Mié 18.01.2006

SOCIEDAD  › EL GOBIERNO PORTEÑO LANZA EL PROGRAMA BUENOS AIRES RECICLA

Cartoneros rumbo a la Basura Cero

En marzo comienza a funcionar en Flores la primera planta de separación de residuos. Estará gestionada por una cooperativa de cartoneros. En 2012 habrá que reciclar la mitad de la basura.

› Por Eduardo Videla

La ciudad de Buenos Aires comienza en unos días a transitar el camino hacia la Basura Cero. Esa utopía, que pasó de ser una consigna a convertirse en ley, apunta a reducir la cantidad de residuos que se depositan en los rellenos sanitarios del Gran Buenos Aires –hoy son 4500 toneladas por día–, destinando un porcentaje cada vez mayor al reciclado. Así, en marzo comenzará a funcionar la primera planta separadora de residuos, con capacidad para procesar 120 toneladas de desperdicios por día, que estará gestionada por una cooperativa de cartoneros. A esa planta se agregarán este año los dos primeros centros verdes que deben construir las empresas recolectoras en cada una de sus zonas de operación. El nuevo programa, denominado Buenos Aires Recicla, apunta además a blanquear la actividad de todos los cartoneros que trabajan en la ciudad y a fomentar la industria del reciclado.

Según estimaciones oficiales, en Buenos Aires trabajan unos 7000 cartoneros, de los cuales, aseguran, están registrados algo más de la mitad, unos 4500. Se trata, en cualquier caso, de estimaciones, ya que en el Programa de Recicladores Urbanos (PRU) hay anotados, al día de hoy, 9100 cartoneros, muchos de los cuales ya no se dedican a la actividad. Ahora, los recuperadores inscriptos en el PRU pasarán a formar parte del programa Buenos Aires Recicla. “El PRU nació en 2002, en medio de la crisis, con una función asistencial. Ahora queremos organizar un proyecto de desarrollo económico”, dijo a Página/12 el subsecretario de Medio Ambiente, Marcelo Vensentini.

Pese a que la recolección de cartones y otros materiales descartables nació en Buenos Aires como una actividad informal, a la que se volcaron principalmente las familias sin ingresos, ya funcionan en la ciudad cinco cooperativas de recuperadores: a la pionera, El Ceibo, cuya base de operaciones está en Palermo, se agregaron la Cooperativa Ecológica de Reciclado del Bajo Flores (Cerbaf); El Alamo, de Villa Pueyrredón, Reciclando Sueños, de Villa Lugano y la Cooperativa del Oeste, en Villa Luro.

Justamente será la Cooperativa del Bajo Flores la encargada de administrar la primera planta separadora de materiales reciclables. Trabajarán allí 26 operarios y en los primeros meses procesarán entre 10 y 15 toneladas de residuos por día. “Allí irá el producto de la recolección diferenciada que hoy se está haciendo en edificios del gobierno porteño, torres de más de 20 pisos, hospitales, escuelas y en hoteles de la ciudad”, explica Jorge Lulo, jefe de gabinete de la subsecretaría. Hoy, por ese sistema, se recolectan unas 20 toneladas semanales.

“En la planta separadora, los camiones volcarán los residuos secos en una tolva, que desemboca en una cinta. Los operarios primero seleccionan el cartón y el papel, luego las botellas de PET (plástico) y finalmente, todos los elementos de metal”, explicó Vensentini. El trabajo no termina ahí: los materiales separados son acopiados en el galpón y de esa manera, la cooperativa tiene la posibilidad de obtener un mejor precio de venta para su producto. “Hoy, el cartonero que trabaja en forma individual, una vez que llena el carro tiene que ir a vender al precio que sea, pues lo necesita vacío para seguir trabajando”, argumentó el funcionario.

En esa dirección, el programa Buenos Aires Recicla apunta, además, a facilitar los contactos entre las cooperativas con la industria del reciclado o incluso de los grandes acopiadores. “Uno de los requisitos va a ser legalizar los grandes centros de acopio: hoy, el 80 por ciento de los galpones funciona sin habilitación”, reconoció Vensentini.

En la reglamentación de la ley de Basura Cero, que se dará a conocer esta semana, también se exigirá que los camiones que ingresan desde el Gran Buenos Aires para cargar materiales reciclables estén registrados y no transporten personas junto con las bolsas de basura. La ley de Basura Cero fue sancionada por unanimidad por la Legislatura, el 25 de noviembre último, a partir de un proyecto presentado por Greenpeace a través del diputado Juan Manuel Velasco. La ley establece metas que el Ejecutivo (y los ciudadanos) deben cumplir. La primera vence en 2012: para ese año, la ciudad debe reducir en un 50 por ciento la cantidad de residuos que entierra en rellenos sanitarios. En 2017 la reducción debe ser de un 75 por ciento, para llegar a 2020 con el 100 por ciento de los residuos reciclados. “Aunque las metas no se cumplan con exactitud, hay que empezar a implementar políticas desde ahora”, argumentó Vensentini.

“Es fundamental planificar políticas públicas desde una perspectiva integral, y esto implica incluir a los distintos sectores de la sociedad porteña a la hora de discutir proyectos –argumentó Eduardo Epszteyn, secretario de Producción y Desarrollo Sustentable, en defensa de la norma–. Para nosotros es importante pensar políticas ambientales y llevarlas adelante con las ONG y con los vecinos, porque solos no vamos a lograr el desafío de tener una ciudad sustentable.”

Epszteyn presentará el nuevo programa esta semana, junto al vicejefe de Gobierno a cargo del Ejecutivo, Jorge Telerman, y Juan Carlos Villalonga, de Greenpeace.

El nuevo programa no implica una extensión de la separación en origen:los vecinos no tendrán que colocar en bolsas separadas los residuos en orgánicos e inorgánicos. “Eso seguramente se va a implementar en el próximo contrato del servicio de higiene urbana, a partir de 2009”, aclaró Vensentini.

Sin embargo, hay barrios donde los vecinos, en acuerdo con los cartoneros, separan los residuos reciclables. Esto ocurre en una amplia zona de Palermo, donde la cooperativa El Ceibo presta un servicio de recolección puerta a puerta y en los barrios donde trabajan las otras cooperativas. “Apostamos a que la separación en origen, en esta etapa, se haga de esta manera”, dicen en el gobierno porteño. Confían más en el poder disuasivo de los recuperadores que en las campañas públicas de difusión.

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