SOCIEDAD
› TRAS LA DERROTA DE CARLOS MENEM EN LA RIOJA, CECILIA BOLOCCO ADMITIO ESTAR SEPARADA
La Cenicienta se quedo sin principe
› Por Julián Gorodischer
Todo fue intenso en el final: palabras como de radioteatro, una lágrima que se desliza calculadamente por la mejilla, un remate como de heroína de telenovela. Cecilia Bolocco, blanqueada finalmente como la ex de Carlos Menem, dijo ayer lo que antes, en La Noche del Diez (el programa de Diego Maradona), había negado: están separados. “¡No pueden ni verse!”, dice más extremo el periodista chileno que reunió datitos de la privacidad. “El corazón acusa el golpe porque lo amo, lo respeto muchísimo, pero en definitiva su vida es la política y con suerte yo vengo después en segundo lugar. Y ahí también Máximo, con suerte en segundo lugar”, escupió en Mucho Lucho, uno de los programas más vistos del horario central chileno. “No sabría decir si es una crisis –siguió–, pero evidentemente estamos separados, por circunstancias ajenas a nosotros.” Y dijo también que había dejado todo para acompañarlo, que en estos años viajó para estar con él a todas partes, que siempre le ha hecho falta y que su pasión fue auténtica. Omitió, en su catálogo de sacrificios, sus propios viajes a Miami con su paisajista en 2005, o el besito con Miguel Bosé, televisado en su programa La noche de Cecilia, que la dejó ruborizada.
En Mucho Lucho, soportó las bromas del humorista Yerko Puchento (que ya había irritado a Diego Maradona, con chistes sobre su adicción a la cocaína) y se despachó con saña en un remate sólo apto para una experta: “Con suerte soy la segunda opción entre sus prioridades. Hace poco supe que no podía contar siempre con él... Eso produce vacío y dolor: ver a Máximo sin su papá”. La declaración bastó para que el canal 13 chileno liderara el rating del día (con 22,5 puntos), y ella –según interpreta el matutino chileno El Mercurio– hizo su aporte para reflotar su alicaído ciclo semanal más que a una cuestión sentimental. Pero la jugada no dio resultado. “La noche de Cecilia vivió esta semana su peor rating con sólo 10,4 puntos. El programa comenzó el 21 de septiembre con nueve auspiciantes y 29 spots publicitarios, pero esta semana apenas se contabilizaron 18 spots y seis auspiciantes”, detalló El Mercurio. Para su corresponsal Rodrigo Lara, el fin del matrimonio no cayó en Chile como una novedad. “Hacía varios meses que se percibía el enfriamiento de la relación –explicó a Página 12–. Cuando viajó a Santiago durante la campaña, Cecilia lo buscó en el aeropuerto, pero él sólo saludó a Máximo, casi sin mirarla. Fue interpretado como el primer desaire en público, como se dice en Chile: una rotería (guarangada).” ¿Razones para un final? “En Chile –sigue Rodrigo Lara– le dieron mucha importancia a una posible relación de ella con su paisajista, con versiones de que hacían viajes a Miami juntos para copiar jardines residenciales. ¡Si por lo menos su gusto se inspirara en los jardines de castillos del valle del Loire!”
Ofreció “sinceras disculpas” por sus lágrimas, se confesó especialmente sensible, reguló la aspereza que se le vio en La noche del Diez (donde toleró que Maradona le pidiera que blanqueara su divorcio como lo hizo él mismo con Claudia) y hasta imploró a Menem, cómoda en el rol de la dejada, que los visite en el cumpleaños de su hijo, el próximo 19 de noviembre. Ni una palabra de lo que se había visto el lunes en La noche de Cecilia, cuando después de besar en la boca a Miguel Bosé dijo: “Mi temperatura está como a 2500, ¡ventiladores!, ¡ventiladores!”. La dura sensible siempre fue diestra para combinar diminutivos y emocionalidad con la parálisis facial de la villana. “Villana no... el arquetipo que le queda bien es el de la trepadora –analiza Fernanda Iglesias, periodista especializada en vidas privadas–. Es la mina que se engancha a un tipo para conseguir poder, muy insegura... un modelo de mujer falsa que quiere caerle bien a todo el mundo, que no tiene los 37 años que declara, desesperada por quedar bien.” ¿Por qué hipnotiza? “En la Argentina no tenemos una a la que se le noten tanto los hilos. ¡La gente se cuida más!”. Esa mujer alternó maridos como Menem y Michael Young, columnista que le abrió las puertas de la cadena CNN; probó suerte con el ex presidente peruano Fujimori y el escritor Paulo Coelho, en un seleccionado latinoamericano con un rasgo común: ninguno por debajo de los diez millones. La ex Miss Universo –según el corresponsal de El Mercurio– nunca fingió lo que no sentía. “Mi impresión es que se encandiló –dice–. ¿Cuántos ex presidentes de países importantes podía aspirar a seducir, después de fracasar con Fujimori? Uno solo. Siempre eligió hombres más poderosos que ella, en ambientes que le interesaban. Su primer marido le abrió las puertas de la CNN; su segundo amante la consolidó en la TV chilena y Menem le dio la internacionalización.” La viuda negra edulcorada no asesina; ante la cámara recupera la candidez de una niña: “Ay –suspira de pronto—, me produce un vacío, un dolor... Me da un dolor ver a Máximo sin su papá. Más todavía: Lo amo, lo respeto muchísimo. Y yo tengo muchos planes, pero para Carlos lo primero es su trabajo, su entrega..., es lo que le da sentido a su vida y su existencia, y eso no se puede revertir. Quiero una vida más acompañada –primera mención al tercero en discordia–. Vivir con mi pareja en el mismo techo, gatear con Máximo, tirarnos a la piscina, jugar a la pelota, una vida normal.” Esa vida privada sobreexpuesta –dice la periodista Luciana Peker– habla, en el caso de Menem, de muchas cosas menos de frivolidad. “Un ex presidente y senador electo que no acepta hacerse un examen de ADN que se le reclama delata a un país que avala un modelo de paternidad ausente, ilegítimo e ilegal.” ¿De qué habla entonces esta embestida sentimental?
Ella será hasta el final la desligada de la política, la que recuerda sus besitos tirados al dictador Pinochet como un acto de ingenuidad, la que contrató un asesor espiritual y atribuyó a Menem la jerarquía de un sabio. Autodefinida como “la tarada, aquí está la tarada” –en réplica a una confusa mención a su nombre de Joaquín Sabina en La noche del Diez–, siempre esquiva con los medios locales, la Bolocco se distanció, finalmente, de la caída libre de su marido-candidato. La derrota en su propio pago riojano parece haber sido su límite. Y después del llanto, del bolero, de la emoción descarnada, pasó con displicencia al plano profesional. “Estoy en un canal nuevo, con un equipo nuevo y en un lugar complicado, estamos batallando... Yo no tenía expectativas con el programa, pero sí los que vinieron a trabajar conmigo.” Totalmente recompuesta, toda una profesional, dejó en claro que el matrimonio le había dejado huella, con habilidad notable para contrastar lo dicho con lo hecho. Y así, después de su impúdica catarsis amatoria, prefirió dar marcha atrás: “Los análisis internos... ¡eso sí que no lo voy a ventilar!”.
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