El 31 de diciembre, la crecida del río Seco derrumbó un puente, por lo que no hay comunicación terrestre con Tartagal y General Mosconi, entre otras localidades. La situación es “desesperante”.
En la Ruta Nacional 34, en la provincia de Salta, el río Seco era cruzado por un puente que comunicaba a unas 200 mil personas de las localidades de Tartagal, General Mosconi, Salvador Mazza y Aguaray con el resto de la provincia y del país hacia el sur. Así fue hasta el 31 de diciembre pasado, cuando el caudal del río, incrementado por las lluvias de los días previos, se llevó los 70 metros de puente y dejó a los pobladores de la zona norte casi totalmente aislados. Aunque las autoridades provinciales deslindan culpas hacia la Nación y dicen que están haciendo todo lo posible para ayudar, vecinos consultados por Página/12 aseguran que la falta de alimentos, de medicamentos y la incertidumbre reinante alcanzan para calificar la situación como “desesperante”.
“Están faltando carne, lácteos y todo. Ya casi no hay nada. Es desesperante”, comentó ante la consulta de este diario una habitante de Tartagal que prefiere no dar su nombre por temor, aseguró, a supuestas presiones ejercidas desde el gobierno provincial de Juan Carlos Romero.
El agua había empezado a socavar las bases del puente sobre el río Seco dos días antes de su desaparición. En la víspera del Año Nuevo, a las 11 de la mañana, finalmente se produjo la caída del puente que era la única vía de comunicación hacia el sur para los departamentos de San Martín y Rivadavia.
A pesar de que la Ruta 34 es jurisdicción de la Dirección Nacional de Vialidad, desde ese organismo ayer nadie pudo responder las consultas de Página/12. Sólo anuncian que aceleraron una licitación para un nuevo puente que estaría listo dentro de un año.
Las causas del derrumbe son una incógnita. Una de las hipótesis de los lugareños indica como culpable a la falta de mantenimiento. También explican que el caudal del río, que baja desde la zona de sierras, en las Yungas, es más voluminoso debido a la deforestación provocada por el sobrepastoreo y el desmonte causado por la actividad agrícola y la explotación de yacimientos gasíferos.
“Recién hoy (por ayer) se tomaron la molestia de venir hasta acá para ver cómo la estamos pasando”, se quejan desde Tartagal, uno de los lugares donde nacieron los movimientos piqueteros. En efecto, ayer, a 24 días de que el ímpetu del río se llevó el puente, una comitiva del gobierno provincial visitó la zona incomunicada.
Mientras deslizaban responsabilidades hacia Vialidad Nacional, desde la provincia dispusieron algunas alternativas de paso. Ninguna sirve como reemplazo completo del puente ausente. Tanto un badén construido para dar una solución provisoria como los caminos alternativos abiertos a través de fincas de la zona que obligaban a recorrer 60 kilómetros más para llegar hasta la capital quedaron intransitables debido a la lluvia que no deja de caer desde hace veinticinco días. En el medio del lodo, más de cincuenta camiones y camionetas quedaron varados el fin de semana pasado y reciben agua y alimentos por medio de un helicóptero.
El único lugar para cruzar es un puente ferroviario por donde la gente pasa caminando. “Pero es muy peligroso, porque está resbaladizo y no tiene barandas”, sostienen en Tartagal. Los funcionarios provinciales prometieron que las vías van a ser utilizadas por vagones y una locomotora para llevar a la gente de un lado al otro. No obstante, para eso aún deben lograr la autorización de la Secretaría de Transporte de la Nación.
Otra posible solución es la instalación de un puente metálico de unos 200 metros de largo que soportaría el paso de camiones. Pero para eso deben esperar hasta el cese de las lluvias que hacen imposible su colocación.
“Por ahora, ni soñar con salir. Hay bastante desabastecimiento, sobre todo de alimentos perecederos. Y empieza a faltar el combustible”, contó una vecina.
La situación en el Hospital Juan Domingo Perón, de Tartagal, no es la mejor. “Dentro de lo que permiten las circunstancias, el abastecimiento de medicamentos es normal. Tenemos problemas con las derivaciones, que las hacemos con helicóptero y en menor cantidad”, indicó a este diario María Luisa Grande, gerenta de Atención al Público. Quienes deben atenderse allí describen un panorama más desalentador: faltan medicamentos y oxígeno, dicen.
“Si no deja de llover no sé qué va a pasar. Avisan que van a dar una solución, pero hasta ahora no hicieron nada para arreglar el problema”, reclama una tartagalense. La única comunicación posible por el momento es con Bolivia.
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