SOCIEDAD
› UN REPASO DE LOS AVANCES CIENTIFICOS MAS RESONANTES DE 2005
La ciencia que cabe en un año
La obsesión fue la gripe aviaria. Pero también hubo clonaciones y escándalos. Darwin ganó otra batalla. Venus y el cometa bombardeado fueron noticia en el universo.
› Por Javier Sampedro *
Una sombra recorrió el planeta: el temor a una pandemia de gripe transmitida desde las aves y especialmente mortífera. Saltaron todas las alarmas médicas. También viajamos a Venus. Y las investigaciones en clonación terapéutica siguieron avanzando. La salud fue la gran obsesión. Desde el temor a una pandemia de gripe hasta las vías abiertas en clonación terapéutica y los exitosos ensayos de una vacuna antimalaria. Aquí, un repaso de lo principal del año científico.
Gripe aviaria, alerta global
La Organización Mundial de la Salud (OMS) lleva años alertando sobre el virus de la gripe aviaria H5N1, pero fue en 2005 cuando, por razones difíciles de precisar, logró la plena atención de los gobiernos occidentales. Las insistentes advertencias del organismo de la ONU dando por cierta, aunque sin fecha, una futura pandemia de gripe de origen aviar, con cifras millonarias de muertos en todo el planeta, fueron calificadas de alarmistas por algunos sectores, pero en realidad no hacen más que recoger las predicciones de la mejor ciencia disponible sobre el virus de la gripe. Lo que dice ahora la OMS viene a ser lo que lleva diciendo 40 años Robert Webster, el científico norteamericano que descubrió el origen aviar de las tres grandes pandemias de gripe que barrieron el planeta en el siglo XX. Uno de los hitos científicos de este año fue la reconstrucción del virus que causó la primera de ellas: la célebre (y mal llamada) “gripe española” de 1918. El trabajo demostró que se trataba de un virus enteramente aviar, sin mezclas con el virus de la gripe humana común.
Clonaciones y escándalos
La aceleración que el científico surcoreano Woo-suk Hwang imprimió al incipiente campo de la clonación terapéutica sólo es comparable al que dio a la genómica el norteamericano Craig Venter, pero los proyectos internacionales del primero pueden acabar también como las iniciativas comerciales del segundo: en manos de terceros. Hwang dejó el mes pasado la dirección del ambicioso Centro Mundial de Células Madre creado por el gobierno de Seúl un mes antes. El centro quiere dedicarse a clonar embriones (con el genoma de un paciente de la enfermedad X), derivar de ellos cultivos de células madre y distribuir esos cultivos, a cambio de una tasa, a los laboratorios de cualquier país que vayan a utilizarlos para estudiar la enfermedad X.
La dimisión de Hwang no implica el fracaso del centro, pero las razones de la dimisión introducen un factor de incertidumbre, por si hiciera falta alguno más. Hwang ganó en 2004 la carrera de la clonación gracias a que dispuso de 242 óvulos de 16 mujeres, y sólo recientemente reconoció que dos de ellas eran sus becarias. También se supo que las demás donantes cobraron por los óvulos. Ninguna de las dos cosas era ilegal, pero el escándalo convirtió a Hwang en un tabú para sus socios científicos estadounidenses, acogotados por un clima político adverso y un muro de acciones legales.
La revista Scientific American eligió a Hwang investigador del año. No por el experimento de las becarias, que es de 2004, sino porque este año consiguió las primeras células madre clonadas de pacientes, y sobre todo porque engrasó la técnica hasta un rendimiento medio de una línea celular por cada donación de óvulos. El centro del que dimitió es capaz de generar cien líneas celulares clónicas al año. Convertir esas células en tejidos trasplantables es sólo una posibilidad futura, pero usarlas para desentrañar las claves de la enfermedad humana –para hacer todos los experimentos que no se pueden hacer en los pacientes de los que se clonaron– es una oportunidad inmediata.
