Dom 22.01.2006

SOCIEDAD  › LA POLICIA FEDERAL PRESENTO COMO PROPIO UN INFORME DE PAGINA/12

Investigar a la hora del desayuno

Un juez citó al jefe de la Policía porque sus hombres presentaron como propios los datos tomados de una nota de este diario. Se trata de la masacre del Bajo Flores, donde en octubre pasado murieron cinco personas. También lo increpó por la falta de investigación. Cómo sigue la guerra narco en el barrio.

› Por Cristian Alarcón

Mirar hacia el interior de la villa 1.11.14 es como asomarse al abismo. Allí, en el fondo color ladrillo y cemento del barrio en el que viven unas cien mil personas, el terror que provocó la muerte a mansalva de cinco inocentes durante la procesión del Cristo de los Milagros, en octubre del año pasado, sigue entre los vecinos. Al ataque que planificó con saña y violando todos los códigos de la mafia una banda que pretendería destronar al capo actual le siguen otras muertes que serían parte de los cobros y deudas por ajustar. El daño hacia la comunidad, que defiende al actual líder como a un “presidente” generoso y capaz de generar “seguridad” en su zona, estaría siendo vengado de manera paralegal. Nadie cree en los territorios –en los que ya se ensayan nuevas formas de convivencia y administración paraestatal– en la voluntad de la Justicia y en la policía. Así lo confirma un oficio firmado por el juez que investiga la causa de los homicidios mafiosos en el que se queja “con desazón” de la “ineficaz tarea” de la policía que se limitó a “repetir” en un informe propio lo que había publicado este diario a la semana de la matanza. Es tal la desidia en la investigación de la masacre que el juez Domingo Altieri libró un oficio en el que reprende al jefe de la Policía Federal, comisario Néstor Valleca, y lo intima a crear un grupo especial que lo informe cada quince días de los avances. Nada de eso ha ocurrido. Para que trabajen, el juez amenazó a los policías a denunciarlos por rebeldía.

Página/12 contó el 6 de noviembre la historia del Bajo Flores como territorio narco. La crónica se tituló “Todos tus muertos”. Se narra allí la saga de enfrentamientos entre líderes peruanos que culminaron con la hegemonía absoluta del jefe. A él se lo seguirá llamando aquí, para seguridad de las fuentes, Salvador, el adjetivo con el que muchos vecinos lo nombran agradecidos por su “gestión” en el barrio. Si lo que sus enemigos pretendían era desestabilizarlo produciendo una masacre que podría haber significado la invasión de la villa por tropas de fuerzas de seguridad, lo que ocurrió fue muy distinto. Salvador se hizo fuerte. O al menos es lo que intenta demostrar con sus últimos gestos.

Algunos investigadores creen que es probable que haya autorizado a alguien a declarar como testigo de identidad reservada en la causa para que la Justicia pueda acusar al sospechoso de haber encargado el trabajo a los entre tres y cinco sicarios que dispararon con ametralladoras el 29 de octubre. Todas las personas contactadas, en el más absoluto de los secretos, actuales o ex empleados del capo, juran que nada se mueve sin que él lo sepa. Y lo dicen los vecinos: “Cuando alguien se ha equivocado porque no sabe y puso la denuncia, antes de que vuelva a entrar al barrio ellos ya se enteraron. Son varios los que se tuvieron que ir para siempre después de decir algo”. Nadie se atreve a hacer de puente para que el cronista logre entrevistarlo.

Las venganzas

Lo cierto es que en la causa judicial apenas comienzan a aparecer los signos de la pelea entre bandas. Algunos más ominosos que otros. Un hombre de Salvador atacado por tres desconocidos, que entraron al pasillo en el que vivía y le dispararon para matarlo, perdió una pierna por las heridas. Y el cadáver de un joven de 27 años aparecido el 9 de diciembre se explicaría en su complicidad con los sicarios que ametrallaron en la procesión del Cristo Moreno. Junto a estos datos, nada que ayude a fundamentar las sospechas que sobrevuelan la figura de Ruti, un ex socio de Salvador que pagó condena por narco hasta septiembre del año pasado y que pretendería hacerse del territorio. El enfrentamiento habría llegado a su punto máximo a comienzos de este año, cuando un grupo armado con rifles de mira telescópica intentó liquidarlo, pero sólo alcanzó a malherirlo. Ruti recibió dos disparos que le atravesaron el abdomen. Lo atendieron a tiempo y después de librarse de un respirador artificial logró irse del hospital el 9 de enero. Ya nada debe temer, excepto de Salvador y sus muchachos. Porque en su declaración dijo que le habían querido robar a tres cuadras de la comisaría 36, y no en el barrio Illia, donde vive su madre, y donde lo habrían sorprendido.

Este diario publicó en noviembre la principal hipótesis de los que padecen la guerra entre narcos: Ruti, que se hizo fuerte en la zona de Retiro, contrató sicarios para provocar un daño tal como para que Gendarmería u otra fuerza “reventara” la villa y desalojara a los peruanos que hoy manejan el lugar. De esa manera, cuando el territorio volviera a quedar vacío, lo ocuparía él. Esa hipótesis es la que se reitera en el informe policial que recibió el juez Altieri y que lo llevó a escribir un airado oficio en el que comienza por el tono de un reproche, pasa por la ironía y termina con la demanda dura contra el máximo jefe de la fuerza.

