ministros –y su estela de secretarios y voceros– caminando de acá para allá y propinando migajas informativas a las estrellas del periodismo televisivo canadiense, italiano y alemán que se apretujaban detrás de una cinta endeble apenas se abrían las puertas del Edificio L. B. Pearson y se distinguía a lo lejos, en la escalinata, una sombra que anunciaba con trompetas sordas el arribo de una nueva delegación.
Lo que parecía en un primer momento un evento abierto, de diálogos sostenidos entre delegaciones sobre cómo encarar el problema acuciante de la futura y plausible pandemia, giró inesperadamente hacia un encuentro a puertas cerradas, con discursos protocolares y sin roces hechos directamente para ser capturados por las cámaras de televisión.
Si bien las palabras que más retumbaron por los parlantes fueron transparencia, información clara, necesidad de compensación a los países del sudeste asiático por las pérdidas económicas (se cree que se perderán en los próximos meses 10 mil millones de dólares), aumentar la vigilancia y los reportes de aparición de casos, equidad en la producción de vacunas (el coreano Lee Jong-Wook, director de la OMS, informó que Roche donará sin cargo a esta organización 30 millones de pastillas de T+) y un urgente intento de aminorar el pánico mundial, la que se repitió casi hasta el cansancio fue “prevención”. Es entendible: acá nadie quiere ni oír hablar de la “gripe española”, que en 1918 golpeó a la humanidad como ningún otro fenómeno biológico la había golpeado antes (provocada por el “virus influenza A”, fulminó a 20 millones de personas).
Asimismo, el panorama sanitario y científico esbozado es complejo: por un lado, es indudable que el brote de SARS en 2003 dejó una huella endeble en la memoria social y, por el otro, la última pandemia (consideradas cíclicas cada 30 años, más o menos) fue hace casi dos décadas. Lo que sí se remarcó en el primer día de las conferencias, para tranquilizar, es que por el momento no había evidencias concluyentes de transmisión de la enfermedad entre humanos, que el número de aves sacrificadas subió a 140 millones y que las personas muertas a causa de este mal ya llegan a 62.
Por lo bajo de la conferencia principal –en las que las cabezas de las delegaciones se distribuyeron en una mesa parecida a las usadas en las sesiones de la ONU–, se deslizaron un rumor y una incertidumbre: uno, que la delegación norteamericana, sin figuras relucientes, bautizó este fenómeno –y el que creen que está por venir– como “Dry Katrina” (algo así como “el Katrina seco”, en alusión al tristemente famoso huracán quevolcó toda su fuerza sobre Nueva Orleans), vislumbrando no tan lejos en el horizonte la catástrofe que se avecina. Y dos: el desconocimiento de cuáles fueron las razones de la elección de las 31 delegaciones de países (entre ellas Argentina, Brasil, Australia, Camboya, Rusia, China, Estados Unidos, Japón y Suecia) para enfrentar y anticipar un problema mundial que pone a prueba todo el caudal de hechos y significantes que trae aparejado esa palabra y ese fenómeno tan bastardeado llamado “globalización”.
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