Un caso de doble gatillo fácil en Villa Fiorito. Hay dos detenidos y un agente de la Bonaerense apartado por amenazas. Los familiares piden la exoneración.
Sebastián y Romirio tenían 22 años. Fueron fusilados en la esquina de su casa, en Villa Fiorito, por un grupo de hombres que los venían amenazando. El hermano de Sebastián había denunciado por robo a un integrante de una banda, amigo de un policía. Después de la denuncia, los jóvenes y sus familias fueron hostigados, hasta que el 3 de noviembre Sebas y Romy recibieron seis disparos a quemarropa. A dos de los presuntos responsables se les dictó prisión preventiva por “doble homicidio agravado”, pero la familia de las víctimas reclama la imputación de otros tres hombres, a los que acusa como cómplices. El policía, involucrado en posibles amenazas, fue suspendido. La familia reclama su exoneración.
Luis Sebastián Hidalgo y Romirio Fabián Tello estaban en la esquina de su casa, charlando con un grupo de amigos, cuando un auto se acercó y uno de sus tripulantes comenzó a disparar. Seis testigos señalaron como autor de los disparos a Carlos Javier Peralta, el Pila, hermano de un policía, quien habría cometido el hecho junto a otros cuatro individuos.
Marta Almirón no se imaginó que la denuncia que su hijo Matías –hermano mayor de Sebastián– había hecho en febrero, cuando intentaron robarle el auto, daría comienzo a una serie de amenazas y persecuciones contra su familia (ver recuadro).
El 3 de noviembre a la noche, Sebastián tomaba una gaseosa al lado del kiosco, con sus amigos, entre ellos Romy, como le decían sus conocidos. A eso de las 21.15, un Fiat 147 blanco paró en la esquina. Bajaron cuatro personas y uno de ellos comenzó a disparar contra las víctimas. También intentaron balear a Matías, que estaba en la esquina: “Le tiraron dos veces a la cabeza, pero se agachó y los esquivó”, relató Marta.
“Romy recibió disparos en la panza, en la pierna y en la espalda”, dijo a Página/12 Gladis Suárez, su cuñada.“Sebas recibió tres tiros por la espalda”, dijo Marta.
“Romirio insistía en que lo llevaran primero a Sebas al hospital porque estaba peor, pero Matías los llevó a los dos”, relató Marta.
“Un tal Maximiliano manejaba el Fiat. Contra él se había hecho la denuncia por intento de robo de auto. Los otros eran el Cabeza Cristian, y el Neno Ariel, que venían con Carlos Peralta y Adrián Vallejos, los dos que están detenidos”, señalaron los familiares de los chicos.
Esa noche Marta salió temprano de su casa y vio pasar a quienes desde hacía meses venían amenazando a la familia. “Ese día a la tarde fuimos caminando con mi comadre para hacer unos trámites. Cuando volvíamos, a eso de las 19.30, pasó Maximiliano, me miró y se rió. También pasó Vallejos, que hizo un gesto como de disparo con la mano. Ellos ya sabían lo que iba a pasar”, subrayó Marta. Cuando volvía a su casa, se cruzó con Sebastián que iba con Romirio, Juan Carlos y Angel, los chicos que pudieron salvarse. “Esa fue la última vez que vi a mi hijo”.
“Cuando llegué a casa escuché un tiro, salí y me quedé parada. Fue impresionante. Lo vi meterse a Pila en el auto porque el que manejaba estaba acurrucado. Pila me miró. Yo no reaccioné. Me fui hasta la esquina. No quería ver, Sebas ya no tenía vida. Me vine para adentro”, relató Marta.
Los familiares insisten que en el Fiat 147 iban cinco personas. “Pila disparó. Maximiliano manejaba el auto. Hay seis testigos que lo vieron”, especificó Gladis. Después de los asesinatos, “espontáneamente se presentó un testigo, que dijo que quien disparó fue un tal Junior, quien fue detenido. De esta manera, quisieron involucrar a alguien que nada tenía que ver para defender al hermano del policía, como una forma de torcer la investigación”, insistió Marta.”Se dictó la prisión preventiva para Carlos Peralta y Adrián Vallejos, y se liberó al identificado como Junior”, confirmó a este diario Mariana del Río de la fiscalía de Lomas de Zamora. La causa se encuentra en el Juzgado de Garantías 1 y la fiscal a cargo es Norma Morán, de la UFI 12.
Entre las pruebas contra Peralta y Vallejos existen “imputaciones de testigos, pericias llevadas a cabo en el lugar, el secuestro de armas y dos vainas encontradas de calibre 9 milímetros”, señaló Del Río.
Para la Justicia, los testimonios de los familiares “se consideran confiables”. Del Río aclaró que “el motivo del asesinato está en plena investigación”. También indicó que “efectivamente”, las amenazas que la familia comenzó a recibir después de hacer la denuncia por el intento de robo de un auto “tendrían vinculación con el hecho”.
Los disparos mortales se efectuaron a las 21.15. “Recién a la 1.30 de la madrugada se hicieron las pericias. La gente no quiso firmarles nada a los peritos porque vinieron tarde. Los vecinos encontraron 4 vainas. Una fue entregada a la fiscal, dos a la comisaría de Fiorito y una al ministro de Seguridad, León Arslanian. Fueron dadas a diferentes personas por si se perdían”, dijo Marta, con ironía.
Semanas antes del 3 de noviembre “el policía Miguel Peralta le dijo a Sebastián: `Cuidá a tu hermano que lo vamos a dar vuelta’. Ellos querían matar a mi hijo mayor porque les había hecho la denuncia”, señaló Marta. Ella se entrevistó con Arslanian y le pidió “que Peralta no sea más policía”. Después de ese encuentro, Peralta fue apartado de la fuerza, pero no exonerado.
La noche del crimen, cuando Matías llegó al Hospital Evita de Lanús con Sebastián y Romirio, el lugar “estaba lleno de patrulleros. Alguien había llamado antes diciendo que iban delincuentes abatidos. No los querían atender”, señaló Gladis. “Cuando Matías salió del hospital lo siguieron tres patrulleros que lo interceptaron, lo bajaron de los pelos y le dijeron: ’Hijo de puta, ¿así que te tiroteaste con los de Gendarmería?’. Le pusieron las esposas y lo llevaron hasta la 1ª de Lanús.” Ahí se enteró de que Sebastián había fallecido.
Sebastián trabajaba en una fábrica de zapatillas y era vocal titular del comedor infantil Luz de Estrellas, en la que trabaja toda su familia y adonde asisten más de 200 chicos. “Desde que él no está, el comedor está parado”, comentó su mamá.
Ella y Gladis no se conocían antes de que los chicos fueran asesinados, aunque ellos eran amigos del barrio hacía tiempo. “Romy era una persona excelente, bueno, muy chistoso, hacía changas con mi hermano”, recordó Gladis. “Quiero que se haga Justicia, no puede ser que ellos le arrebaten la vida a los chicos porque sí, porque alguien los ampara, porque nadie se va a venir a hacer el malo si no tiene alguien que lo ampare”, afirmó Gladis.
Ahora, en la esquina en la que aquella noche charlaban Sebastián, Romirio y sus amigos, hay un santuario con una virgen y una placa que los recuerda. Desde que los chicos no están, las familias y los vecinos realizan marchas todas las semanas reclamando Justicia.
Informe: M. S. Wasylyk Fedyszak
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