Sáb 29.10.2005

SOCIEDAD  › SUSTANCIAS DE USO COTIDIANO QUE PUEDEN SER TOXICAS

La química fuera de control

La tintura para el pelo. El esmalte de uñas. La tinta de las impresoras. Unas treinta mil sustancias de uso masivo no tienen probada su inocuidad. Debate en Europa por su reglamentación.

› Por Rafael Méndez *

Están presentes en nuestra vida cotidiana. En el esmalte de uñas, la tintura para el pelo, el teléfono móvil, dentro de la computadora. Son más de 30.000 sustancias químicas de uso masivo que nos acompañan a diario, pero que, a juicio de científicos y médicos, entre ellos varios premios Nobel, no han sido suficientemente evaluadas para comprobar su inocuidad y, por tanto, pueden estar detrás de la proliferación de males como el cáncer o la infertilidad. Una normativa europea pretende acabar ahora con esta falta de control. Pero su paso por Bruselas, donde recibirá el visto bueno antes de fin de año, desató una ofensiva de la industria química para reducir su impacto. En juego hay más de 5000 millones de euros.
Los retardantes contra el fuego presentes en las computadoras, los compuestos utilizados para ablandar el plástico y poder fabricar piscinas de goma, los pesticidas, la tinta de la impresora, el esmalte de uñas, las tinturas del pelo y de la ropa. La vida cotidiana está llena de productos químicos sintéticos. En la UE hay 100.106 sustancias químicas registradas. La industria produce más de una tonelada al año de unas 30.000 sustancias. Han servido para fabricar computadoras y teléfonos móviles más livianos, mejores aparatos que se usan en medicina y salvan vidas, abaratar costos, aumentar las cosechas y reducir las plagas. Pero también están detrás del aumento de las alergias, el asma, el cáncer, las disfunciones hormonales y la infertilidad, según destacados científicos.
La Unión Europea se lanzó hace cuatro años al ambicioso empeño de controlar el registro y la autorización de estos productos. La idea era pedir a la industria que demostrase la seguridad de sus productos antes de permitir su autorización y tener datos de los ya existentes. El problema es que los efectos se ven a largo plazo y de forma estadística: es imposible decir que el asma, una alergia o un problema hormonal concreto se debe a un determinado producto químico presente en la vida cotidiana, pero se detectó un aumento de este tipo de problemas.
El Comité Europeo de Médicos firmó este año un documento en el que muestra su “preocupación por el desconocimiento del impacto sobre la salud y el medio ambiente de numerosas sustancias químicas”. Un grupo de destacados científicos, incluidos dos premios Nobel, suscribió un manifiesto que asegura que “la polución química representa una seria amenaza para la salud”.
La propuesta de la Comisión Europea para el reglamento Reach (registro, evaluación y autorización de químicos, en sus siglas en inglés) comienza con un reconocimiento preocupante: “Es difícil obtener información sobre las sustancias. Hay una carencia general de conocimientos a disposición de la población acerca de las propiedades y usos de las sustancias existentes. En muy pocas sustancias se ha hecho una determinación del riesgo”. El texto señala que, aunque los productos tengan riesgo, es casi imposible establecer una relación entre el daño y la sustancia por falta de ensayos.
El catedrático de Radiología de la Universidad de Granada Nicolás Olea es uno de los científicos con más publicaciones sobre los disruptores endocrinos, sustancias químicas que afectan al desarrollo hormonal y que están presentes en muchos plásticos, entre otras sustancias. “No sabemos cuál es el efecto de la mayoría de las sustancias y no sabemos qué ocurre cuando se mezclan y se acumulan, pero una persona tiene en su sangre más de 40 productos químicos, pero menos del 2 por ciento han sido probados científicamente”, señala. Olea estudia desde hace años el adelanto de la pubertad, los problemas de tiroides, el cáncer de mama o la criptorquidia (un trastorno que afecta a los testículos de los niños).
La Comisión Europea prohibió en 1998 el uso de unos ablandadores de plástico (ftalatos) en tetinas, mordedores y juguetes para niños por sertóxicos. Estos productos se comercializaron durante años y luego se descubrió que producían daños hepáticos, renales y testiculares.
Aunque los científicos coinciden en que es necesario más control, el acuerdo sobre cómo hacerlo es misión casi imposible: hay en juego miles de millones de euros y muchos sectores industriales (desde los automóviles a las pinturas) que tendrían que cambiar algunas de sus materias primas.
La propuesta de 1200 páginas de la Comisión Europea tuvo el voto de la mayoría de los diputados, de prácticamente todos los partidos salvo Los Verdes. En noviembre, el Parlamento europeo vota el texto en primera lectura y después pasa al Consejo de la UE.
El eurodiputado español de los Verdes David Hammerstein afirma que la industria ha hecho mucha presión, algo que confirma el español Alejo Vidal Cuadras (PP): “Ha habido infinidad de reuniones, presentaciones y comidas para hacer lobby en todas las direcciones”. Estados Unidos envió cartas a sus embajadas para frenar el Reach ante el temor de que, en la práctica, obligue a sus empresas si quieren vender en Europa.
La industria encargó un estudio en el que afirma que Reach supondrá un sobrecosto de un 20 por ciento para las pequeñas empresas y que pone en riesgo 280.000 empleos. Bruselas contraatacó con otro informe que cifra el costo de aplicación en unos 5000 millones, algo que considera asumible, y que sólo el asma y las alergias atribuibles a los químicos en Alemania origina un gasto anual superior. Además, afirma que la norma evitaría más de 2000 casos de cáncer al año. Las cifras son parte de la guerra química que vive Bruselas desde hace años.

* De El País, de Madrid. Especial para Página/12.

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