Mar 17.01.2006

SOCIEDAD  › VILLA GESELL CASI COLMADA EN LA SEGUNDA QUINCENA

Un recambio con viento a favor

› Por Carlos Rodríguez
Desde Villa Gesell

“Hay que aprender a resistir”, decía, premonitorio de los años por venir, un poema de Juan Gelman de los años sesenta que hacía referencia a lo duro de vivir al sur del mundo. Salvando las distancias, los turistas que eligieron la costa atlántica en lo que va de enero están aprendiendo a resistir en la playa. Hacia ella se vuelcan cada vez que aparece el más mínimo rayo de sol, sin importarles la presencia de un viento impiadoso que atenta contra los peinados que Sedal regala en los balnearios top. Tozudos, los viejos y nuevos hippies coparon otra vez Villa Gesell, cuya hotelería está ocupada en un 85 por ciento promedio y puede superar el 90 por ciento en la segunda quincena del primer mes del año. Ayer, en la ciudad, el sol calentaba las mesas en las veredas de los bares, pero a playa abierta, el mar y la paciencia se alborotaban con tanta ráfaga procedente del sur.

“De acá no nos mueven.” Atrincheradas contra la lona del refugio del guardavidas, cinco chicas santafesinas, recién llegadas, juraban resistir hasta las primeras horas de la noche porque en una semana tienen que volver a la rutina de trabajar y estudiar. El pronóstico del tiempo, siniestro vendedor de ilusiones, promete que hoy o mañana el viento y la lluvia cesarán como por arte de magia. Mercedes, Astrit, Rocío, Carolina Uno y Carolina Dos se amuchan sobre las lonas estiradas en la playa y les ponen el cuerpo a los perdigones de arena. “No queremos escuchar historias de lluvias ni de días nublados, lo que esperamos es que todo mejore y por eso hoy nos vinimos, aunque el viento no nos quiere.” Contra lo que se puede pensar, no vinieron por primera vez a la villa por el Gesell Rock que empieza mañana.

En la orilla de la playa, bajo la dirección de papá Ireneo, un grupo de niños integrado por Axel, David, Ailén, Camila, Martín y Nair levantó un castillo que duplica en torres a las del ajedrez. El mar llega hasta casi poner fin al sueño de la casa propia, pero los ingenieros tienen todo dominado. El agua circula por un canal que bordea la frágil construcción y luego de rodear al castillo, sin tocarlo, vuelve al mar. Sobre la torre central duerme su sueño eterno un sapo que apareció muerto en la playa. Los chicos fantasean que es “un príncipe que va a despertar si una doncella lo besa en la boca”. La frase la dice Ailén y las carcajadas son de todos. Las aspirantes a princesas que se pasean por la orilla del mar miran el cuerpo inerte y se niegan, en forma terminante, a ser las que rompan el hechizo.

Las playas de Gesell tienen cada vez menos cemento. Este año mordieron el polvo los cien metros de hormigón de lo que fue el balneario Cocoplum, junto con otros tres paradores que han sido reemplazados por construcciones de madera. “La política de recuperación de metros de playa no tiene vuelta atrás. El cemento es reemplazado por pilotes sobre los cuales se levantan locales o ramblas de madera, lo que facilita la recuperación de la arena para estirar las playas y la formación natural de médanos”, explica a Página/12 Jorge Ziampris, secretario de Turismo de Villa Gesell.

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