SOCIEDAD
› TEXTOS ESCRITOS POR ALUMNOS DE ESCUELAS RURALES
Los chicos y el tiempo libre
Chicos de escuelas rurales realizaron ayer una visita relámpago a la ciudad para participar de un acto del Ministerio de Educación. Originales de parajes de Chubut, La Pampa, Córdoba, Salta y Corrientes contaron qué hacen en su tiempo libre. Con lo escrito en las aulas, el ministerio hizo micros radiales que leyeron Gastón Pauls, Julieta Díaz, Rodrigo de la Serna y Gustavo Garzón, entre otros. El maestro de ceremonias fue Fabián Gianola. Era la primera vez que los chicos veían a famosos, ya que a sus pueblos escasamente llega la electricidad, lo que hace inútil la TV.
Valeria, Yanina, Joana, Micaela, Sergio, Martín, Enzo y José vinieron de Cruz del Eje, Córdoba. Ayer eran los únicos que portaban guardapolvos entre la veintena de chicos llegados de escuelas rurales. En su primera visita a la ciudad, los hicieron pasear por lugares comunes porteños: “Vimos el Cabildo, la Casa Rosada, la Plaza de Mayo, la Catedral”, enumeraban. Al mediodía, fueron a comer hamburguesas en un lugar cuyo nombre habían olvidado. Solamente recordaban su primera letra, la “M”. A la tarde iban “al Congreso o al Teatro Colón”.
A quienes sucesivamente les preguntaban, decían que venían del paraje El Barrialito, con su tonada tirando a santiagueño. ¿Por qué se llama así? “Porque hay mucho barro”, respondían con llaneza. Lo que les sobra en barro les falta en electricidad y otros servicios elementales. Los pocos pobladores se reúnen en la escuelita, la “Doctor Ernesto Molinari”, cuando se toman un recreo en la cría de cabras. Esas vivencias detallaron en su relato “Mi tiempo libre”, que es “hermoso para vivir con amor”, según escribieron.
En el Palacio Sarmiento, sede del ministerio, cerró la emisión 2005 de Momento de Radio, un programa de Escuela y Medios de la cartera educativa. La única figura del espectáculo conocida por los chicos era Gianola, amenizador del encuentro. Juanse, de siete años, vino del paraje Cohiue, en Epuyén, Chubut. Leyó a los saltitos sus actividades campestres. Describió a su escuela como “chiquita” y dijo que necesitan “juguetes”. Cuando lo dejaron, salió del salón exteriorizando un “¡qué pesado!”, resumen de su aturdimiento ciudadano.
Bruno y Franco, dos de los 60 habitantes de Ingeniero Foster, en La Pampa, exaltaron en su historia al ser campestre por sobre el civil. Uno de ellos interpretaba a Alex, un chico porteño sorprendido porque en Foster no tenían teléfono ni Internet ni Playstation. “Es más divertido andar a caballo, hacer chozas de indios, jugar a las muñecas”, leyó Bruno, de reluciente corte de pelo. No obstante, si les preguntaban qué hacía falta en su pueblo, los chicos no dudaban: “Internet”.
Mientras sus compañeros se divertían desplazándose en las sillas mullidas y con rueditas del ministerio, Sergio leía: “A veces viene a casa el padre Julio, que nos dice que sigamos siendo humildes. Los domingos da misa en lo del Chichi Luna, que tiene la casa más grande del paraje y a (una imagen de) la Virgen de las Mercedes”.
Informe: Sebastián Ochoa.