Darwin, nueva batalla
La derecha religiosa norteamericana no evolucionó mucho desde que Samuel Wilberforce, arzobispo de Oxford en 1860, le preguntó a Darwin si creía provenir del mono por vía paterna o materna. Pero mientras el último envoltorio académico del creacionismo, la teoría del diseño inteligente, se abría camino este año en algunas aulas públicas de Estados Unidos, 18 instituciones científicas de ese mismo país aportaban pruebas apabullantes de los orígenes darwinianos de nuestra especie, el Homo sapiens.
Se ha repetido mil veces que nuestros genes son idénticos en más de un 96 por ciento a los del chimpancé y las minuciosas comparaciones entre los dos genomas publicadas este año lo confirmaron. Pero Dios mora en los detalles, y los detalles de la genómica dan la razón a Darwin. Por vía materna y paterna.
El motor de la evolución propuesto por Darwin, la selección natural, consiste simplemente en que los individuos cuyos genes están mejor adaptados al entorno local suelen reproducirse más. Los creacionistas, que no pueden aceptar que la trascendencia humana se derive de un mecanismo tan inmoral, quieren enseñar en las escuelas que la selección natural se trata de “una simple teoría”. Pero la genómica actual puede someter la teoría de Darwin a una rigurosa prueba experimental, porque si un gen ventajoso se propagó con rapidez en el pasado, deja muchos rastros genéticos en los individuos actuales, sean personas o chimpancés, que ya se pueden detectar con gran precisión comparando los genomas de las dos especies.
Esas comparaciones revelaron que, pese a que los chimpancés y los seres humanos llevamos separados seis millones de años, muchos de los cambios genéticos importantes que nos distinguen ocurrieron en los últimos 250.000 años y cada cambio se propagó con rapidez por la población: fue producto de la selección natural. Uno de esos cambios anda por la zona de FOXP2, un gen necesario para la capacidad del lenguaje. Otros están en genes esenciales para que el cerebro humano supere el tamaño del de un chimpancé o un australopiteco. En general, los humanos pertenecemos a un linaje de evolución mucho más rápida que el de los chimpancés y las guerras darwinianas de la reproducción tienen mucho que ver con ello, porque los genes más activos en los testículos humanos huelen a selección natural que apestan.
Tienen razón los creacionistas cuando dicen que el darwinismo es una simple teoría. Pero se equivocan, al igual que el obispo Wilberforce, al creer que eso es un insulto.
Misión a Venus
Los planetólogos no creen que Venus fuera muy diferente de la Tierra en la juventud del sistema solar, así que algo debió de pasar para que Venus se convirtiera en el infierno que es ahora. Es cierto que está más cerca del Sol, pero algo tendrá que ver también su poderoso efecto invernadero, porque su superficie alcanza temperaturas más altas que las de Mercurio, que está todavía más cerca.
Aprender todo lo posible sobre el efecto invernadero, en relación con el pasado de Venus y también con el futuro de la Tierra, es el principal propósito de la nave automática Venus Express, lanzada en noviembre por la Agencia Europea del Espacio (ESA). Llegará en abril y se podrá en órbita de Venus preguntándose qué hay que hacer para caer en el infierno.
Impacto contra el cometa
Cuando Newton propuso que el Gran Cometa de 1680 seguía una órbita parabólica deducible de sus ecuaciones de la gravedad, no podría haber imaginado mejor demostración de su teoría que acertarle de lleno de una pedrada. Y eso es lo que hizo en julio la misión Deep Impact de la NASA: estrellar un proyectil contra el cometa Tempel 1. Los cometas llevan girando en grandes órbitas desde los orígenes del sistema solar.
El objetivo de Deep Impact era hacer saltar al exterior material del núcleo del cometa para analizarlo a distancia mientras el material volvía a posarse. La misión fue un éxito y descubrió que el núcleo del cometa no es una bola de hielo, sino un enjambre de partículas de polvo que se mantienen unidas por la combinación de sus modestas atracciones gravitatorias. Este polvo tiene abundantes compuestos orgánicos, el tipo de química que forma los constituyentes básicos de la vida. Muchos científicos creen posible que, en la juventud de la Tierra, los cometas aportaran buena parte de esa química.