La desazón del juez

“Causa desazón al suscripto la lectura del informe producido (por las divisiones de Homicidios y la Dirección de Drogas Peligrosas) por cuanto a más de cuarenta días de incoada la investigación ningún elemento fehaciente se ha incorporado de modo de hacer avanzar en forma seria la pesquisa”, comienza el documento en la foja 540 de la causa por el múltiple homicidio. “A la ineficaz tarea desarrollada por el señor jefe de la Seccional 38, comisario Norberto Alvaro Velazco, quien se ha desempeñado como si el hecho no hubiera ocurrido en su jurisdicción, se suma la vaga labor desplegada hasta el momento por el equipo conformado por las Divisiones Homicidios y Operaciones Federal de Dirección Nacional de Drogas Peligrosas de la P.F.A. quienes no aportan más elementos que los que ya surgían en líneas generales del informe periodístico publicado el 6 de noviembre pasado en el diario Página/12 adjuntado a la causa”, acusa Altieri.

En rigor, una alta fuente del juzgado en lo Criminal 37 a cargo de Altieri le contó a Página/12 que tras el crimen “se jugó al gran bonete”. En el juzgado plantearon que consideraban que al estar ante un caso de “criminalidad compleja” era necesario que trabajara un equipo. El comisario González, que estaba en ese momento frente a la división, “dijo que le parecía que era un caso para Operaciones Metropolitanas, a cargo del comisario Galdame. Pero luego nos dice que mejor investigue Homicidios”. Como los hombres del juzgado 37 seguían sin investigadores, el convocado fue el 3º jefe de la fuerza, el comisario Capizzi. “Quédese tranquilo, vamos a armar un grupo especial para investigar la causa”, prometió el jefe policial. Pero a las pocas semanas la rutina de cambio de cargos en la policía de cada fin de año hizo que esas figuras cambiaran. Cuando se sentaron frente a la gente de Altieri los policías que por fin fueron designados al caso por Capizzi y escucharon hablar de bandas, narcos y muertos “miraban (al juez) como si fuera un marciano, un extraterrestre que aterrizó en el Obelisco”, ilustró la fuente judicial a este cronista.

Después de “enviar apercibimientos de desobediencia” ante las medidas que solicitaba y en la policía nadie parecía escuchar, Altieri envió un pedido de informe urgente. Esa fue la nota que terminó de exasperar al juez. El reporte policial reiteraba la información de la investigación de este diario. El juez apeló entonces a la ironía: “En ese marco –escribió el magistrado en su nota al jefe de la Federal–, si la única información que aportan las autoridades policiales resultan ser las mismas que surgen de la nota periodística, en el futuro, quedará la disyuntiva de encomendar a los medios periodísticos la investigación, puesto que lo que se trae como novedad ya ha sido publicado un mes atrás”. Para terminar, vierte su conclusión: “No cabe duda de que dicha circunstancia evidencia en forma palmaria que es necesario exigir un mayor celo a las autoridades policiales en cumplimiento de sus tareas”. Por ese motivo, dice el oficio, resulta necesario “convocar a audiencia al Sr. Jefe de la Policía Federal, Comisario Mayor Néstor Valleca” para “encomendar en forma personal la conformación de un equipo competente bajo su dirección para que contribuya al esclarecimiento del hecho, labor de la que deberá dar cuenta al tribunal cada quince días”.

Valleca visitó al juez el 15 de diciembre. A un mes del llamado de atención, fuentes judiciales aseguran que no hay cambios en la causa. A propósito del crimen, no hay un solo detenido. Y si bien todas las sospechas apuntan a Ruti, nada lo involucra oficialmente en el hecho. La ficha policial de Ruti indica que hace algunos años pesó sobre él una captura internacional por haber participado de acciones de Sendero Luminoso, la guerrilla peruana. “Cómo puede ser que ni Interpol, ni la SIDE, ni la Policía Federal sepan quién es Ruti. ¿Cómo puede ser que haya salido de estar preso por ser narco y nadie lo vigile?”, se preguntan en el juzgado. No menos extrañeza les causa que al comisario al que el juez acusó de al menos ineficaz, Norberto Velasco, el fin de año le haya llegado un ascenso. “Le dieron un premio al nombrarlo al frente de la comisaría 15, que es la seguridad de la zona más paqueta de la ciudad”, se quejan en tribunales. “¿Asuntos internos hizo algo?”, se preguntan.

Mientras tanto, en el barrio, el rumor se hace insoportable: la batalla final, con Ruti vivo, es inminente, creen. Puede estallar en cualquier momento. Un hombre que conoce a los dos bandos porque convivió con ellos cuando eran todos uno solo repasa las fuerzas de cada lado: “La mayoría mata por Salvador. El les ha dado los primeros ladrillos, el medicamento para el hijo, el pasaje para viajar cuando un pariente se murió en Lima, protección, venganza. Camina tranquilo por la villa porque sabe que es suya. Ruti tiene que pagar para poder pelear contra Salvador. A cada sicario le dieron seis mil dólares. Algunos no alcanzaron a gastarse la plata”. En la Justicia no tienen demasiadas expectativas de que la situación cambie. “La gente no habla porque cree que apañándolo evitará más violencia –opina un funcionario–. Pero es una apuesta al azar de no estar en el momento en que ellos ajusten las cuentas. Ellos dicen que Salvador tiene como una mutual, que los ayuda. Y es cierto que mantiene cierto orden paralelo. El peligro de reventar a este capo es que podría venir uno más violento. Y si se revienta al que lo herede a ése, vendría otro peor. El real problema es que en la ciudad de Buenos Aires hay zonas liberadas por el Estado.”

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