Planeta a la vista
Los astrónomos llevan diez años descubriendo planetas extrasolares –catalogaron ya más de 150–, pero fue este año cuando pudieron ver el primero de ellos. Hasta ahora se habían tenido que conformar con deducir su existencia por criterios indirectos, como las pequeñas oscilaciones que su atracción gravitatoria imprime a la estrella sobre la que giran, o el ínfimo eclipse de su luz que causan al pasar delante de ella. Pero el último planeta fue, simplemente, fotografiado por los sofisticadísimos telescopios del Observatorio Europeo Austral, en Chile.
Cuando esa luz fotografiada salió del planeta, por cierto, en Chile estaban formando una junta de gobierno en reacción a la invasión de España por Napoleón Bonaparte.
¿Tienen los astrónomos al fin un planeta Mongo presentable, uno que les pueda comprar el guionista de Flash Gordon? Bueno, no tiren todavía los cohetes. Cuando Flash viaje al planeta Mongo romperá la báscula de baño y perderá su puesto de comandante, puesto que pesará 350 kilos. La razón es que Mongo tiene cinco veces la masa de la Tierra. Además, el ex comandante Gordon perderá su bronceado, puesto que Mongo está 60 veces más lejos de su estrella que nosotros de la nuestra, y encima la suya es una enana marrón. Aun cuando Mongo tuviera algo remotamente parecido a una primavera, el pobre Flash nunca llegaría a verla, porque el ciclo de las estaciones dura allí 2450 años, que es lo que Mongo tarda en dar una vuelta a su sol marrón. Para colmo, Mongo se llama 2M1207b.
El astrónomo real de Gran Bretaña, Martin Rees, escribió: “Creo que la vida inteligente es exclusiva de la Tierra, pero que tiene el potencial de extenderse por toda la galaxia. Esta idea es un sustituto de la religión, y espero que sea correcta”. Si Rees está en lo cierto, 2M1207b no nos vale, pero habrá que seguir buscando.
Vuelven las vacunas
Cuando George Bush anunció el mes pasado su plan de 7000 millones de dólares contra una posible pandemia de gripe aviaria, sólo los observadores más perspicaces repararon en una medida agazapada entre la letra pequeña: “Eliminar los obstáculos legales que limitan nuestra capacidad de producción de vacunas”. Los 26 grandes fabricantes de vacunas que tenía Estados Unidos en los años ’60 se han quedado en una docena escasa y una de las causas es la proliferación de junk lawsuits (demandas basura) contra los laboratorios.
Por ejemplo, un solo abogado rapaz puede convencer a mil familias de que la vacunación tuvo la culpa del autismo de sus hijos. Otro ejemplo: si una vacuna protege al 90 por ciento de la población, los picapleitos se dedican a persuadir al 10 por ciento restante para que demande al fabricante, hasta que el fabricante decide dedicarse a fabricar cualquier otra cosa. Aunque las junk lawsuits son más raras en otras partes del mundo, las dificultades industriales y los escasos beneficios de ese sector llevan décadas marchitando el negocio de las vacunas también en Europa. La firma francesa Sanofi Pasteur es el mayor productor de vacunas del mundo, pero las vacunas sólo suponen el 8 por ciento de su cifra de ventas. Es una tendencia nefasta, porque las vacunas son uno de los mayores tesoros para la salud pública del planeta. Las cosas empezaron a enderezarse y ésa es una de las mejores noticias biomédicas del año. Los gigantes farmacéuticos Sanofi, Novartis, Glaxo, Merck y Wyeth empezaron, por primera vez en 30 años, a invertir cientos de millones y construir plantas de última tecnología dedicadas por entero al desarrollo de vacunas: productos revolucionarios contra la malaria, el cáncer cervical, la meningitis, las infecciones por estreptococos, las diarreas causadas por rotavirus y varias decenas de enfermedades más.
Parte de esta afortunada inversión de tendencia se debe a la gripe aviaria, pero, además, las grandes multinacionales están recuperando su interés en ese viejo campo, porque la biotecnología ya les permite hacer vacunas impensables hace diez años, porque una buena vacuna tiene un mercado amplio y predecible, y porque los fabricantes de genéricos tienen difícil copiar las avanzadas técnicas necesarias para entrar en este campo. Vuelve Pasteur.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.